Capítulo4
Ana y Esmeralda, en cambio, tenían una expresión burlona en sus rostros. Frente a las acusaciones de Azul, no mostraron ni la más mínima señal de culpabilidad, más bien se rieron aún más.

—Después de la muerte de Delfina, ¿quién en los Paredes tiene aún poder? ¿Tú?— Ana se burló.

Azul, llena de furia, ayudó a levantar a Selene, pero esta última simplemente no tenía fuerzas. Todo su cuerpo le dolía y era imposible ponerse de pie.

Aunque escuchaba la voz de Azul, Selene intentó responder, pero ni siquiera tenía la fuerza para hablar.

Poco a poco, se sumió en la oscuridad, ya no podía oír los gritos de Azul...

—Sele, ¿qué te pasa? ¡Despierta!

—Ahhhh sangre...

—¡Selene, aguanta!

Azul miró cómo el pantalón de Selene se teñía de rojo por la sangre, su rostro palideció de terror, y rápidamente llamó a una ambulancia.

*

Selene se sumergió en un sueño extenso. Soñó con el día de su luna de miel, donde ya no esperaba sola las auroras boreales. Él apareció en la oscuridad de la noche. En ese momento, ella sonrió, una sonrisa tan dulce y cálida como si poseyera la vista más encantadora del mundo. Sin embargo, por muy hermoso que fuera el sueño, la realidad era tan cruel. El fuerte olor a desinfectante y el sonido constante de máquinas la devolvieron a la realidad. Le costó abrir los ojos, el dolor la invadió, y dio una bocanada de aire frío de repente...

—Sele? ¿Sele?— Azul notó que Selene se movía e inmediatamente la llamó.

—Tía...

Azul, con expresión de preocupación, dijo:

—Sele, finalmente te has despertado. Has estado inconsciente durante dos días. ¿Cómo te sientes ahora? ¿Todavía sientes dolor?

—¿Dos días?

Selene solo sentía su cabeza mareada, esforzándose por recordar lo que había sucedido antes.

—Sí, tenías síntomas de hemorragia, pero ahora la hemorragia se ha detenido. Si te cuidas bien, no debería haber problemas—dijo Azul, aliviada.

Selene asintió:

—Gracias, tía.

—Somos familia, no hay necesidad de agradecer—respondió Azul mientras le entregaba una taza de agua tibia. Luego, preguntó:

—Sele, ¿qué pasa entre tú y Andrés? ¿Cómo llegaron al divorcio?

Todos sabían cuánto amaba Selene a Andrés. Después de tantos años de matrimonio, ¿cómo podía simplemente poner el fin? Pero Selene no sabía por dónde empezar a contar la historia. Solo dijo de manera vaga:

—Después de tantos años, es suficiente.

Había tenido suficiente amor, suficiente tormento mutuo.

Este hijo perdido, ¿no era el resultado de su amor? Selene pensó en el niño y una oleada de dolor la embargó. Acarició su vientre, sus lágrimas caían.

—¿Suficiente? ¿Qué significa “suficiente”? Selene, ¡no puedes divorciarte! Si te divorcias, perderás todo de verdad—Azul estaba emocionada: —¡Ve y ruega a Andrés!

Selene se sobresaltó, sintiendo instintivamente que algo estaba mal. Preguntó apresuradamente: —¿Qué ha pasado?

Azul, consciente de que se había exaltado, sonrió y negó con la cabeza.

—No, no ha pasado nada. ¿Qué podría pasar estando todo bien?

Selene notó la mirada evasiva de Azul y sintió que le estaba ocultando algo. Miró a su alrededor y al no ver a su hermano Luciano, preguntó:

—¿Y Luciano? ¿Sabe que estoy en el hospital?

Al no ver a Luciano Soto, Selene sintió que algo no estaba bien. Sacó su teléfono para llamarlo.

Azul, al ver esto, rápidamente la detuvo.

—¡Sele!

Esto solo confirmó las sospechas de Selene.

—Tía, me estás ocultando algo. ¿Qué ha pasado realmente?

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