Capítulo3
—Te lo ruego, cree en mí. No fue como ella dijo, aquel día vi con mis propios ojos, ¡fue ella quien me empujó! ¡Fue ella! ¡De verdad, fue ella!— Selene sollozaba, su mirada llena de esperanza hacia él. Quería que él la creyera, incluso si solo era esta vez.

Andrés frunció el ceño, mirando a Selene mientras ella explicaba con una cara sincera, como si realmente hubiera pasado algo así. Sin embargo, esbozó una risa fría y sus ojos reflejaban desprecio hacia ella. Luego apartó la mirada, sin volver a mirarla, y empujó bruscamente la mano que ella tenía agarrada...

Este acto dejó claro que no confiaba en ella. No importaba cuánto se explicara, cuánta sinceridad mostrara, él simplemente no la creía...

Eso, quién hubiera pensado que la señora Herrera, Ana, que hacía obras de caridad delante de todos, resultaría ser una mujer maliciosa. Y quién podría haber imaginado que Esmeralda, la encantadora hija adoptiva de los Herrera, también sería una mujer hipócrita.

Nadie podría haberlo imaginado...Todo el mundo solo pensaría en lo malévola que era Selene.

Selene sintió que sus piernas se debilitaban, todo su cuerpo le dolía, ya no podía sostenerse...

—Selene, no quiero volver a verte—dijo Andrés con crueldad antes de dirigirse sin mirar atrás hacia afuera de la mansión.

Selene miró su espalda, dio unos pasos tambaleantes, pero ya no pudo quedarse de pie. Se desplomó pesadamente al suelo, el dolor en su abdomen la golpeó nuevamente, casi arrebatándole la vida.

Ana, que previamente se hacía la débil, se levantó cuando Andrés se fue. Junto con Esmeralda, se acercaron a Selene.

Ambas miraron a Selene y comenzaron a reír una tras otra.

—Selene, eres realmente ingenua. Andrés es mi hijo, ¿qué tipo de hijo no confiaría en su madre?— Ana se rió, victoriosa y complacida.

—¿Crees que aún eres la princesita de antes? Tu madre ha muerto. Los Paredes están bajo el control de tu inútil tío, tu padre ha traído de vuelta a su amante e hija que estaban viviendo fuera. Están felices los tres, sin tener en cuenta tu existencia. Antes, llevabas el título de señora Herrera, pero ahora, ¡no tienes nada!

Selene yacía en el suelo de baldosas frías, sintiendo el dolor recorrer todo su cuerpo.

—Selene, eres tan pobrecita—resonó la voz melodiosa de Esmeralda, llena de compasión, pero sus acciones eran completamente opuestas. Usó la punta de su zapato para presionar contra Selene. —Mira cómo estás ahora, eres simplemente una perdedora que todos desprecian.

Selene mostró una expresión de dolor y trató de incorporarse.

—¿Aun quieres levantarte siendo así? ¡Es simplemente una ilusión absurda!— Esmeralda levantó la pierna y le propinó una fuerte patada en el abdomen.

Selene inhaló bruscamente, el dolor en su abdomen la hizo caer nuevamente al suelo.

Esmeralda miró la figura retorciéndose de Selene, actuó de manera afectada y fingió preocupación mientras decía:

—¡Ay, Selene, realmente lo siento! Olvidé que acabas de tener un aborto, ¿debes sentirte muy dolorida, verdad?

Selene, apoyándose en sus brazos, miró a Esmeralda y a Ana. Recordaría esas dos caras, nunca las olvidaría, hasta el día de su muerte.

De repente, se escuchó un tumulto desde fuera de la puerta.

—¡Déjenme entrar! ¿Qué le hicieron a mi sobrina?— La tía de Selene, Azul Paredes, irrumpió en la mansión. Al ver a Selene en el suelo, exclamó sorprendida:

—¡Sele!

Miró a Ana y Esmeralda frente a ella y gritó:

—¿Qué le hicieron a Sele? ¡Ustedes son unas bestias, no han tenido suficiente con acosar a Sele! ¿Piensan que después de la muerte de mi hermana, los Paredes no tienen a nadie para protegerla?

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