Creí conocer la vergüenza, pero al ver a Blanca detrás de Georgina me di cuenta de que sabía nada sobre el tema. Los nervios me quemaron las venas, el alcohol me jugó una mala pasada y de cierta forma me sentí agradecido. Estaba borrosa y duplicada. No dio cabida a un abrazo fuerte (con lo caros que salen a esta edad), ni a algún cumplido de ocasión.
Mejor así. ¿Se imaginan? Ella, que me conoce hasta los vicios de libreto, se daría cuenta de que mis manos empapadas se deben a lo bella que se ve. Mis mejillas sonrojadas delatarían que a pesar de los años sigue moviéndome el piso, y sus ojos… Dios bendito. Si cuerdo me encontrara con ese paraíso verde, no podría no caer rendido a sus pies. Le pediría una última oportunidad, pues a estas alturas de la vida ya todo es amigo del final.
De cierto h
Quien diga que una mirada puede decir más que mil palabras, seguro conoció la historia de Blanca y Martín, o al menos fue testigo de aquél momento en el que nuestro cumpleañero coincidió, a las afueras del café, con esos ojos verdes que tanto le gustaban.…—Las malas noticias vuelan —dice ella.—Perdona —le responde—. No me di cuenta de que estabas aquí.—Acabo de salir.Ambos se miran el calzado. ¿Qué tendrá de especial el suelo que siempre volteamos a verlo cuando nos encontramos en aprietos?El silencio se torna todo, menos incómodo. Porque nuestros personajes se sienten bien al tenerse frente a frente; incapaces de entablar conversación alguna, sí, pero también incapa
Una tarde en primavera…Luz tomaba el sol como cualquier chiquilla de su edad. Se le hizo fácil prepararse una margarita y beberla en la terraza. La piel de Blanca le rindió honor a su nombre; los labios se le pintaron de morados aunque el labial era rojo. Corrió hasta donde su hija y de un manotazo le tumbó la bebida. Luz le pidió razones a su madre, ella la reprendió con explicaciones médicas. No se dio cuenta del daño que le hizo. Porque en esa margarita quizás había pequeños golpes a sus débiles defensas, pero le sumaba al ánimo, a la memoria de que podía ser una joven común y corriente.Intentó disculparse con su hija tras verla llorar, mas era tarde. Luz no la odió…¿quién puede odiar a su madre?, pero le compró la idea. Acept&oa
Blanca puede retirarse después de tremenda acusación, y sin embargo, prefiere quedarse.Ya tuvieron suficientes condolencias… faltan los reproches. El cáncer es una enfermedad que la padece toda la familia, y en equipo deben enfrentarla. Ella estuvo con su hija en momentos de flaqueza, pero le mató los ratos fuertes.¿Y Martín?Si bien él se enojó menos con la vida, tampoco hizo algo para enmendar la amargura de su mujer, que consecuentemente influyó en la caída de Luz.A Blanca le sobra el temperamento que a Martín le falta. Ahora entendemos por qué se divorciaron.—Es tarde —dice ella.Martín voltea a ver el reloj. Blanca lo toma
No puedo no acordarme de aquella fatídica tarde en la que escuché por primera vez la palabra cáncer. Antes la había oído, claro. En esos noticieros de escaso contenido y audiencia millonaria, o en estudios científicos que lo dramatizan todo. Si comes verduras te da cáncer. Si no comes verduras te da cáncer. Si eres vegano te da cáncer. Si no eres vegano te da cáncer. Si respiras te da cáncer. Si no respiras te da cáncer. La palabra más buscada en google y la más mencionada en clínicas y hospitales. Todos la hemos oído alguna vez, pero la escuchamos hasta que la sufrimos.¿Qué puedo decirle a Rogelio que no me haya dicho él hace veinte años? Miles de palabras se amontonan en mi garganta tras ver el cuerpo ensangrentado de Roger cruzar como un relámpago el pasillo de urgencias. Su esposa intenta alcanzarlo, pero los
Escogí el drama como género literario. Las novelas me han alimentado el ego en los últimos veinte años. Sin embargo, ni en veinte más sería capaz de describir el escenario que tengo frente a mis ojos: una madre derrotada que se aferra al pecho de su marido, ignorando que él también está destruido. Igual la reman juntos. Lloran, aunque de sus ojos no salen lágrimas. Llevan las mejillas sonrojadas y el cuerpo les tiembla, mas la pena no es lo suficientemente fuerte como para separarlos. El médico los observa, como queriendo decir algo con el peso necesario para suavizarles el dolor, pero los años de experiencia debieron enseñarle que en estos momentos no hay consuelo que alcance.—¿Qué hacemos? —le pregunto a Blanca mientras caminamos hacia el estacionamiento.No puedo no acordarme del viejo Martín. E
—Disculpen, ¿conocen a algún familiar de la chica?Con todo el ajetreo, nos olvidamos de Antonella.—No tiene familiares en la ciudad —respondo—. Es del sur. ¿Puedo verla? La conozco muy bien. Ella y Roger me tenían mucha confianza. Quizás pueda ayudarla.—No creo que sea muy buena idea —responde el doctor—. Está en shock.Recuerdo su llamada y la voz desarticulada con la que me dijo que el marido se le moría entre sus brazos. Se culpaba una y otra vez mientras suplicaba ayuda, aunque en el fondo sabía que ya nada podría hacerse.—Eran muy unidos. Antonella le cambió la vida a Roger, y él a ella. Mi muchacho era un gitano, no se sabía quieto en ningún lado, hasta que conoció a Antonella. Ella, en cambio, era
Antonella afronta en silencio las preguntas de los policías. Uno de ellos, de apariencia regordeta y ojos pequeños, sube el tono de voz y yo intercedo.—¿No ve que está mal?—Nosotros solo cumplimos con nuestro trabajo, señor —participa el otro, quien es delgado y de mirada gigantesca.—Entiendo, pero presionándola no van a conseguir nada.—Supongo que es familiar de ella o de su marido. Comprendo que el escenario es complejo para ustedes, pero por un segundo pónganse del otro lado. Hay una bebé que se ha quedado huérfana antes de conocer a sus padres. No están obligados a doblegarse, pero si tienen hijos, entenderán lo que hay en juego.¿Tenemos hijos? Yo sí, aunque no le conozco ni el nombre. ¿Blanca? ¿Aún es madre? De pronto el privilegio lo perdió cuando Luz murió. De solo pensarlo me duele
Imagino cualquier cosa tras ver a Claudia cruzar la puerta del hospital. Los setenta años se convierten en veinte; soy un escuincle que cree tener el mundo encima porque sus dos ex mujeres se conocerán en el peor de los momentos (si es que hay uno bueno para tal evento), y me olvido por completo de que acaba de morir el hijo de mi mejor amigo.La tragedia pierde protagonismo cada que pienso en Blanca y en todo lo que perdimos. ¿Los enamorados tenemos licencia para tal egoísmo?—¿Qué pasa? —pregunta Blanca.—Es ella —le respondo.—¿Quién?—Claudia.Mis labios apenas se abren, pero ella entiende.—¿Crees que…?—Espero que no —la interrumpo adivinándole el pensamiento.Por favor, Dios mío, qu