Reconocí enseguida al muchacho de cabello rubio como “Martin”. Era el mismo que había descubierto a la joven apenas le dispararon. Parecía ser uno de los más cercanos al Jefe, algo así como su mano derecha, a pesar de no llegar a los veinte años.
Se colocó de rodillas frente a la muchacha y con delicadeza la cargó entre sus brazos.
Tras él, el Jefe apareció en mi campo visual. Su remera blanca seguía manchada con sangre y su cabello estaba revuelto, como si él mismo se hubiese despeinado. Su rostro seguía tan frío como de costumbre, pero teñido con una mezcla de preocupación y enojo.
-Ven- sentenció con voz firme, mirándome directamente a los ojos.
Me puse de pie y lo seguí en silencio atravesando el salón. Recorrimos otro pasillo que llevaba a una pequeña habitación, que supuse, era su despacho. Había una mesa de madera con papeles desparramados, una silla negra de cuero, dos bibliotecas repletas de libros y carpetas y un sillón rojo al otro lado del cuarto.
Se detuvo en la entrada y me dejó pasar primero. A continuación, cerró la puerta detrás de mí y no pude evitar ponerme tensa. Señaló con la cabeza hacia el sillón, me senté y esperé con ansiedad su siguiente movimiento.
Con un andar seguro y despreocupado se acercó a una botella que estaba apoyada en su escritorio, junto a dos copas de cristal.
- ¿Whisky? -me ofreció mientras volcaba el contenido en uno de los vasos.
-No gracias- respondí enseguida. ¡Que no sabía ni qué hora era! No sabía dónde estaba, quienes eran todos estos hombres. Y lo más inquietante ¿Por qué no me dejaba ir?
Asintió y se sentó a mi lado en el sofá. Bebió lentamente de la copa, humedeciendo los labios con su lengua después. Mi mirada casi no pudo despegarse de su boca hasta que habló.
-Quiero proponerte algo- alzó sus ojos del vaso y me observó fijamente, analizando cada movimiento que hacía. Incluso parecía que quería ver qué cosas cruzaban por mi cabeza.
Por el tono que usó estaba segura de que lo que iba a decir no me iba a gustar. Me quedé en silencio esperando que continuara.
-Señorita...- hizo un gesto con su mano izquierda para que hablara.
-Anne- respondí.
-Anne...- repitió con más suavidad de la que solía usar para hablar. -Ésta es la cuestión. La joven a la que hirieron es mi hermana. - abrí los ojos sorprendida - Aún no sabemos porque le dispararon, pero creemos que fue una venganza después de lo que le hicimos al Comisario Stiler...-
-No- lo frené en cuanto me dí cuenta -No me cuentes, sino no podré irme- manifesté con desesperación.
-Anne...- suspiró mirando hacia otro lado, cualquiera menos mis ojos- Ya no podrás irte. -
- ¿¡Qué?!- grité poniéndome de pie rápidamente - ¡Prometiste que me iba a ir! -
-No es cierto, nunca lo prometí- respondió con tranquilidad, mirándome serio desde el sillón.
Me acerqué a él con rabia y levanté mi mano para pegarle la cachetada de su vida. Pero antes de que pudiera hacerlo, él ya había tomado mi mano entre la suya, con más fuerza de la esperada.
-Yo que tú no haría eso- susurró amenazante mirándome.
- ¿O qué? - lo reté. Mi respiración estaba visiblemente agitada y sus ojos se dirigieron hacia mis labios.
-Despídete de todo lo que te rodea-
¿Estaba amenazando con matarme? No podía ser capaz... Yo no había hecho nada. ¡Él me había secuestrado!
Dejé caer mi mano mientras él la soltaba.
-Eres un maldito demente- susurré abrazándome y mirando a la pared, como si allí estuviera mi solución. No podía creer que me estaba pasando esto.
- ¿Qué has dicho? - se puso de pie tranquilo y se acercó a mí. Antes de que pudiera siquiera notarlo ya estaba acorralada contra la pared. -Repítelo- susurró cerca de mi rostro.
En mí no quedaba ni un poco de respeto por él. No solo estaba enojada por la situación, sino que además sentía que me había traicionado al no dejarme ir.
Lo miré a los ojos y le dije lentamente - Eres un maldito demente-.
Sonrió de forma escalofriante y en un segundo me colocó sobre su hombro.
- ¿Qué haces? - grité y comencé a patearlo.
Aunque fue un vano, porque con una de sus manos sostenía la parte de atrás de mis piernas, limitando mis movimientos.
Comenzamos a movernos; sus zapatos costosos se deslizaron con naturalidad por el suelo de madera y todo mi estómago se revolvió.
Continué intentando golpear su torso con mis manos a pesar de que era difícil porque estaban vendadas. Joder que nada me salía bien hoy.
Seguí gritando con la esperanza de que alguien me escuche y me ayude. Pero sabía que eso era poco probable, ¿Quién se atrevería a ir en contra del Jefe?
- ¡Estas loco, demente, voy a denunciarte! - continué amenazandolo en vano. Escuché su risa por lo bajo, lo que me enfureció aún más.
Finalmente nos detuvimos, abrió una puerta con la mano libre y con un solo movimiento me dejó nuevamente sobre mis pies.
Intenté recuperar un poco mi equilibrio, toda la sangre estaba acumulada en mi cabeza.
Al instante identifiqué que estaba de nuevo en el cuarto donde desperté.
Giró sobre sus pies y caminó hasta la puerta bajo mi atenta mirada.
-Hablaremos cuando se te pase el berrinche, niña- y a continuación cerró la puerta con llave.
¿Niña? ¡Si tenía 26 años! Estúpido demente.
Respiré lentamente para poder tranquilizarme, aunque parecía imposible.
Estaba atrapada en una mansión, quién sabe dónde, con un grupo de psicópatas. Y ellos estaban a cargo del mayor psicópata demente que podría haber conocido.
Me senté sobre la cama y miré mis manos lastimadas, dolían bastante. Pero mayor era la tristeza y rabia que sentía subir por mi garganta.
Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, y en el silencio de la habitación, lloré.
No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado. No había ninguna ventana en ésta habitación así que no podía ver si era de día o de noche.Luego de darle mil vueltas a la situación, y concluir que no tenía muchas opciones, me había quedado dormida.En ese momento no tenía hambre, supongo que, por los nervios, pero sí tenía sed.Me puse de pie y entré al baño que, recordaba, estaba detrás de la puerta de la izquierda. Rápidamente me acerqué al lavabo y abriendo la canilla con desesperación bebí el agua fresca que caía. Al instante mi garganta lo agradeció. Tomé un poco más de líquido entre mis manos y mojé mi rostro.Alcé la vista y me encontré con mi mirada triste y cansada. Enormes ojeras acompañaban mis ojos. Luego mi atención se
Dos golpes secos en la puerta me sobresaltaron. Me acerqué casi sin hacer ruido y murmuré un tímido "¿Quién es?".-Yo- era su voz. El “Jefe” de nuevo.-Pasa- respondí esperando que abriera la puerta con llave.Para mi sorpresa, giró la manija y entró como si nada.¡La puerta había estado abierta todo éste tiempo! ¿Cómo no se me ocurrió fijarme antes?Bueno, a decir verdad, no creí que sería tan estúpido…Sus ojos se encontraron con los míos haciendo vibrar mi pecho. Las gotas de mi cabello mojado aún resbalaban por mi espalda.Me miró de arriba abajo y viceversa, por el vestido que llevaba. Pero no dijo absolutamente nada respecto a eso.-Hay que hablar- comentó ingresando totalmente al cuarto y cerrando la puerta -Lamento toda la situación...- ambos est&aacu
Calculaba que habían pasado alrededor de dos horas desde que Martin me advirtió sobre aquella misteriosa reunión.La casa estaba totalmente en silencio y eso me hacía sospechar aún más de la situación.¿Qué estaba pasando allí abajo? ¿Qué hacían? ¿Por qué debía permanecer encerrada aquí?A medida que el tiempo transcurría en ésta casa, mis dudas crecían más y más. Pero ninguna respuesta llegaba…Bien, entonces las iba a buscar por mi propia cuenta.Me quité los zapatos para no hacer ruido al caminar. Me asomé por el pasillo y luego de comprobar que no había nadie, fui hacia las escaleras y bajé los primeros escalones.Me acerqué con cuidado a la baranda y escuché unas voces masculinas discutiendo.-No sé si pueda confiar en uste
Al cabo de un largo rato, ya no sabía qué hacer. Estaba recostada de lado sobre la cama, mirando hacia cualquier lado, sin pensar en nada y a la vez pensando en todo. Prácticamente había memorizado cada espacio: los muebles, el piso, las paredes...Sin embargo, algo me llamó la atención en ese instante: unas marcas en la pared blanca que estaba justo al lado de la cama.Parpadeé un par de veces para identificar si era real o estaba viendo mal.Me incorporé lentamente y me acerqué para verlas de cerca. Eran unas líneas negras, como ralladuras hechas sobre la pared con algún objeto filoso... Estaban una al lado de la otra y en gran cantidad; eran como cincuenta o sesenta líneas.Pasé las yemas de mis dedos por ellas... Definitivamente estaban talladas, no dibujadas.¿Qué significaban? ¿Para qué las habían hecho?Me di v
Al día siguiente, desperté, y deseé que todo fuera una pesadilla; que en realidad estuviera en mi cama, lejos de Alexander.Abrí los ojos y me encontré con la triste realidad de que todo era verdad. Me desperecé unos instantes y poniéndome de pie me quité el camisón que Sam me había prestado, para reemplazarlo por el vestido que usé ayer.Sin muchas ganas, bajé a la cocina para comer algo.Nadie me había dado permiso para salir de la habitación, pero tampoco me habían prohibido hacerlo.Entré con tranquilidad a la cocina y me relajé al ver que estaba sola. Fui abriendo distintos estantes hasta hallar lo que buscaba: café. Calenté un poco de agua y tomé una taza de color rojo que estaba en una de las alacenas.Estaba sirviendo el agua caliente en la vasija, cuando una voz femenina me sobresaltó.-A
-¿Ves qué fácil es hacer lo que digo?- se atrevió a decir.¡El maldito continuaba burlándose de mí! Inspiré hondo recordando que tenía un arma y que éste no era el momento de actuar… Pronto llegaría ese día.Comencé a caminar para abandonar la habitación, cuando Alexander sujetó con fuerza, pero sin lastimarme, mi brazo izquierdo.Furiosa volteé para encararlo.-Déjame. Ya hice lo que querías-Sus labios se movieron, como si fuera a decir algo... Pero en lugar de eso, con su mirada confundida, me soltó.Dejé la habitación a paso apresurado y subí por las escaleras.Estúpido psicópata. Demente. Bastardo.¿Quién se creía que era? En cuanto me pudiera escapar de este maldito lugar, lo metería en la cárcel.Estaba atrav
-Anne… Anne... Despierta--Mmm- balbuceé.-Joder Anne, cómo duermes- murmuró una voz con pesadez.Abrí los ojos intrigada y todavía medio dormida. ¿Quién me despertaría si yo vivo sola...?Hasta que lo vi y recordé. Pero eso no fue lo peor. Lo más grave fue que me encantó lo que estaba viendo.Alexander tenía una remera blanca, pegada a su cuerpo, lo cual hacía que sus músculos se notaran más. Su pelo estaba mojado y sus ojos brillaban reflejando la luz del sol que entraba por la ventana de la habitación.Antes, los primeros días que estaba aquí, habían cerrado esa ventana con una madera, por temor a que me escapara.Ayer, por fortuna, había logrado que la quitaran, y por fin podía saber si era de día o de noche.- ¿Qué pasó? - murmuré sent&a
POV AlexanderSuspiré mientras me recostaba en la silla que había traído al lado de la cama de Anne.Joder, ¿Cómo todo se había ido tan rápido al carajo? Froté mi rostro con la mano izquierda.Sentía que la cabeza me iba a explotar y, para colmo, ella todavía no abría los ojos.Después de que se desmayara en la calle, no llegué a sostenerla antes de que su cabeza golpeara contra el pavimento, porque estaba lejos de su figura.La trajimos con toda la velocidad del mundo hacia acá y llamamos a un médico cualquiera, fingiendo que ella se había desmayado solo por no comer. Él nos dijo que el golpe no parecía haberle hecho un gran daño, pero que debíamos esperar.Y esperar no era mi fuerte.Quería que abriera sus ojos ya. Era una necesidad que sentía la de volver a verlos