Ambos desviamos nuestros rostros hacia la puerta. Enseguida él se puso de pie y me dejó allí, sentada, con mis manos vendadas y perpleja... entendiendo cada vez menos.
¿Dónde m****a me había metido? Parecía que jamás lograba irme de éste lugar.
Asustada por quedarme sola en esa habitación, corrí tras él. Bajé las escaleras y frené en seco al ver la escena.
- ¿¡Qué pasó? - gritaba desesperado el Jefe, mientras sostenía a una joven adolescente entre sus brazos. Pude ver rápidamente que ésta estaba inconsciente y de su abdomen salía sangre a borbotones, que el hombre intentaba detener en vano con su mano.
-No lo sabemos, escuchamos el disparo y salimos a ver qué sucedía. Y la encontramos en el piso así- le respondió un muchacho joven, rubio, que parecía tener 18 años. Miraba con angustia la situación al igual que el resto de los hombres que estaban en el comedor.
Sin dudarlo, con mis impulsos a flor de piel decidí bajar a ayudar. Recorrí la distancia que me separaba de ellos en silencio y me agaché al lado de la mujer herida, mirando minuciosamente cada una de sus heridas.
-Yo puedo ayudarla; necesito gasas, alcohol, aguja, hilo, y calmantes. si tienen- hablé con prisa examinando con mayor profundidad la herida.
Nadie se movió. Ni siquiera una mosca se atrevió a volar por la habitación. Todos me miraban como lo que era: una desconocida.
Alcé mi mirada al jefe. Sus ojos denotaban un brillo extraño, casi como si fuera a... ¿llorar? Imposible. Él no parecía ser así.
- ¡Ya la escucharon! - gritó de pronto a los 7 hombres que nos rodeaban y cada uno fue en distintas direcciones buscando lo que había pedido.
-Por favor, sálvala- casi me rogó.
-Voy a hacer lo posible- susurré arremangando mi remera. Fue ahí donde vi mis manos vendadas. -M****a, no puedo cocerla así- ambos miramos a la misma dirección.
-Maldición...-susurró alterado.
Los hombres comenzaron a acercarse poco a poco a nosotros, dejando los materiales que necesitaba a mi lado y, a su vez, iban abandonando la habitación.
No había tiempo que perder, la herida parecía grande, por la cantidad de sangre que perdía. Incluso comenzaba a resbalar por las manos del jefe, que seguía presionándola con fuerza.
-Tengo una idea- lo miré - Yo voy a decirte qué hacer-
Abrió sus hermosos ojos y sopesó la idea unos instantes.
-Nadie me dice que hacer, pero voy a darte esa excepción- respondió serio y recostó con cuidado a la joven en el piso, para poder posicionarse de otro modo.
Con ayuda de mis torpes manos y las suyas, acomodamos el cuerpo de modo que pudiéramos ver mejor la herida. Ocupaba la mitad derecha de su abdomen, y eso no era un buen signo.
-Comienza limpiando la herida con alcohol y las gasas- ordené.
El jefe sin perder tiempo siguió al pie de la letra lo dicho.
Mientras tanto yo intentaba evaluar posibles daños en otros órganos.
Él estaba sentado sobre sus pies, con las rodillas flexionadas y con su cuerpo inclinado hacia la joven. Se notaba que la conocía, por la familiaridad con la que actuaba.
-Listo- decretó.
- ¿Sabes coser? – pregunté.
-Me cocí una herida una vez... sí me guías, quizá pueda-
-Bien. Hagámoslo. - el jefe tomó la aguja con el hilo y comenzó a coser mientras yo lo guiaba. Al principio le costó, fue torpe e inclusive era obvio que la cicatriz que le iba a quedar a la adolescente probablemente sería más fea de lo normal. Pero hizo lo mejor que pudo, y en casos de urgencia como éstos, eso se valoraba más que nunca.
-Ya puedes cortar el hilo- dije una vez que la herida estaba lo suficientemente cerrada. Suspiró al terminar.
- ¿Y ahora? – se impacientó.
-Esperemos que despierte. En cuanto lo haga va a tener un dolor insoportable, hay que darle los calmantes. – tomé entre mis torpes manos vendadas la caja con las pastillas y se la tendí -Dile que los tome por una semana y veremos cómo evoluciona. -
Asintió en silencio volviendo a mirar a la chica.
-Lo importante- continué- es que la herida no se abra. A simple vista y por el sitio de la lesión, no hay órganos involucrados, sino que fue un corte bastante superficial, aunque grande. -
-Bien- suspiró y se dejó caer hacia atrás, apoyando su cabeza contra la pared. -Gracias...-
Imité su acción, sentándome y acomodando un poco mi cabello rebelde en una colita de pelo.
-No es nada. Lo has hecho muy bien...- intenté ser amable. El silencio reinó.
¿Y ahora? Se suponía que era el momento donde él me abría la puerta y yo recuperaba mi libertad; volvía a mi vida tranquila.
Pero eso no sucedió. Se puso de pie con prisa y dijo:
-Voy a buscar a Martin para que la lleve a su habitación a descansar- comenzó a caminar alejándose de mí. Pero antes de cruzar el umbral de la puerta, volteó y dijo -No te vayas, necesito hablar contigo- y dándome aquella orden, una vez más, me dejó sola con más preguntas que respuestas.
Dirigí mi mirada a la joven, que permanecía aún inconsciente. ¿Qué le habría sucedido? Se veía inocente…
¿Y qué relación tendría con el jefe?
En realidad, no quería saberlo. Mientras menos me involucrara en esto, más rápido podría salir de aquí.
Observé a mi alrededor: un salón con paredes claras de color crema delimitaban este inmenso espacio. Había tres sillones de color rojo, otro individual de color negro (que supuse era para el jefe) y una mesilla pequeña en el centro.
Del otro lado de la habitación había una mesa más grande, que era donde el jefe estaba hace un rato. La acompañaban diez sillas, todas de madera.
¿Dónde estaba? ¿Quiénes eran todas estas personas? ¿Cómo tenían tanto dinero?
Estaba claro que no era de forma legal, y a juzgar por el arma, no eran unos simples empresarios.
De pronto, un hombre se acercó a mí. Desviando mi atención del entorno, me crucé con sus jóvenes ojos.
Reconocí enseguida al muchacho de cabello rubio como “Martin”. Era el mismo que había descubierto a la joven apenas le dispararon. Parecía ser uno de los más cercanos al Jefe, algo así como su mano derecha, a pesar de no llegar a los veinte años.Se colocó de rodillas frente a la muchacha y con delicadeza la cargó entre sus brazos.Tras él, el Jefe apareció en mi campo visual. Su remera blanca seguía manchada con sangre y su cabello estaba revuelto, como si él mismo se hubiese despeinado. Su rostro seguía tan frío como de costumbre, pero teñido con una mezcla de preocupación y enojo.-Ven- sentenció con voz firme, mirándome directamente a los ojos.Me puse de pie y lo seguí en silencio atravesando el salón. Recorrimos otro pasillo que llevaba a una pequeña habitación, que supuse, era su despa
No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado. No había ninguna ventana en ésta habitación así que no podía ver si era de día o de noche.Luego de darle mil vueltas a la situación, y concluir que no tenía muchas opciones, me había quedado dormida.En ese momento no tenía hambre, supongo que, por los nervios, pero sí tenía sed.Me puse de pie y entré al baño que, recordaba, estaba detrás de la puerta de la izquierda. Rápidamente me acerqué al lavabo y abriendo la canilla con desesperación bebí el agua fresca que caía. Al instante mi garganta lo agradeció. Tomé un poco más de líquido entre mis manos y mojé mi rostro.Alcé la vista y me encontré con mi mirada triste y cansada. Enormes ojeras acompañaban mis ojos. Luego mi atención se
Dos golpes secos en la puerta me sobresaltaron. Me acerqué casi sin hacer ruido y murmuré un tímido "¿Quién es?".-Yo- era su voz. El “Jefe” de nuevo.-Pasa- respondí esperando que abriera la puerta con llave.Para mi sorpresa, giró la manija y entró como si nada.¡La puerta había estado abierta todo éste tiempo! ¿Cómo no se me ocurrió fijarme antes?Bueno, a decir verdad, no creí que sería tan estúpido…Sus ojos se encontraron con los míos haciendo vibrar mi pecho. Las gotas de mi cabello mojado aún resbalaban por mi espalda.Me miró de arriba abajo y viceversa, por el vestido que llevaba. Pero no dijo absolutamente nada respecto a eso.-Hay que hablar- comentó ingresando totalmente al cuarto y cerrando la puerta -Lamento toda la situación...- ambos est&aacu
Calculaba que habían pasado alrededor de dos horas desde que Martin me advirtió sobre aquella misteriosa reunión.La casa estaba totalmente en silencio y eso me hacía sospechar aún más de la situación.¿Qué estaba pasando allí abajo? ¿Qué hacían? ¿Por qué debía permanecer encerrada aquí?A medida que el tiempo transcurría en ésta casa, mis dudas crecían más y más. Pero ninguna respuesta llegaba…Bien, entonces las iba a buscar por mi propia cuenta.Me quité los zapatos para no hacer ruido al caminar. Me asomé por el pasillo y luego de comprobar que no había nadie, fui hacia las escaleras y bajé los primeros escalones.Me acerqué con cuidado a la baranda y escuché unas voces masculinas discutiendo.-No sé si pueda confiar en uste
Al cabo de un largo rato, ya no sabía qué hacer. Estaba recostada de lado sobre la cama, mirando hacia cualquier lado, sin pensar en nada y a la vez pensando en todo. Prácticamente había memorizado cada espacio: los muebles, el piso, las paredes...Sin embargo, algo me llamó la atención en ese instante: unas marcas en la pared blanca que estaba justo al lado de la cama.Parpadeé un par de veces para identificar si era real o estaba viendo mal.Me incorporé lentamente y me acerqué para verlas de cerca. Eran unas líneas negras, como ralladuras hechas sobre la pared con algún objeto filoso... Estaban una al lado de la otra y en gran cantidad; eran como cincuenta o sesenta líneas.Pasé las yemas de mis dedos por ellas... Definitivamente estaban talladas, no dibujadas.¿Qué significaban? ¿Para qué las habían hecho?Me di v
Al día siguiente, desperté, y deseé que todo fuera una pesadilla; que en realidad estuviera en mi cama, lejos de Alexander.Abrí los ojos y me encontré con la triste realidad de que todo era verdad. Me desperecé unos instantes y poniéndome de pie me quité el camisón que Sam me había prestado, para reemplazarlo por el vestido que usé ayer.Sin muchas ganas, bajé a la cocina para comer algo.Nadie me había dado permiso para salir de la habitación, pero tampoco me habían prohibido hacerlo.Entré con tranquilidad a la cocina y me relajé al ver que estaba sola. Fui abriendo distintos estantes hasta hallar lo que buscaba: café. Calenté un poco de agua y tomé una taza de color rojo que estaba en una de las alacenas.Estaba sirviendo el agua caliente en la vasija, cuando una voz femenina me sobresaltó.-A
-¿Ves qué fácil es hacer lo que digo?- se atrevió a decir.¡El maldito continuaba burlándose de mí! Inspiré hondo recordando que tenía un arma y que éste no era el momento de actuar… Pronto llegaría ese día.Comencé a caminar para abandonar la habitación, cuando Alexander sujetó con fuerza, pero sin lastimarme, mi brazo izquierdo.Furiosa volteé para encararlo.-Déjame. Ya hice lo que querías-Sus labios se movieron, como si fuera a decir algo... Pero en lugar de eso, con su mirada confundida, me soltó.Dejé la habitación a paso apresurado y subí por las escaleras.Estúpido psicópata. Demente. Bastardo.¿Quién se creía que era? En cuanto me pudiera escapar de este maldito lugar, lo metería en la cárcel.Estaba atrav
-Anne… Anne... Despierta--Mmm- balbuceé.-Joder Anne, cómo duermes- murmuró una voz con pesadez.Abrí los ojos intrigada y todavía medio dormida. ¿Quién me despertaría si yo vivo sola...?Hasta que lo vi y recordé. Pero eso no fue lo peor. Lo más grave fue que me encantó lo que estaba viendo.Alexander tenía una remera blanca, pegada a su cuerpo, lo cual hacía que sus músculos se notaran más. Su pelo estaba mojado y sus ojos brillaban reflejando la luz del sol que entraba por la ventana de la habitación.Antes, los primeros días que estaba aquí, habían cerrado esa ventana con una madera, por temor a que me escapara.Ayer, por fortuna, había logrado que la quitaran, y por fin podía saber si era de día o de noche.- ¿Qué pasó? - murmuré sent&a