Desperté confundida. Sentía unas caricias en mi vientre, pero mis manos estaban quietas.
Abrí mis ojos y encontré las grandes manos de Alexander deslizándose sobre mi piel.
Mi corazón se aceleró.
-Buen día, hermosa- susurró besando mi cuello.
-Buen día, amor.- respondí acariciando sus manos.
-Es increíble saber que una vida crece en tí, producto de nuestro amor-
-¿No tienes miedo?- pregunté temiendo un poco su respuesta.
-No. Bueno... Si, los miedos normales de todo padre primerizo - rió achinando sus ojos - Pero estoy muy feliz. No veo la hora de conocerlo. Gracias por darme una familia- miró mis ojos.
Rápidamente giré mi cuerpo y lo abracé con fuerza.
-Tenía tanto miedo de cómo lo ibas a tomar...- confesé.
-Lo sé. Yo también- rió -Pe
5 MESES DESPUÉS. Sonreí mientras miraba y acariciaba mi pancita. Estaba de seis meses y medio. Era pequeñita, pero el bebé se movía mucho, era igual de inquieto que el padre. Tenía mucha intriga de cómo sería. ¿Tendría sus ojos? Ojalá que sí. -Estoy tan feliz de haber dejado toda esa vida atrás- suspiré recostada en una silla. -También yo amor. No fue fácil...- murmuró Alexander. -Lo sé, lo que tuviste que hacer para poder escapar de todo aquello...- respondí. Asintió. -Ya está, dejémoslo atrás. Éste es nuestro presente, y nuestro futuro- besó mi vientre -Gracias por haberme esperado...- -No tienes que agradecerme, lo haría una y mil veces- hundí mis dedos entre sus cabellos, acariciando su cabeza -Gracias a tí por dejarme atravesar tu frío corazón - bromeé. -Un placer- reímos. Vivíamos en una ciudad distinta, muy lejos de la anterior. Nuestro hogar era una hermosa casa con un gran campo atrás. Y
Era una noche de otoño en un tranquilo pueblo. Estaba caminando por las calles desiertas en dirección a mi casa. Los zapatos de taco bajo provocaban un ruido que retumbaba en los callejones.Sabía que era peligroso estar sola a ésta hora, que cualquier cosa podía sucederme. Pero lo cierto es que no tenía alternativa.Trabajaba como médica en el hospital público de Riga, una pequeñísima ciudad en Europa. Me había criado lejos de aquí, junto a mis padres, y no estaba acostumbrada a que seamos pocos habitantes.Particularmente esa noche, algo dentro de mí me hacía estar en alerta. Tenía la sensación de que algo podría sucederme… Aunque tal vez, sólo estaba paranoica por los recientes sucesos de inseguridad de los que mi madre me hablaba.Apenas había terminado mi turno, después de una guardia de 14 horas sin desca
Sentí como de a poco era consciente de mí misma. Mi cuerpo estaba débil y cansado, sin fuerza.Un dolor de cabeza, como si un cuchillo se clavara en mi sien, hizo que frunciera el ceño.Abrí los ojos con cuidado, parpadeando un poco, confundida, para acostumbrarme a la luz.Un techo fue lo primero que ví. Era de madera... para nada igual al de mi casa. Y antes de que pudiera entrar en pánico recordando todo lo sucedido, una voz habló.-Al fin despiertas-En seguida miré al dueño de esa potente y gruesa voz. Estaba sentado en una silla al revés, apoyando su torso en el respaldo de la misma. Sus brazos tatuados estaban cruzados sobre el borde superior y su mirada me atravesaba más de lo que deseaba. Un escalofrío me recorrió. Se notaba desde lejos que era una persona segura y poderosa.- ¿Quién eres? ¿Qué quieres de m&i
Observé con cuidado a mi alrededor… Tan sólo había un pasillo desierto, lo cual debo confesar me sorprendió.¿Tan estúpidos eran mis secuestradores? ¿Sería tan fácil escapar al final?Comencé a caminar con sigilo por el corredor hasta que me encontré con unas escaleras. Desde donde estaba parada no podía ver a dónde me llevaban. Miré hacia los costados y como era de esperarse sólo había puertas cerradas. Por lo que, para salir, no me quedaba más remedio que bajar.Bajé lentamente, para no alertar a nadie. Llegué al primer descanso de las escaleras, antes de que éstas se desviaran a la derecha, y cuando iba a continuar el camino, algo sucedió.Unos gritos me hicieron frenar en seco y mi corazón comenzó a latir desesperado al escuchar la ira con la que salían aquellas palabras.
Ambos desviamos nuestros rostros hacia la puerta. Enseguida él se puso de pie y me dejó allí, sentada, con mis manos vendadas y perpleja... entendiendo cada vez menos.¿Dónde mierda me había metido? Parecía que jamás lograba irme de éste lugar.Asustada por quedarme sola en esa habitación, corrí tras él. Bajé las escaleras y frené en seco al ver la escena.- ¿¡Qué pasó? - gritaba desesperado el Jefe, mientras sostenía a una joven adolescente entre sus brazos. Pude ver rápidamente que ésta estaba inconsciente y de su abdomen salía sangre a borbotones, que el hombre intentaba detener en vano con su mano.-No lo sabemos, escuchamos el disparo y salimos a ver qué sucedía. Y la encontramos en el piso así- le respondió un muchacho joven, rubio, que parecía tener 18 años
Reconocí enseguida al muchacho de cabello rubio como “Martin”. Era el mismo que había descubierto a la joven apenas le dispararon. Parecía ser uno de los más cercanos al Jefe, algo así como su mano derecha, a pesar de no llegar a los veinte años.Se colocó de rodillas frente a la muchacha y con delicadeza la cargó entre sus brazos.Tras él, el Jefe apareció en mi campo visual. Su remera blanca seguía manchada con sangre y su cabello estaba revuelto, como si él mismo se hubiese despeinado. Su rostro seguía tan frío como de costumbre, pero teñido con una mezcla de preocupación y enojo.-Ven- sentenció con voz firme, mirándome directamente a los ojos.Me puse de pie y lo seguí en silencio atravesando el salón. Recorrimos otro pasillo que llevaba a una pequeña habitación, que supuse, era su despa
No sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado. No había ninguna ventana en ésta habitación así que no podía ver si era de día o de noche.Luego de darle mil vueltas a la situación, y concluir que no tenía muchas opciones, me había quedado dormida.En ese momento no tenía hambre, supongo que, por los nervios, pero sí tenía sed.Me puse de pie y entré al baño que, recordaba, estaba detrás de la puerta de la izquierda. Rápidamente me acerqué al lavabo y abriendo la canilla con desesperación bebí el agua fresca que caía. Al instante mi garganta lo agradeció. Tomé un poco más de líquido entre mis manos y mojé mi rostro.Alcé la vista y me encontré con mi mirada triste y cansada. Enormes ojeras acompañaban mis ojos. Luego mi atención se
Dos golpes secos en la puerta me sobresaltaron. Me acerqué casi sin hacer ruido y murmuré un tímido "¿Quién es?".-Yo- era su voz. El “Jefe” de nuevo.-Pasa- respondí esperando que abriera la puerta con llave.Para mi sorpresa, giró la manija y entró como si nada.¡La puerta había estado abierta todo éste tiempo! ¿Cómo no se me ocurrió fijarme antes?Bueno, a decir verdad, no creí que sería tan estúpido…Sus ojos se encontraron con los míos haciendo vibrar mi pecho. Las gotas de mi cabello mojado aún resbalaban por mi espalda.Me miró de arriba abajo y viceversa, por el vestido que llevaba. Pero no dijo absolutamente nada respecto a eso.-Hay que hablar- comentó ingresando totalmente al cuarto y cerrando la puerta -Lamento toda la situación...- ambos est&aacu