Pronto disponible MI SEÑOR. Una historia llena de romance, oscuridad, poder, dominio, y sentimientos que se descubren en cada capítulo. Dulce cree ser rescatada de una vida de esclavitud, pero esa momentánea libertad le es arrebatada por su mismo salvador. Una subasta puede condenarte... o puede cambiar tu existencia. Una historia antes de Compláceme y Destrúyeme.
Al volver a ver a mi hermano, no sentí más que desprecio y pena por él, pena por haberlo perdido antes de darme cuenta. Pero, aun así, solté la mano de Julián y crucé la vacía sala del consejo hasta alcanzarlo. Me acerqué a él. Tenía que hablarle mientras los socios aun no llegaran, después ya no tendría oportunidad. —Iván. Mi hermano me miró de reojo y esbozó una sonrisa agridulce. —Creí que desaparecerías por más tiempo. Esperaba no tener que verte tan pronto. De reojo miré como del otro lado de la sala, Julián apretaba los labios. Le hice un gesto para que no viniera a nosotros; era deber mío y solo mío tratar de salvar mi relación con mi única familia. —Lo que me hiciste... No estas arrepentido, ¿verdad? Iván soltó una risita. Me dolió darme cuenta de lo bien que lo conocía; yo misma me había hecho la tonta todos esos años, había creado a un hermano bueno y leal que no existía. —¿Arrepentirme? ¿Por qué habría de hacerlo? Solo utilicé a mi inútil hermana gemela para
Con una mirada que me heló la sangre, lo vi tensar el brazo y, menos de un segundo después, apretó el gatillo y hubo un estallido, la bala impactó. Asustada me llevé ambas manos a la boca para no gritar. Matt soltó un aullido de dolor y cayó al suelo retorciéndose de dolor. La sangre de inmediato comenzó a bañar el piso. —Elaine, vámonos —me ordenó con la mandíbula tensa y una mirada llena de ira contenida. Pero yo no pude moverme. Solo pude mirar como Matt se sujetaba el costado, mientras su camisa se teñía de un inquietante carmesí. —¿P-por qué le... disparaste? —murmuré con un hilillo de voz, cerca de entrar en shock. Julián se guardó el arma y vino hacía mí, totalmente furioso. Me tomó del cuello y me empujó contra la pared, ignorando al chico que agonizaba a nuestros pies. Jadeé cuando me cortó el flujo de oxígeno. —A mí me gustaría saber hasta dónde llegaste con él. Me gustaría saber qué haces aquí. Me gustaría que me explicaras por qué hiciste todo esto, porque me
Nunca me agradó la ropa oscura, decía demasiado de las situaciones, del dolor y la pena. Pero en ese momento, la detesté con todo el corazón, la odié. Odié ver a todos mis conocidos vestir de negro, y más me odié a mí por usar lo mismo. Odié el contraste de colores con el traje que usaba mi padre. Odié que, mientras todos vestíamos de negro, el vistiera su favorito traje blanco. Con soltura me limpié las lágrimas del rostro y traté de mantener la compostura. Mi hermano mayor me miró desde el otro extremo de ataúd y negó. Aunque era el funeral de mi papá, no podíamos llorar y sacar todo lo que estábamos conteniendo; no mientras los socios y accionistas más importantes de la empresa familiar se encontrarán allí. Como los hijos únicos del presidente de la empresa, no podíamos arruinar la imagen de la familia y la empresa llorando como niños. Y eso mi hermano gemelo lo entendía; Ivan era mucho más fuerte que yo. —Lo lamento tanto, Elaine. Tu padre era extraordinario. Miré a Aarón, el
Arrojó un puñado de documentos sobre la mesa del comedor, y yo inmediatamente los tomé, comencé a revisarlos. No entendía mucho de finanzas y contratos, pero había estado al lado de mi padre el tiempo suficiente para aprender lo básico. Y esos conocimientos básicos bastaron para que pronto entendiera el significado de todo ese papeleo. Mi rostro perdió todo color. —No... No es posible —musité con voz débil—. Mi padre jamás lo perdería todo así. Él nunca... —Tu padre invirtió en negocios de alto riesgo —me cortó el señor Julián con su autoritaria voz, tomando asiento al otro extremo de la mesa—. Especuló en la bolsa de valores como sí de un juego se tratase. Y todo eso lo llevó al borde de la ruina. Continué mirando los documentos, absorta por los números rojos y la gran cantidad de ceros en las cuentas bancarias, tanto de la familia como de la empresa. El señor Julián tenía razón, los negocios de mi padre estaban a punto de perderse; estábamos a punto de declararnos en banca rota.
Bajé los ojos a la amplia falda blanca del vestido, llena de sutil pedrería, con un intricado bordado de hojas otoñales. Y sentí una enorme y asfixiante presión en el pecho. —Elaine, ¿en realidad estás haciendo esto? —dijo Aarón, mirándome con preocupación y reproche. Alcé los ojos y lo miré a través del espejo. Le sonreí y traté de no llorar, de no delatarme. —Sé que te sorprende que me case tan de repente, y sé que mi prometido te desagrada... —Acepto que el señor Ferrer es un empresario joven y atractivo, tiene fortuna, pero es un hombre frío y despiadado en los negocios. No parece tu tipo, Elaine, tú eres una niña dulce y amable, pero él es todo lo contrario a ti... Él es demandante y de carácter... Lo interrumpí de inmediato, sí seguía hablando así, solo me asustaría más de lo que ya me sentía. Ya le temía a mi futuro marido lo suficiente. —Señor Aarón, por favor. Sé lo que hago. Yo... yo estoy enamorada de él —mentí con dificultad. No le podía decir que yo era parte de
Jadeé de dolor cruzó la habitación en pocas zancadas y sorpresivamente me tomó de la muñeca, obligándome a levantarme del suelo. Su helada mirada cayó sobre la pequeña caja de terciopelo que yo aun sostenía con fuerza. —Ya veo lo que ocurre —dijo y sonrió con burla. Intenté esconder el anillo tras mi espalda, pero él fue más rápido y de un movimiento me lo arrancó de las manos. Y sosteniéndolo fuera de mi alcance, lo miró con curiosidad. —Me sorprende que alguien como tú, sea capaz de apreciar algo como esto —dijo bajando la mirada hasta la mía. Sollocé y él me miró con desagrado, al borde de la repugnancia. ¿Qué podía haber en mí que tanto le desagradaba? —Mejor dicho, es sorprendente saber que alguien como tú se haya enamorado de un chico como él, cuyo futuro es difícilmente prometedor. Apreté los labios e intenté recuperar el anillo, pero a él solo le basto levantar más el brazo para mantenerlo lejos de mí. —¿No crees que es mejor así? —inquirió y tirando de mi muñeca, me pe
Jadeé de dolor cruzó la habitación en pocas zancadas y sorpresivamente me tomó de la muñeca, obligándome a levantarme del suelo. Su helada mirada cayó sobre la pequeña caja de terciopelo que yo aun sostenía con fuerza. —Ya veo lo que ocurre —dijo y sonrió con burla. Intenté esconder el anillo tras mi espalda, pero él fue más rápido y de un movimiento me lo arrancó de las manos. Y sosteniéndolo fuera de mi alcance, lo miró con curiosidad. —Me sorprende que alguien como tú, sea capaz de apreciar algo como esto —dijo bajando la mirada hasta la mía. Sollocé y él me miró con desagrado, al borde de la repugnancia. ¿Qué podía haber en mí que tanto le desagradaba? —Mejor dicho, es sorprendente saber que alguien como tú se haya enamorado de un chico como él, cuyo futuro es difícilmente prometedor. Apreté los labios e intenté recuperar el anillo, pero a él solo le basto levantar más el brazo para mantenerlo lejos de mí. —¿No crees que es mejor así? —inquirió y tirando de mi muñeca, me pe
Su mano se desplazó hasta mi espalda baja y, atrayéndome hacía sí, inclinó la cabeza hasta rozar mi oído con los labios. Su aliento me cosquilleó la piel. —Ahora dime, ¿sigues creyendo que no me perteneces? —musitó, presionando mi cuerpo contra el suyo, mientras la música nos mecía en un baile suave y lento—. ¿Aun piensas que no puedo obligarte a hacer lo que yo diga? ¿Todavía crees que no puedo prohibirte dejar de fantasear con ese niño idiota? Apreté los labios y apoyé la frente en su hombre, incapaz de responder e incapaz de alejarme. Le temía, en verdad le temía. —¿Señor Ferrer? —dijo de repente la suave voz de mi hermano. Rápidamente alcé la cabeza y fijé mi esperanzada mirada en mi hermano gemelo. Pero él solo mantuvo sus ojos en su nuevo accionista. —Me gustaría tener un momento con la novia —le dijo. El señor Ferrer dejó de bailar y yo también me detuve. Un momento después me soltó y me ofreció a mi hermano con una sonrisa casi diplomática. Pude notar que su repulsi