Con una mirada que me heló la sangre, lo vi tensar el brazo y, menos de un segundo después, apretó el gatillo y hubo un estallido, la bala impactó. Asustada me llevé ambas manos a la boca para no gritar.
Matt soltó un aullido de dolor y cayó al suelo retorciéndose de dolor. La sangre de inmediato comenzó a bañar el piso.
—Elaine, vámonos —me ordenó con la mandíbula tensa y una mirada llena de ira contenida.
Pero yo no pude moverme. Solo pude mirar como Matt se sujetaba el costado, mientras su camisa se teñía de un inquietante carmesí.
—¿P-por qué le... disparaste? —murmuré con un hilillo de voz, cerca de entrar en shock.
Julián se guardó el arma y vino hacía mí, totalmente furioso. Me tomó del cuello y me empujó contra la pared, ignorando al chico que agonizaba a nuestros pies.
Jadeé cuando me cortó el flujo de oxígeno.
—A mí me gustaría saber hasta dónde llegaste con él. Me gustaría saber qué haces aquí. Me gustaría que me explicaras por qué hiciste todo esto, porque me empujaste a este punto.
Aunque temblaba de miedo, le sostuve la mirada lo mejor que pude. Meses atrás me había casado con él, aun cuando no lo conocía y me desagradaba, y todo por culpa de mi padre y de un contrato que había hecho con Julián; donde yo era el beneficio que recibiría a cambio de su billonaria inversión en la empresa de mi familia.
Sin opción de negarme, me había casado sin amarlo, dejando atrás a mi familia y al hombre que amaba.
—Te odio... —declaré con dificultad—… Te odio con el alma...
Me había casado con él y soportado humillaciones, burlas y su desprecio por mí, pero a pesar de todo eso, había terminado enamorándome de él. Me había enamorado y fantaseado con que él sintiera lo mismo, o al menos, algo similar.
Mi marido esbozó una media sonrisa cargada de cruel burla.
—¿Me odias, cariño? Por un tiempo llegaste a confundirme, pero con todo esto qué has hecho, déjame repetirte lo mismo...
Y enterrándome los dedos en la garganta, inclinó la cabeza y sus fríos labios rozaron mi oreja.
—El sentimiento es mutuo. Tú tampoco me agradas, pero tampoco pienso dejarte escapar. En el altar te dije que serías mía para toda la vida, y aunque no te guste, así será.
Me dolió el pecho. Había sido patética por él, y él nunca me había amado de verdad. Durante todo mi matrimonio, había pensado que yo solo era un negocio para él; pero la verdad, Julián Ferrer solo me había tomado como esposa por egoísmo, por crueldad y, más que nada, para castigarme por algo de lo que yo no tenía ninguna culpa.
Él me estaba castigando y haciendo pagar por los errores de otros.
—Yo... nunca te interesé —añadí con voz aguda, apenas conteniendo las lágrimas—. Solo te encaprichaste conmigo, solo fue una obsesión para ti...
En respuesta, sus labios dejaron mi oído para deslizarse sobre mi piel, hasta alcanzar mis labios. No le importó que estuviera llorando.
—Así que ya conoces el motivo que me llevó a casarme con una chiquilla como tú.
Me tembló el labio inferior ante su tono inflexivo, no estaba sorprendido ni afectado.
—Lo sé, y no volveré contigo... —logré decir—. Eres despreciable, te aborrezco, Julián.
Su azulada mirada se oscureció, y yo creí que me asfixiaría allí mismo, pero hizo lo contrario. Me soltó y yo caí de rodillas a sus pies, me llevé una mano a la garganta, jadeando y tosiendo sin control. Todo mi cuerpo temblaba.
—¿Qué no volverás? —se jactó pasando por encima de Matt—. El hecho de que sepas la verdad no cambia nada entre tú y yo, nada en absoluto. Así que despídete de tu amigo, Elaine.
¿Hasta que punto llegaría conmigo? ¿Cuanto más soportaría?
Nunca me agradó la ropa oscura, decía demasiado de las situaciones, del dolor y la pena. Pero en ese momento, la detesté con todo el corazón, la odié. Odié ver a todos mis conocidos vestir de negro, y más me odié a mí por usar lo mismo. Odié el contraste de colores con el traje que usaba mi padre. Odié que, mientras todos vestíamos de negro, el vistiera su favorito traje blanco. Con soltura me limpié las lágrimas del rostro y traté de mantener la compostura. Mi hermano mayor me miró desde el otro extremo de ataúd y negó. Aunque era el funeral de mi papá, no podíamos llorar y sacar todo lo que estábamos conteniendo; no mientras los socios y accionistas más importantes de la empresa familiar se encontrarán allí. Como los hijos únicos del presidente de la empresa, no podíamos arruinar la imagen de la familia y la empresa llorando como niños. Y eso mi hermano gemelo lo entendía; Ivan era mucho más fuerte que yo. —Lo lamento tanto, Elaine. Tu padre era extraordinario. Miré a Aarón, el
Arrojó un puñado de documentos sobre la mesa del comedor, y yo inmediatamente los tomé, comencé a revisarlos. No entendía mucho de finanzas y contratos, pero había estado al lado de mi padre el tiempo suficiente para aprender lo básico. Y esos conocimientos básicos bastaron para que pronto entendiera el significado de todo ese papeleo. Mi rostro perdió todo color. —No... No es posible —musité con voz débil—. Mi padre jamás lo perdería todo así. Él nunca... —Tu padre invirtió en negocios de alto riesgo —me cortó el señor Julián con su autoritaria voz, tomando asiento al otro extremo de la mesa—. Especuló en la bolsa de valores como sí de un juego se tratase. Y todo eso lo llevó al borde de la ruina. Continué mirando los documentos, absorta por los números rojos y la gran cantidad de ceros en las cuentas bancarias, tanto de la familia como de la empresa. El señor Julián tenía razón, los negocios de mi padre estaban a punto de perderse; estábamos a punto de declararnos en banca rota.
Bajé los ojos a la amplia falda blanca del vestido, llena de sutil pedrería, con un intricado bordado de hojas otoñales. Y sentí una enorme y asfixiante presión en el pecho. —Elaine, ¿en realidad estás haciendo esto? —dijo Aarón, mirándome con preocupación y reproche. Alcé los ojos y lo miré a través del espejo. Le sonreí y traté de no llorar, de no delatarme. —Sé que te sorprende que me case tan de repente, y sé que mi prometido te desagrada... —Acepto que el señor Ferrer es un empresario joven y atractivo, tiene fortuna, pero es un hombre frío y despiadado en los negocios. No parece tu tipo, Elaine, tú eres una niña dulce y amable, pero él es todo lo contrario a ti... Él es demandante y de carácter... Lo interrumpí de inmediato, sí seguía hablando así, solo me asustaría más de lo que ya me sentía. Ya le temía a mi futuro marido lo suficiente. —Señor Aarón, por favor. Sé lo que hago. Yo... yo estoy enamorada de él —mentí con dificultad. No le podía decir que yo era parte de
Jadeé de dolor cruzó la habitación en pocas zancadas y sorpresivamente me tomó de la muñeca, obligándome a levantarme del suelo. Su helada mirada cayó sobre la pequeña caja de terciopelo que yo aun sostenía con fuerza. —Ya veo lo que ocurre —dijo y sonrió con burla. Intenté esconder el anillo tras mi espalda, pero él fue más rápido y de un movimiento me lo arrancó de las manos. Y sosteniéndolo fuera de mi alcance, lo miró con curiosidad. —Me sorprende que alguien como tú, sea capaz de apreciar algo como esto —dijo bajando la mirada hasta la mía. Sollocé y él me miró con desagrado, al borde de la repugnancia. ¿Qué podía haber en mí que tanto le desagradaba? —Mejor dicho, es sorprendente saber que alguien como tú se haya enamorado de un chico como él, cuyo futuro es difícilmente prometedor. Apreté los labios e intenté recuperar el anillo, pero a él solo le basto levantar más el brazo para mantenerlo lejos de mí. —¿No crees que es mejor así? —inquirió y tirando de mi muñeca, me pe
Jadeé de dolor cruzó la habitación en pocas zancadas y sorpresivamente me tomó de la muñeca, obligándome a levantarme del suelo. Su helada mirada cayó sobre la pequeña caja de terciopelo que yo aun sostenía con fuerza. —Ya veo lo que ocurre —dijo y sonrió con burla. Intenté esconder el anillo tras mi espalda, pero él fue más rápido y de un movimiento me lo arrancó de las manos. Y sosteniéndolo fuera de mi alcance, lo miró con curiosidad. —Me sorprende que alguien como tú, sea capaz de apreciar algo como esto —dijo bajando la mirada hasta la mía. Sollocé y él me miró con desagrado, al borde de la repugnancia. ¿Qué podía haber en mí que tanto le desagradaba? —Mejor dicho, es sorprendente saber que alguien como tú se haya enamorado de un chico como él, cuyo futuro es difícilmente prometedor. Apreté los labios e intenté recuperar el anillo, pero a él solo le basto levantar más el brazo para mantenerlo lejos de mí. —¿No crees que es mejor así? —inquirió y tirando de mi muñeca, me pe
Su mano se desplazó hasta mi espalda baja y, atrayéndome hacía sí, inclinó la cabeza hasta rozar mi oído con los labios. Su aliento me cosquilleó la piel. —Ahora dime, ¿sigues creyendo que no me perteneces? —musitó, presionando mi cuerpo contra el suyo, mientras la música nos mecía en un baile suave y lento—. ¿Aun piensas que no puedo obligarte a hacer lo que yo diga? ¿Todavía crees que no puedo prohibirte dejar de fantasear con ese niño idiota? Apreté los labios y apoyé la frente en su hombre, incapaz de responder e incapaz de alejarme. Le temía, en verdad le temía. —¿Señor Ferrer? —dijo de repente la suave voz de mi hermano. Rápidamente alcé la cabeza y fijé mi esperanzada mirada en mi hermano gemelo. Pero él solo mantuvo sus ojos en su nuevo accionista. —Me gustaría tener un momento con la novia —le dijo. El señor Ferrer dejó de bailar y yo también me detuve. Un momento después me soltó y me ofreció a mi hermano con una sonrisa casi diplomática. Pude notar que su repulsi
Cerré los ojos y los apreté con fuerza, conteniendo el inusual sonido que luchaba por escapar desde el fondo de mi garganta. Me contuve, mientras sentía su lengua deslizarse caliente por mi piel, recorriendo mi cuello, despertando un no sé qué desde el fondo de mi ser. —A juzgar por la manera en que te mantienes tan rígida, puedo asegurar que no has llegado demasiado lejos con nadie... ni siquiera con él —musitó con seducción, presionándome contra sí. No respondí nada, pero jadeé de sorpresa cuando de improvisto me tomó de los muslos y me cargó. Por simple instinto rodeé sus caderas con mis piernas, temiendo caer. Abrí los parpados y lo miré, directo a esos invasivos ojos azules y, aunque su cercanía seguía asustándome, en ese momento sentía algo más que miedo, algo intenso. Él sonrió un poco al verme tan sorprendida como asustada. —Lo que viene a continuación... no prometo que vaya a gustarte, eso dependerá de ti. En cuanto lo dijo, se sentó en el borde de la cama, y yo qued
Sollocé con el rostro ocultó en las sábanas, aferrándome a las almohadas y a un espacio en mi mente; un espacio donde él no existía, dónde yo aún era soltera, donde iba a la universidad y salía a bailar con Matt... Sin embargo, ese refugio en mi imaginación se desvanecía en cuanto el hombre sobre mí me embestía sin piedad, aplastándome contra el colchón y haciéndome llorar. Entonces mi corazón golpeaba mi pecho y era plenamente consciente de su sexo dentro de mí, entrando y saliendo una vez tras otra. También era consciente del golpe entre nuestros cuerpos, de los jadeos que emitía en mi oído intencionalmente, de la manera en que me clavaba los dedos en la cintura... Pero, sobretodo, era consciente de lo mucho que disfrutaba tirándome del cabello mientras arremetía contra mí. Al menos, así fue por casi toda la noche; él se balanceó sobre mí con violencia y brusquedad, sin importarle que esa fuese mi primera vez con un hombre. Y yo permanecí quieta bajo su cuerpo, jadeando y sollo