Bajé los ojos a la amplia falda blanca del vestido, llena de sutil pedrería, con un intricado bordado de hojas otoñales.
Y sentí una enorme y asfixiante presión en el pecho.
—Elaine, ¿en realidad estás haciendo esto? —dijo Aarón, mirándome con preocupación y reproche.
Alcé los ojos y lo miré a través del espejo. Le sonreí y traté de no llorar, de no delatarme.
—Sé que te sorprende que me case tan de repente, y sé que mi prometido te desagrada...
—Acepto que el señor Ferrer es un empresario joven y atractivo, tiene fortuna, pero es un hombre frío y despiadado en los negocios. No parece tu tipo, Elaine, tú eres una niña dulce y amable, pero él es todo lo contrario a ti... Él es demandante y de carácter...
Lo interrumpí de inmediato, sí seguía hablando así, solo me asustaría más de lo que ya me sentía. Ya le temía a mi futuro marido lo suficiente.
—Señor Aarón, por favor. Sé lo que hago. Yo... yo estoy enamorada de él —mentí con dificultad.
No le podía decir que yo era parte de un trato que mi padre había hecho con ese despiadado hombre, que me había ofrecido como su esposa; y que, si me negaba, la empresa terminaría en la ruina, y quién sabe qué podría pasar conmigo. Además de perderlo todo, tal vez el señor Ferrer llegará más lejos.
No, no podía decirle nada de eso.
—Nunca nos dijiste que tenían un compromiso. Tu padre nunca lo supo.
En el espejo, vi las finas transparencias en las mangas, adornadas con sutil pedrería. Luego miré el escote en forma de corazón y el corpiño, ceñido muy bien a mi cintura. Era un vestido hermoso, costoso y de alta costura.
Lo odié. Odié cada centímetro de él con todo mi corazón.
—Lo siento, Aarón. Lamento haberlo mantenido en secreto. Sólo... sólo sabía el odio que mi padre sentía por Julián.
Él soltó un incrédulo bufido.
—¿Y solo esperabas a que muriera para poder casarte? ¿Esperabas su muerte para casarte con ese despiadado hombre?
Reprimí un gesto de dolor. Yo no era así. Yo jamás me enamoraría del hombre a quien mi padre más había odiado, aun si me casaba con él.
—Lo siento, no quería... Yo no quería desilusionarlo...
—Pues ya lo estás haciendo —me cortó, decepcionado y molesto—. Te vas a casar con el hombre que más odió.
Mis ojos se llenaron de lágrimas y no respondí nada.
—No puedo creer que tu hermano estuviera de acuerdo.
¿Mi hermano? Después del funeral, le había hablado sobre mi conversación con el señor Ferrer, esperando que me dijera que no me casara, que juntos encontraríamos otra salida... Pero me sorprendió cuando apoyó al señor Ferrer y me dijo que era lo mínimo que podía hacer por la empresa y la familia.
"—Si casarte con ese hombre evita que nuestro nombre quede en el fango, debes hacerlo, hermanita —había dicho Iván, en cuanto le conté todo sobre el contrato entre nuestro padre y el señor Ferrer—. Yo llevo años trabajando y preparándome para suceder a nuestro padre, pero ¿qué has hecho tú por la familia y la empresa, Elaine? Piensa bien qué vale más, ¿tus infantiles sueños sobre felicidad, o el prestigio y bienestar de tu familia...?"
Exhalé volviendo al presente, preguntándome si Iván me quería un poco.
—Iván..., mi hermano me quiere y apoya —le mentí a Aarón, a punto de llorar.
Pero me contuve con éxito hasta que el amigo de mi padre se dio la vuelta y salió de mi habitación. Entonces comencé a sollozar, sin importarme nada más que desahogarme.
Quería decirles a todos que yo no quería casarme, y que el señor Ferrer y mi propio hermano me estaban obligando a hacerlo.
—Elaine.
Esa voz me hizo mirar de nuevo hacia la puerta. Allí había un chico poco mayor que yo, de cabello castaño claro y suaves ojos azul cielo.
—Matías... —musité, sin poder creer que realmente estuviera allí.
Él no respondió de inmediato, primero miró con asombro mi vestido de novia; lo recorrió desde los pies, hasta alcanzar el anillo de compromiso en mi mano derecha.
—Todo mundo comentaba lo mismo —dijo al fin, buscando mi mirada con expresión turbada—. Decían que la hija del Ceo se casaría con un misterioso hombre. Un tipo millonario que repentinamente había invertido mucho dinero en acciones de la empresa.
No lo pensé, con el corazón en la garganta me dirigí hacía él. Pero no me atreví a tocarlo.
—No lo entiendes, Matt —le dije hablando apresuradamente—. Yo no quería...
—Pero aún con todo lo que decían, yo no les creí, ¿cómo podría hacerlo, Elaine? — murmuró, dolido—. ¿Cómo podría creer que mi novia, la chica que amo, con quién llevaba saliendo más de 2 años, se iba a casar con otro? Era una tontería.
Sentí mi garganta contraerse dolorosamente.
—Matt...
—No te había vistos desde hacía semanas, desde que tu padre enfermó —poco a poco, su voz se volvió más firme, más indignada y dolida—. Pero confiaba en ti. Confiaba ciegamente en que tú, de entre todo el mundo, nunca me haría tal cosa. Cómo un estúpido, siempre confié en que tú jamás me traicionarías así, que me engañarías.
Apreté los labios mientras las lágrimas nublaban mi visión.
—Matt, por favor, no fue...
—Jamás creí me harías esto, Eli. Nunca imaginé que te casarías de esta forma, qué no te importaría lo que yo sintiera al verte así, a punto de convertirte en la mujer de otro.
Y con ello, todo el dolor en sus ojos en un segundo se vio sustituido por el sentimiento de traición. Meneó la cabeza, mirándome con absoluto desprecio.
—¿Alguna vez pensabas decírmelo? —quiso saber—. ¿Tenías la intención de enfrentarme y decirme que estabas viendo a otro hombre? ¿O es que esperabas esto: casarte sin siquiera tomarme en cuenta?
Siempre había soñado con mi boda, en una sociedad donde ya casi ninguna chica piensa en casarse, yo era diferente. Yo sí deseaba una boda, pero no así.
—Sí pensé en decírtelo —le dije con voz contenida—. Aunque soy una cobarde miedosa, sí pensé en hablar contigo. Quería contártelo y disculparme por fallar en lo nuestro, por... hacerte vivir todo esto.
Yo aún creía en el matrimonio por amor, y siempre había creído que mi boda sería un momento único, con un hombre que me amará y a quien yo amará.
—¿Hablas en serio? —inquirió con brusquedad—. ¿Y cuándo ibas a decírmelo? ¿Hoy? ¿Dentro de un mes? ¿Dentro de un año?
No respondí, y él con exasperación me tomó de un brazo, atrayéndome hacía él con fuerza. Me miró con las pupilas dilatadas y la mandíbula apretada.
—¡¿Cuándo ibas a hablar conmigo, Elaine?! —exigió saber, apretándome el brazo.
Sollocé un poco, asustada. Pero él había perdido el control, y no me escuchaba.
—¡¿Cuándo ibas a decirme que, mientras yo ahorraba y trabajaba como un demente para comprarte esto, tú veías a otro y planeabas una boda con él?!
Antes de poder preguntarme a qué se refería, me soltó y me empujó lejos de él. Un segundo después, con furia arrojó al suelo una pequeña caja de terciopelo negro. La caja rodó hasta mis pies.
Y supe lo que contenía era antes que Matt lo dijera.
—Es un anillo de oro, con una gema rosa, porque sé cuánto te gustan. Pensaba dártelo hace unos días —suspiró retrocediendo un par de pasos, respirando agitadamente para recuperar el control—. Pero sucedió la muerte de tu padre. Me tomó un año de trabajo y esfuerzo reunir el dinero suficiente para comprarlo.
Con el corazón hecho un nudo y los ojos llenos de lágrimas, me arrodillé y tomé entre mis manos la pequeña caja. La abrí.
—Yo... estaba listo para pedirte matrimonio —continuó Matt, mientras yo miraba la gema en el anillo. Era muy hermosa—. Iba a esforzarme más, hasta merecerte. Quería casarme contigo, y quería hacerlo como es debido. Darte un anillo a tu nivel, comprarte el vestido que quisieras.
Durante los últimos 3 años, el tiempo exacto que llevaba de conocer a Matías, había vislumbrado una vida con él. Había imaginado que, inevitablemente, algún día él y yo nos casaríamos y que formaríamos una familia. Y no había sido la única que soñaba con eso, él también lo hacía.
—Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, por mantenerte conmigo, porqué siguieras mirándome. Pero está claro que todo eso era solo cosa mía.
Alcé la vista hacía él, queriendo negar y contarle todo. Sin embargo, el desprecio en sus ojos y la sonrisa dolida que esbozó me dejaron muda.
—Tú nunca me viste como algo serio, ¿no es así?
Escucharle decir eso, me partió el alma.
—Matt, ¿cómo puedes...?
—“¿Cómo puedo creer eso de ti?” —completó por mí, sonando burlón—. ¿Qué quieres que crea de ti? Me has engañado, Elaine, estás por casarte. Es claro que te burlaste de mí, jamás pensaste en formar una vida conmigo.
No es así, le dije en mi fuero interno, mirándolo con dolor. Yo siempre pienso en ti. Nunca me burlé, nunca te engañé...
—No... yo no quise esto —musité, tratando que me entendiera—. No fue mi intención hacerte esto. Nunca busqué...
—¿Dices que no es tu intención casarte? —me interrumpió, hablando entre dientes —. ¡¿Acaso dirás que no vas a casarte con ese hombre?! ¡¿Lo dirás, Elaine?!
Apreté los labios, conteniendo mis sollozos. No podía decir eso, aunque lo deseaba con fervor. No podía retractarme, sí lo hacía, la empresa que mi padre y Aarón habían construido con tanto esfuerzo, sería consumida por ese hombre, o terminaría hundiéndose.
Y todo por mi egoísmo, por solo pensar en mí.
—Eso pensé —su voz fue agría, aunque también dolida—. Tú nunca pensaste en casarte con un hombre como yo, siempre tuviste claro que te casarías con alguien igual a ti. Siempre supiste que estabas destinada a un hombre como él.
Eso era mentira. Durante los últimos 2 años, el tiempo que Matt y yo habíamos sido novios, yo sí había pensado en casarme, y siempre había creído que sería con él. Siempre que pensaba en mi boda, que soñaba con ella, Matt estaba a mi lado.
En mi cabeza, él y yo nos casábamos, siempre nos casábamos...
Pero solo un par de semanas después de la muerte de mi padre... Me encontraba usando un precioso vestido de novia, a punto de casarme, pero no con Matt, sino con un hombre completamente distinto a él. Uno al cual detestaba con el alma.
—Aunque no lo creas, deseo que él te haga feliz, Eli. Lo deseo en verdad.
Mi labio inferior comenzó a temblar, a la vez que trataba de contener el llanto para no romperme.
—Matt... —musité con la voz rota—. Por favor, no...
—Y perdóneme, señorita DeRose, pero no puedo quedarme a su boda. En realidad, espero no verla nunca más —dicho esto, se marchó.
Cuando salió de la habitación, apreté los ojos con fuerza y abracé la pequeña caja contra mi pecho, sintiendo un indescriptible sufrimiento ahogarme. Sollocé sin poder evitarlo.
—Perdón, perdón...
Sentía como lo estaba perdiendo todo, como cada color en mi vida se volvía gris, como mi vida se desmoronaba a mis ojos...
—Así que ese mocoso es la razón por la que lloras siempre —comentó una fría voz masculina, sobresaltándome.
Al levantar la mirada, descubrí al señor Julián de pie en la puerta de mi habitación; traía puesto un sofisticado esmoquin, con una rosa blanca en la solapa. Se veía realmente apuesto, tan atractivo como indescifrable.
Me observó sin la más mínima pizca de empatía o de afecto. ¿Por qué quería casarse conmigo cuando ni siquiera ocultaba lo mucho que me despreciaba?
¿Yo era parte de algún capricho suyo, de alguna una venganza? ¿Cuál era la razón que le llevaba a querer convertirme en su esposa?
—Supongo que, también, ese chico es el motivo por el que no quieres que nadie sepa la verdadera razón por la que te casas conmigo. ¿O estoy en un error?
Jadeé de dolor cruzó la habitación en pocas zancadas y sorpresivamente me tomó de la muñeca, obligándome a levantarme del suelo. Su helada mirada cayó sobre la pequeña caja de terciopelo que yo aun sostenía con fuerza. —Ya veo lo que ocurre —dijo y sonrió con burla. Intenté esconder el anillo tras mi espalda, pero él fue más rápido y de un movimiento me lo arrancó de las manos. Y sosteniéndolo fuera de mi alcance, lo miró con curiosidad. —Me sorprende que alguien como tú, sea capaz de apreciar algo como esto —dijo bajando la mirada hasta la mía. Sollocé y él me miró con desagrado, al borde de la repugnancia. ¿Qué podía haber en mí que tanto le desagradaba? —Mejor dicho, es sorprendente saber que alguien como tú se haya enamorado de un chico como él, cuyo futuro es difícilmente prometedor. Apreté los labios e intenté recuperar el anillo, pero a él solo le basto levantar más el brazo para mantenerlo lejos de mí. —¿No crees que es mejor así? —inquirió y tirando de mi muñeca, me pe
Jadeé de dolor cruzó la habitación en pocas zancadas y sorpresivamente me tomó de la muñeca, obligándome a levantarme del suelo. Su helada mirada cayó sobre la pequeña caja de terciopelo que yo aun sostenía con fuerza. —Ya veo lo que ocurre —dijo y sonrió con burla. Intenté esconder el anillo tras mi espalda, pero él fue más rápido y de un movimiento me lo arrancó de las manos. Y sosteniéndolo fuera de mi alcance, lo miró con curiosidad. —Me sorprende que alguien como tú, sea capaz de apreciar algo como esto —dijo bajando la mirada hasta la mía. Sollocé y él me miró con desagrado, al borde de la repugnancia. ¿Qué podía haber en mí que tanto le desagradaba? —Mejor dicho, es sorprendente saber que alguien como tú se haya enamorado de un chico como él, cuyo futuro es difícilmente prometedor. Apreté los labios e intenté recuperar el anillo, pero a él solo le basto levantar más el brazo para mantenerlo lejos de mí. —¿No crees que es mejor así? —inquirió y tirando de mi muñeca, me pe
Su mano se desplazó hasta mi espalda baja y, atrayéndome hacía sí, inclinó la cabeza hasta rozar mi oído con los labios. Su aliento me cosquilleó la piel. —Ahora dime, ¿sigues creyendo que no me perteneces? —musitó, presionando mi cuerpo contra el suyo, mientras la música nos mecía en un baile suave y lento—. ¿Aun piensas que no puedo obligarte a hacer lo que yo diga? ¿Todavía crees que no puedo prohibirte dejar de fantasear con ese niño idiota? Apreté los labios y apoyé la frente en su hombre, incapaz de responder e incapaz de alejarme. Le temía, en verdad le temía. —¿Señor Ferrer? —dijo de repente la suave voz de mi hermano. Rápidamente alcé la cabeza y fijé mi esperanzada mirada en mi hermano gemelo. Pero él solo mantuvo sus ojos en su nuevo accionista. —Me gustaría tener un momento con la novia —le dijo. El señor Ferrer dejó de bailar y yo también me detuve. Un momento después me soltó y me ofreció a mi hermano con una sonrisa casi diplomática. Pude notar que su repulsi
Cerré los ojos y los apreté con fuerza, conteniendo el inusual sonido que luchaba por escapar desde el fondo de mi garganta. Me contuve, mientras sentía su lengua deslizarse caliente por mi piel, recorriendo mi cuello, despertando un no sé qué desde el fondo de mi ser. —A juzgar por la manera en que te mantienes tan rígida, puedo asegurar que no has llegado demasiado lejos con nadie... ni siquiera con él —musitó con seducción, presionándome contra sí. No respondí nada, pero jadeé de sorpresa cuando de improvisto me tomó de los muslos y me cargó. Por simple instinto rodeé sus caderas con mis piernas, temiendo caer. Abrí los parpados y lo miré, directo a esos invasivos ojos azules y, aunque su cercanía seguía asustándome, en ese momento sentía algo más que miedo, algo intenso. Él sonrió un poco al verme tan sorprendida como asustada. —Lo que viene a continuación... no prometo que vaya a gustarte, eso dependerá de ti. En cuanto lo dijo, se sentó en el borde de la cama, y yo qued
Sollocé con el rostro ocultó en las sábanas, aferrándome a las almohadas y a un espacio en mi mente; un espacio donde él no existía, dónde yo aún era soltera, donde iba a la universidad y salía a bailar con Matt... Sin embargo, ese refugio en mi imaginación se desvanecía en cuanto el hombre sobre mí me embestía sin piedad, aplastándome contra el colchón y haciéndome llorar. Entonces mi corazón golpeaba mi pecho y era plenamente consciente de su sexo dentro de mí, entrando y saliendo una vez tras otra. También era consciente del golpe entre nuestros cuerpos, de los jadeos que emitía en mi oído intencionalmente, de la manera en que me clavaba los dedos en la cintura... Pero, sobretodo, era consciente de lo mucho que disfrutaba tirándome del cabello mientras arremetía contra mí. Al menos, así fue por casi toda la noche; él se balanceó sobre mí con violencia y brusquedad, sin importarle que esa fuese mi primera vez con un hombre. Y yo permanecí quieta bajo su cuerpo, jadeando y sollo
La guapa mujer inclinó un poco la cabeza, analizándome de pies a cabeza, estudiándome a detalle. Hasta que, finalmente exhaló y sonrió con claro alivio. —Es increíble lo que puede llegar a hacer... Mira que casarse con una chiquilla sin gracia y sin ningún atractivo, excepto por su importante nombre. Aquel comentario fue ofensivo, pero yo no repliqué. No quería discutir, y tampoco es que tuviera el valor para decirle algo, cuando todo lo que decía era solo la verdad. —¿Sabes? Me preocupaba que, por ser la hija y heredera de un Ceo como el ya muerto señor DeRose, fueras hermosa y despampanante —hice un gesto de dolor ante su insensibilidad—. Pero ahora que te veo bien, solo eres bonita y pequeña, una chiquilla común. No tienes ninguna cualidad que a Julián le interese en una mujer. Cerré las manos en puños sobre las rodillas y permanecí sentada en el sofá, apenas atreviéndome a mirarla. Ella era más que solo atractiva, y por la forma en que hablaba, lo sabía muy bien. —Creo qu
Al día siguiente, el hambre me hizo despertar, y después de pensarlo y pensarlo, nuevamente salí de la habitación, temiendo toparme con una escena como la de la noche anterior. Pero, afortunadamente, la mujer no estaba allí. Pues al bajar al comedor, solo encontré a Julián; se encontraba vestido con un impecable traje azul oscuro muy cercano al negro, a juego con el color de sus ojos. La mesa de cristal oscuro frente a él estaba vacía. Y no había nadie más allí aparte de él, eso me llenó de inquietud. Una casa tan grande sin personal, solo nosotros... Solo él y yo. Inspiré deteniéndome a una distancia prudente. —Siéntate. No lo hice, no quería compartir el mismo espacio que él. Y menos después de todo lo que había escuchado por la noche. —Pareces no saber que las parejas duermen en la misma recamara —dijo y cruzó los brazos sobre el pecho, su comentario fue vacío, tanto como su expresión al mirarme—. No vuelvas a dormir en otra parte de la casa, a menos que yo te lo ordene. Y
A pesar de lo ocurrido entre Gianna y él, Julián no me dio ninguna explicación. Solo me hizo entrar a la mansión mientras el resto de los invitados susurraban y hablaban sobre ello. Al vernos llegar, un hombre maduro y sonriente se nos acercó. —Julián Ferrer, me alegra verte después de tantos meses. Julián extendió una mano y estrecho la del hombre. —Señor Blanc, le presento a Elaine DeRose. El señor Blanc me miró y de inmediato me sonrió con calidez. —Un gusto, Elaine. Eres tan hermosa como dicen. Bienvenida a la mansión Blanc. Me ruboricé un poco ante su halago, incluso se me olvidó momentáneamente lo que acababa de ocurrir. —Gracias, señor. —Lamento mucho el descenso de su padre —agregó él—. Y, la felicitó por su boda. Julián es un socio extraordinario, y un hombre que seguro la hará feliz. Mi sonrisa se volvió tensa, pero no le dije que mi esposo me era infiel y que me despreciaba, humillándome siempre que podía. —Dejemos eso de lado por ahora, Jack —dijo Julián y su br