A pesar de lo ocurrido entre Gianna y él, Julián no me dio ninguna explicación. Solo me hizo entrar a la mansión mientras el resto de los invitados susurraban y hablaban sobre ello. Al vernos llegar, un hombre maduro y sonriente se nos acercó. —Julián Ferrer, me alegra verte después de tantos meses. Julián extendió una mano y estrecho la del hombre. —Señor Blanc, le presento a Elaine DeRose. El señor Blanc me miró y de inmediato me sonrió con calidez. —Un gusto, Elaine. Eres tan hermosa como dicen. Bienvenida a la mansión Blanc. Me ruboricé un poco ante su halago, incluso se me olvidó momentáneamente lo que acababa de ocurrir. —Gracias, señor. —Lamento mucho el descenso de su padre —agregó él—. Y, la felicitó por su boda. Julián es un socio extraordinario, y un hombre que seguro la hará feliz. Mi sonrisa se volvió tensa, pero no le dije que mi esposo me era infiel y que me despreciaba, humillándome siempre que podía. —Dejemos eso de lado por ahora, Jack —dijo Julián y su br
—¿Algo sucedió entre mi familia y la de Julián? —inquirí sin creerlo. Hasta ese momento, yo ignoraba que nuestras familias estuviesen relacionadas. Antes de que mi padre hiciera negocios con Julián, yo nunca había escuchado sobre los Ferrer. Jamás los había visto ni oído sobre ellos. A decir verdad, aun no los conocía. Eran la familia de mi esposo, pero no habían estado en nuestra boda ni se habían presentado conmigo. —Querida Elaine... —la señora Blanc se removió, incomoda—. Sí aun no lo sabes, yo no creo ser la persona adecuada... Pero guardó silencio bruscamente cuando la puerta se abrió y por ella entró mi esposo. De inmediato me puse de pie con expresión culpable. Julián nos miró un momento con recelo. —Hijo, qué agradable es verte otra vez —lo saludó la señora Blanc con expresión maternal. De inmediato la tensión en el aire se aligeró. —Anabel, parece que has conocido a mi mujer —dijo Julián acercándose y tomando la mano de la mujer. Ella le sonrió y me miró.
Jadeé en busca de aire, mis mejillas estaban rojas y mi respiración se volvía cada vez más rápida. Pero, aun así, luché por bajarme de su regazo y no perder la cordura con él. No podía fallarle a Matt de esa manera. No podía dejar que se enterará. —Basta... Suéltame... En lugar de escucharme, Julián me bajó el escote del vestido y con destreza me desabrochó el escote. Apreté los dientes cuando me lo quitó y hundió la cara entre mis senos, mientras sacaba los dedos de mi interior y tiraba suavemente de mi clítoris. —Eres bastante hipócrita —me acusó lamiendo en valle entre mis pechos—. Apenas hace algunos días llorabas por él, y ahora te retuerces encima de mí al igual que una... Negué y me esforcé por detener todo eso. —¡No...! ¡Yo es así! Él levantó la cabeza hasta encontrarse con mirada. Lentamente me sonrió. —¿Y cómo justificas la humedad entre tus piernas? —inquirió burlón—. ¿Intentaras decir que no es por mí, sino por él? Sonrojándome todavía más, abrí los labio
Apenas aparcó en chofer estacionó el auto frente a la residencia, salí de él y entré para después cerrar de un portazo. Había dejado a Julián con su amante, pero la humillación me había seguido hasta allí. Con andar rápido, subí las escaleras y luego de entrar a nuestra habitación, me arranqué el vestido y entré a la ducha. No me importó que estuviese fría, solo me enjaboné el cuerpo frenéticamente, ansiosa por limpiar de mi cualquier rastro suyo. —Te odio Julián, te odio... ¡Te odio! —grité bajo el chorro de agua. Sin embargo, luego de unos minutos, me detuve con estupefacción. Mi cuerpo estaba enrojecido y lleno de marcas ocasionadas por mis propias uñas. Entonces apoyé la espalda en la fría pared y me deslicé hasta el suelo. Miré mis pies descalzos con expresión vacía. —Te odio mucho.... —musité—. Ya cánsate de mí... te lo suplico. Él no se había equivocado al decir que todos hablarían de mí. Y lo harían no solo por habernos escuchado tener relaciones dentro de esa peque
—¿Aun crees que tienes derecho a enfadarte y creer que él es cruel contigo? No supe qué decir, y tampoco supe cómo reaccionar cuando se acercó a mí y susurró: —Tu maldita familia destruyó a la suya. No solo eso, ¿sabías que mientras el señor Ferrer vivía encerrando en una prisión, su esposa enfermó y terminó muriendo? Al quedarse solo, ¿sabías que Julián fue a buscar a tu padre y le rogó su ayuda, sin importarle lo humillante que eso fuese? Un escalofrío se concentró en mi piel al recordar que había vuelto a ver a Julián un año después de la fiesta, cuando cumplí 10 años. Pero, no podía ser... —Y tu buen padre, claro que lo ayudó. Le dio un juego de llaves y le dijo que le pagaría bien si cuidaba de su adorada hijita. Palidecí. —Julián, él fue mi chofer... —Hubiera dado toda mi fortuna y vida para evitarle esa horrible existencia. Lo recordaba bien. Recordaba a un chico de gorra negra, joven y apuesto que todos los días me llevaba de casa a la academia. Nunca me hablaba, solo
En el aeropuerto, salté a los brazos de mi hermano, aunque él solo me dio una palmada en la espalda antes de soltarme. Aun así, yo le sonreí con emoción. —Viniste... —Te dije que lo haría. Y sonriendo con cortesía, saludó a mi compañera. La señora Blanc sonrió. —Supongo que usted es el hijo del señor DeRose, y actual Ceo. Mi hermano asintió. Y después de una corta conversación, los tres dejamos el aeropuerto. Al principio, no sabía a dónde nos dirigíamos, pero más tarde, el auto se detuvo a las puertas de un alargado edificio poco familiar. —Bueno, aquí nos despedimos, señor DeRose —dijo la señora Blanc cuando mi hermano y yo bajamos del coche—. Ha sido un placer conocerlo. Cuando la amable mujer se fue, mi hermano me tomó de un brazo y clavándome los dedos en la piel, me llevó por la concurrida calle hasta terminar en un callejón vacío. —¿Iván...? —Aun estando lejos, logras avergonzar a la familia. Hice una mueca confusa. —No sé... Pero me detuve en seco casi d
Lo último que vi de mi hermano fue su expresión de odio contenido, después salió del callejón y tomó un taxi. Verlo marcharse fue sorprendentemente tranquilizador para mí. Me llevé una mano al corazón y apoyé la espalda en el frío muro detrás de mí. Pelear con él siempre era agotador, y me hacía sentir miserable. —No sabía que la relación con tu hermano fuese así —dijo Julián mirándome con curiosidad, después de permanecer callado buen rato. Me puse levemente roja. —¿Creíste que, por ser gemelos, él me amaba? —aventuré evitando su mirada. Él se lo pensó. —Creí que no era un idiota tan despreciable —especificó. Días atrás, horas atrás, habría saltado y defendido a Iván a muerte. Pero, ya no. Él me había dejado claro que mi sola existencia era una carga para él. Entonces, ¿por qué yo seguiría peleando por él? —Julián, ¿cómo supiste que estábamos aquí? Él miró hacía la salida del callejón, luego suspiró y me miró: —Anabel me llamó, me dijo que tuvo el placer de conocer al señor
Al día siguiente, después de prepárame el desayuno y sentarme a la mesa sola, Julián bajo con una pequeña maleta negra. Yo inmediatamente me levanté y escondí mis ansiosas manos en la espalda. Durante la noche, había pensado y pensado la sugerencia de Gianna; y finalmente, me había decidido. Iría a buscar a Matt. —No hagas nada insensato —dijo acercándose a mí. Me puse algo nerviosa cuando colocó las manos en mis caderas y me atrajo hacía sí. —Si lo haces, en verdad lo lamentaras —agregó inclinando la cabeza y alcanzando mis labios. Yo inspiré profundo cuando me besó despacio, dándose el tiempo de explorar mi boca, jugueteando con mi lengua. Al principio me resistí, pero después me alcé de puntillas y apoyé las manos en sus hombros, le devolví el beso, apenas permitiéndome pensar en su relación con Gianna y en Matt. Un minuto después, sus manos se tensaron en mis caderas antes de alejarse, como si yo fuese radioactiva. Aunque fuese él, ser rechazada dolía. —Nos vemos —me despe