MUY PRONTO ADÓRAME O CASTÍGAME. Una historia que siempre quise contar, antes de Compláceme y destrúyeme. El origen de los aclamados burdeles Odisea, y el Fundador tras ellos. Una chica vendida. Una subasta. Un postor secreto. Y una vida intensa.
Jadeé en busca de aire, mis mejillas estaban rojas y mi respiración se volvía cada vez más rápida. Pero, aun así, luché por bajarme de su regazo y no perder la cordura con él. No podía fallarle a Matt de esa manera. No podía dejar que se enterará. —Basta... Suéltame... En lugar de escucharme, Julián me bajó el escote del vestido y con destreza me desabrochó el escote. Apreté los dientes cuando me lo quitó y hundió la cara entre mis senos, mientras sacaba los dedos de mi interior y tiraba suavemente de mi clítoris. —Eres bastante hipócrita —me acusó lamiendo en valle entre mis pechos—. Apenas hace algunos días llorabas por él, y ahora te retuerces encima de mí al igual que una... Negué y me esforcé por detener todo eso. —¡No...! ¡Yo es así! Él levantó la cabeza hasta encontrarse con mirada. Lentamente me sonrió. —¿Y cómo justificas la humedad entre tus piernas? —inquirió burlón—. ¿Intentaras decir que no es por mí, sino por él? Sonrojándome todavía más, abrí los labio
Apenas aparcó en chofer estacionó el auto frente a la residencia, salí de él y entré para después cerrar de un portazo. Había dejado a Julián con su amante, pero la humillación me había seguido hasta allí. Con andar rápido, subí las escaleras y luego de entrar a nuestra habitación, me arranqué el vestido y entré a la ducha. No me importó que estuviese fría, solo me enjaboné el cuerpo frenéticamente, ansiosa por limpiar de mi cualquier rastro suyo. —Te odio Julián, te odio... ¡Te odio! —grité bajo el chorro de agua. Sin embargo, luego de unos minutos, me detuve con estupefacción. Mi cuerpo estaba enrojecido y lleno de marcas ocasionadas por mis propias uñas. Entonces apoyé la espalda en la fría pared y me deslicé hasta el suelo. Miré mis pies descalzos con expresión vacía. —Te odio mucho.... —musité—. Ya cánsate de mí... te lo suplico. Él no se había equivocado al decir que todos hablarían de mí. Y lo harían no solo por habernos escuchado tener relaciones dentro de esa peque
—¿Aun crees que tienes derecho a enfadarte y creer que él es cruel contigo? No supe qué decir, y tampoco supe cómo reaccionar cuando se acercó a mí y susurró: —Tu maldita familia destruyó a la suya. No solo eso, ¿sabías que mientras el señor Ferrer vivía encerrando en una prisión, su esposa enfermó y terminó muriendo? Al quedarse solo, ¿sabías que Julián fue a buscar a tu padre y le rogó su ayuda, sin importarle lo humillante que eso fuese? Un escalofrío se concentró en mi piel al recordar que había vuelto a ver a Julián un año después de la fiesta, cuando cumplí 10 años. Pero, no podía ser... —Y tu buen padre, claro que lo ayudó. Le dio un juego de llaves y le dijo que le pagaría bien si cuidaba de su adorada hijita. Palidecí. —Julián, él fue mi chofer... —Hubiera dado toda mi fortuna y vida para evitarle esa horrible existencia. Lo recordaba bien. Recordaba a un chico de gorra negra, joven y apuesto que todos los días me llevaba de casa a la academia. Nunca me hablaba, solo
En el aeropuerto, salté a los brazos de mi hermano, aunque él solo me dio una palmada en la espalda antes de soltarme. Aun así, yo le sonreí con emoción. —Viniste... —Te dije que lo haría. Y sonriendo con cortesía, saludó a mi compañera. La señora Blanc sonrió. —Supongo que usted es el hijo del señor DeRose, y actual Ceo. Mi hermano asintió. Y después de una corta conversación, los tres dejamos el aeropuerto. Al principio, no sabía a dónde nos dirigíamos, pero más tarde, el auto se detuvo a las puertas de un alargado edificio poco familiar. —Bueno, aquí nos despedimos, señor DeRose —dijo la señora Blanc cuando mi hermano y yo bajamos del coche—. Ha sido un placer conocerlo. Cuando la amable mujer se fue, mi hermano me tomó de un brazo y clavándome los dedos en la piel, me llevó por la concurrida calle hasta terminar en un callejón vacío. —¿Iván...? —Aun estando lejos, logras avergonzar a la familia. Hice una mueca confusa. —No sé... Pero me detuve en seco casi d
Lo último que vi de mi hermano fue su expresión de odio contenido, después salió del callejón y tomó un taxi. Verlo marcharse fue sorprendentemente tranquilizador para mí. Me llevé una mano al corazón y apoyé la espalda en el frío muro detrás de mí. Pelear con él siempre era agotador, y me hacía sentir miserable. —No sabía que la relación con tu hermano fuese así —dijo Julián mirándome con curiosidad, después de permanecer callado buen rato. Me puse levemente roja. —¿Creíste que, por ser gemelos, él me amaba? —aventuré evitando su mirada. Él se lo pensó. —Creí que no era un idiota tan despreciable —especificó. Días atrás, horas atrás, habría saltado y defendido a Iván a muerte. Pero, ya no. Él me había dejado claro que mi sola existencia era una carga para él. Entonces, ¿por qué yo seguiría peleando por él? —Julián, ¿cómo supiste que estábamos aquí? Él miró hacía la salida del callejón, luego suspiró y me miró: —Anabel me llamó, me dijo que tuvo el placer de conocer al señor
Al día siguiente, después de prepárame el desayuno y sentarme a la mesa sola, Julián bajo con una pequeña maleta negra. Yo inmediatamente me levanté y escondí mis ansiosas manos en la espalda. Durante la noche, había pensado y pensado la sugerencia de Gianna; y finalmente, me había decidido. Iría a buscar a Matt. —No hagas nada insensato —dijo acercándose a mí. Me puse algo nerviosa cuando colocó las manos en mis caderas y me atrajo hacía sí. —Si lo haces, en verdad lo lamentaras —agregó inclinando la cabeza y alcanzando mis labios. Yo inspiré profundo cuando me besó despacio, dándose el tiempo de explorar mi boca, jugueteando con mi lengua. Al principio me resistí, pero después me alcé de puntillas y apoyé las manos en sus hombros, le devolví el beso, apenas permitiéndome pensar en su relación con Gianna y en Matt. Un minuto después, sus manos se tensaron en mis caderas antes de alejarse, como si yo fuese radioactiva. Aunque fuese él, ser rechazada dolía. —Nos vemos —me despe
Esa noche, Matt y yo dormimos juntos, pero no hicimos nada. Solo nos acostamos juntos y él me abrazo, no dijo mucho sobre el trato entre mi padre y Julián, del que yo formaba parte. Pero cuando amaneció y desayunamos, se mostró serio. —No puedo creer que hayan negociado contigo —dijo sin probar bocado—. Tú no tenías por qué pagar los errores de tu padre. Le di un sorbo a mi jugo, y después intenté quitarle importancia. —Es cierto, pero, sino lo hacía, mi hermano... —Sabes que él no merece lo qué haces por él, Eli. Con eso, guardé silencio, y me fue imposible no recordar la última visita de mi hermano, y la intervención de Julián. —Aun así, no hay nada que pueda hacer ahora. Además, con ello tú... Él negó. —Yo tengo un empleo y una inversión que no perderé, ¿eso dirás? También le había hablado sobre lo mucho que él había influido en mi decisión de casarme, después de todo, lo había hecho para que Matt no perdiera las acciones que había comprado recientemente. —Matt, mis raz
Busqué en mi vestidor hasta encontrar un hermoso vestido de noche. Me encontraba algo emocionada, Julián acababa de llegar, pero me había pedido cenar juntos fuera. Nunca habíamos salido como pareja, y la idea de tomar un poco de aire y dejar de pensar, me sabía tentador. Cuando terminé de vestirme, me coloqué frente al espejo y comencé a recogerme el cabello con unas horquillas de flores. Mientras lo hacía, miré lo bien que se veía el vestido, incluso en mí. Era muy hermoso y atrevido, pero elegante. Al bajar de nuevo a la sala, Julián me miró a detalle antes de esbozar una sonrisa educada, pero sincera. —Te queda muy bien. Perfecto, diría yo. Su cumplido me puso algo roja. —Gracias. El vestido era una prenda larga color hueso, de encaje bordado, y muy seductor. Se ceñía al cuerpo perfectamente, el escote tenía forma de corazón, y en las mangas, unos guantes iguales a la tela del vestido cubrían mis manos del frio. —Sin embargo... Su “pero”, vino acompañado de un acercamiento