CAPÍTULO CINCO: UN PAPÁ
La luz del sol entraba por la pequeña ventana que Daniel tenía detrás de su cama. Solo el petricor se respiraba en esa pequeña habitación. La fuerte lluvia había cesado unas horas antes, tal vez. Poco a poco, segundo a segundo, los ojos de Daniel se abrieron después de haber parpadeado un par de veces. En cuanto le llegaron sus últimos recuerdos, prefirió levantarse y ponerse una de sus prendas después de ser asaltado por sus recuerdos.
Como si nada hubiera pasado, fue a la cocina. Las risas de Velvet encendieron su corazón y el malestar que estaba sintiendo desapareció. Frente a él estaba Gabriela preparando el desayuno mientras su hija se mantenía ocupada cantando la misma canción de todas las mañanas cuando esperaba el plato ser servido por su madre como sucedía en cada mañana a la misma hora antes de ir a la escuela o, quizá, si el tiempo cambiaba y si la enfermedad en su pequeño corazón se hacía más fuerte, tener que ir al hospital.
En cuanto la pequeña se dio cuenta de su presencia, la pequeña sonrió y dejó de cantar su canción no porque pensara que con eso molestara a Sebastián sino porque quería poner toda la atención en él, como si no hubiera nada más importante que su madre y que el hombre que acababa de despertar y que ahora miraba a las dos pequeñas mujeres con tanta atención.
Quizá, después de todo, él se sentía extraño después de lo que había pasado una noche anterior. La verdad era que no podía ver de la misma manera a la mujer cocinando que como la miraba antes. Una sola cosa tuvo que haber pasado para que todo lo demás cambiara. Sin duda había sido un error dejarse llevar por lo que estaba sintiendo en ese momento en que vio a esa mujer tan expuesta a él.
Daniel le sonrió a la pequeña niña que no dejaba de verlo y luego, sus ojos se posaron en Gabriela, que parecía no estar ahí ya que se mantenía tan ocupada en lo que hacía que parecía que el único que le estaba tomando atención a todo eso era el mismo Daniel. Después de todo, lo que había sucedido la noche anterior había sido un error, un error que simplemente se podía olvida, justo como lo estaba haciendo la mujer que frente a él cocinaba para su hija y para él, quizá. Lo menos que podía hacer era actuar con la mayor normalidad posible y eso debería de empezar por dejar de mirar a Gabriela como lo estaba haciendo en ese momento.
Paso a paso, como si no quisiera molestar a nadie, tomó asiento en la mesa junto a la pequeña niña llamada Velvet, un hermoso nombre para una niña tan linda como la que Gabriela había dado a luz. La verdad era que aquel hombre que sonreía no conocía mucho de su vida pero lo que nadie sabía, es que él conocía más de lo que todos esperaban que conociera.
— ¿Por qué no vas a lavarte primero, Daniel? Te serviré el desayuno en un momento—, preguntó Gabriela amablemente. Ella realmente parecía ser otra en esa mañana y por un momento, él lo agradeció.
— ¡Anda, Daniel, mi mamá ya me está sirviendo mi plato de comida! —dijo la pequeña niña emocionada. Lo que no había dicho es que adoraba tanto los momentos en que podían convivir juntos como si se tratara de una familia, la familia que ella alguna vez tuvo y que no sabía por qué, simplemente dejó de ser y solo quedó con su madre.
Daniel sonrió y luego inclinó un poco la cabeza, estaba comenzando a sentirse cómodo después de todos los pensamientos y recuerdos en su mente. —Oh, por supuesto —, respondió Daniel de la manera más amable posible.
Y después de haber dicho eso, Daniel fue capaz de i al baño y comenzar con su rutina, de la misma que se había olvidado por un momento.
No hacía falta decir que la pequeña niña se sentía cómoda con la presencia de ese hombre, más de lo que debería ya que no tenía derecho pues no era nada de ella y seguramente, nunca lo sería. Él había sido un amigo para ella, el amigo que la ayudaba con su tarea o incluso, de vez en cuando, el amigo que había compartido con ella buenos momentos. Daniel era simplemente el único amigo que ella podía tener.
Después de unos minutos de estar en el baño, al momento que se lavaba las manos y pensaba en lo que estaba a punto de pasar y cómo debía de comportarse, Daniel estaba listo para compartir el desayuno con ellas, las únicas mujeres de la casa a las que sentía –sin saberlo –debía de proteger. Desde lejos, mientras se acercaba a ellas, Daniel podía ver el brillo en el rostro de Gabriela al compartir y cantar con su pequeña hija. Había hecho bien en darle ese dinero, Gabriela iba a vivir feliz con su hija, él se lo había prometido desde el momento en que tomó ese dinero de su cuenta bancaria y la destinó a Gabriela y a su hija. No había más preocupación en su rostro o en sus ojos, eso era lo que le hacía más feliz, ahora todos los pasos de aquí en adelante serían por ella. Ya tenía el dinero, todo lo demás estaba a su cargo.
Un poco más cómodo con la situación, Daniel se sentó en la mesa junto a la niña y junto a Gabriela. Delante de ellos, arroz, un poco de fruta y sopa. No del tipo de comida que ellos solían come en su vida diaria pero sí la comida por la que ahora agradecían al cielo tener en la mesa.
— ¿Terminaste los deberes de la escuela? —Preguntó, Gabriela rompiendo el hielo ya que por un momento se sintió nerviosa de tener frente a ella a Daniel.
— ¡Sí, mami! —Pronunció la pequeña con una bella sonrisa en el rostro.
Daniel se limitó a mirarlas sin detenerse de comer. La comida estaba tan deliciosa que le era inevitable hacerlo por un segundo.
— ¿Mami? —Llamó la niña, después de haber tomado un sorbo de leche a lado de su plato de frutas.
— ¿Sí, mi amor? —Contestó Gabriela sin darle la mirada. La comida realmente se valoraba.
— ¿Es correcto que ya no tenga un padre? —Quiso saber la pequeña.
Era momento de la verdad.
CAPÍTULO SEIS: FELICIDAD La verdad era que Gabriela esperaba todo menos eso que la niña acababa de preguntar. Por supuesta que no había nada malo en el hecho de tener un padre o no tenerlo, simplemente que ahí, estando frente a la persona que estaba, no le era sencillo contestar sin que se sintiera mal o hacer que Daniel se sintiera un poco incómodo con la situación. De repente, y por instinto, Gabriela miró a Daniel, que estaba atento a la conversación que las dos estaban teniendo. La imagen de él era graciosa ya que no dejaba de masticar sus alimentos. Una sonrisa fue forzada en el rostro de Gabriela. Con prisa, Gabriela acercó su mano a la manita de su hija, la misma que reposaba en la mesa vieja. —Tienes a mami, y no te va a pasar nada si estoy yo aquí, ¿de acuerdo? No necesitas un padre cuando me tienes, ¿de acuerdo, mi pequeño ángel? —Pero mis amigos seguían molestándome solo porque mi padre ya no me recogía de la escuela como antes, ¿lo recuerdas, mamá? Dijeron que mi padr
CAPÍTULO SIETE: MIEDOSeguramente, Daniel debió sentir un par de ojos grandes sobre él porque, sin ningún tipo de aviso, miró a Gabriela. Ella no pudo evitar mirarlo incluso si él ya la estaba mirando de la manera en que lo hacía. Para Gabriela, esa mirada terminó con todas sus dudas, Daniel era genuino, había sido genuino con esa respuesta. Él realmente quería cuidar de la pequeña niña como si realmente fuera suya. ¿Cómo decirle que Daniel no tenía ninguna necesidad de hacer eso? Al final del día la pequeña Velvet era hija de ella y de nadie más y de esa manera, ella debía de entenderlo y no acostumbrarse al buen trato de un hombre cuando al final todos sabían dar la espalda.Quizá Daniel no era ese tipo de hombre pero sí era el tipo de hombre que podía ponerlas en peligro con el solo hecho de que su verdadero nombre saliera a la luz como todos los secretos y mentiras están dispuestos a hacerlo.Incluso si en ese momento, Gabriela hubiera reunido el valor suficiente para hablar con é
CAPÍTULO OCHO: PAPÁ¡Qué divertido para ese hombre que iba y venía de un lado a otro teniendo como único objetivo terminar con los pobres hogares que con tanto sacrificio se había obtenido! ¡Qué divertido para ese hombre que solo iba y venía de un lado a otro amenazando a la gente para al final, reírse en sus caras como lo estaba haciendo en ese momento en que una maldita sonrisa sarcástica estaba pintada en su rostro! Ese hombre no sabía de respeto, no sabía cuán grande puede ser la necesidad de que las personas tengan un techo sobre sus cabezas. Para él, era demasiado fácil hacer que la gente temiera y se olvidara de sus necesidades para siempre terminar sirviéndole a él y a su jefe. No era un buen hombre, un buen hombre no puede hacer lo que estaba haciendo él.Ángelo era el nombre de ese hombre que había estado ahí para David como una mascota y el que ahogaba las cosas de esa pequeña casa con solo pisar en ellas. Ángelo era el hombre de los Belmonte y seguramente, por dinero, p
¡Qué feliz podría estar la niña con solo haber pronunciado esas palabras! Sin siquiera haberse obligado a ella misma a verlo como su padre, de un momento a otro, ella ya lo había llamado de esa manera. Aquel cabello cortito y muy chino, niña que vestía de vestiditos muy coloridos, niña que siempre tenía una sonrisa en el rostro, era la misma niña que ahora miraba a Daniel como si se tratara de su superhéroe, y era la misma pequeña que hacía el corazón de Daniel un poco más cálido siempre, con solo una mirada, con solo una sonrisa, con solo tocar su mano, con solo cantar aquella canción infantil que todas las mañanas llegaba a sus oídos.Gabriela, no hacía falta decir que no podía levantar la cabeza. No podía simplemente callar a su bebé ahora que más feliz lograba verla y escucharla con solo haber dicho esa palabra, no podía simplemente pedir que no dijera eso porque al final, Velvet estaba feliz. Y eso era lo que más quería una madre, ¿no es así? Todo lo que podía hacer era callar
CAPÍTULO DIEZ: UNA FAMILIATanto tiempo había pasado desde la última vez que Gabriela se sintió tan tranquila, sin que nada le faltara, con ganas de que los días se fueran, sabiendo que podía cuida de su hija y de todas sus necesidades. No había nada que no quisiera hacer por ella pero la verdad era también que entre más recordaba a su hija hablarle de esa manera a Daniel., todo lo que quería hacer era detenerla y hacerle entender la razón por la que ella no podía verlo como a un padre. Al final, ¿qué podía esperar de un hombre que no estaba casado con ella cuando aquel que realmente estaba casado la abandonó, la engañó y la dejó en la calle?Estando adentro de la habitación, Gabriela pensó dos veces si era debido hablar de lo que quería con su hija, las razones, explicarle una a una de las razones por las que la niña no podía ver a Daniel como a un padre. Lamentablemente si le explicaba eso a su hija era hacerle ver la realidad, lo cruel que la vida podía ser en muchos momentos. Ahor
CAPÍTULO ONCE: MASCULINIDAD¿Qué había de esas personas que ahora, ante los ojos de los demás no eran más que familia, la familia que muchos podían añorar pero pocos tener? Finalmente llegó el autobús hasta la parada después de algunos minutos de haber estado esperando ahí. Era la hora de trabajar así que inútil era pensar que el autobús no estaría lleno de gente malhumorada, gente que solo pensaba en llegar a su casa y olvidarse del mal momento que pudieron tener en el trabajo. Delante de ellos, muchas personas también se subieron al autobús, las mismas que habían estado esperando por más de treinta minutos, eso no solía pasar a menudo pero el autobús ya había tardado más de lo que debía.La misma historia con los buses llenos de siempre fue escrita en esa tarde en que aquella familia tenía que llegar al médico cuanto antes, gente sonriéndose entre sí –seguramente la gente a la que le había ido bien en el trabajo –gente hablando entre ellos y otros más, dando la bienvenida a los nuev
CAPÍTULO DOCE: FUERTE En el momento en que menos Gabriela lo hubiera esperado, ellos lograron llegar a su parada, ¿qué se podía decir de Gabriela cuando ya se había dicho todo? Pero más allá de todo eso, ¿qué se podía decir de la pequeña Velvet que no podía parar de sonreír? No era que entendiera lo que había pasado entre su madre y el hombre que quería ver como su padre, ella solo podía ver la felicidad con la que Daniel las protegía y la seriedad con la que se tomaba su papel de padre entre esa familia. Ahora no quedaba nada más que seguir adelante y concentrarse en lo que continuaba y que no era más que la salud de la pequeña niña por la que Daniel había pagado la vida. No importaba qué tan cruel sonara, al final era la realidad, él estaba pagando por la vida de una pequeña. Cuando por fin ellos estuvieron frente al edificio que Gabriela ya conocía de memoria, solo supo detenerse mientras le hacía saber a Daniel que lo que siguiera adelante le correspondía a ella no porque quisie
CAPÍTULO TRECE: RECUERDOS Con una sonrisa en el rostro, todo lo que pudo hacer Daniel fue imaginarse cómo iban las cosas adentro en el consultorio del doctor que estaba atendiendo a la niña. Esa pequeña le recordaba tanto a él. Casi a la misma edad, casi de la misma manera la vida se le estaba yendo a él, o al menos eso fue lo que le dijo su madre, la historia que le relataba día a día hasta el final de sus días. Quizá era esa una de las tantas razones por las que sentía aquella conexión con esa niña desde el primer momento en que la conoció. A su mente llegaron esos recuerdos que tenía de Gabriela y de la pequeña niña. No había pasado mucho tiempo desde el momento en que el doctor la puso sobre aviso diciéndole que iba a necesitar alrededor de 50,000 dólares pues la niña no había tenido ningún avance con el tratamiento. Esa tarde en que llegó del trabajo fue lo mismo. Nunca había sido un hombre de muchas palabras, siempre llegaba con nula expresión en su rostro, siempre mirando al