Desperté luego de un largo sueño, a pesar de que no lo necesitaba demasiado. En mi cuarto, un cartel dorado tenía mi nombre: “Sara”, para que no olvidara que todo eso me pertenecía. Zem me había dado tantos objetos valiosos que había perdido la cuenta. Pero ese cartel era uno de los mas preciados para mí. Era de madera de Cedro y mi nombre estaba grabado en oro. Quizás lo apreciaba tanto porque cuando era una niña, le había pedido a mi padre muchas veces tener un cartel con mi nombre en mi cuarto, y él lo olvidaba.Mis padres habían sido siempre buenos y consentidores conmigo, solo que a veces olvidaban esa clase de pequeñeces. Yo los amaba, hoy sería el día que podría ir a visitarlos. Zem me dijo que me estarían esperando, que pasaríamos juntos toda la tarde y tomaríamos la merienda en una hermosa cafetería.Me coloqué un vestido a cuadros de día de campo, ceñido a la cintura y ancho en la falda. Recogí mi cabello en una trenza y cubrí mis ojeras oscuras con un maquillaje delicado. Y
—No puede ser… —empecé a decir, tartamudeando.—Es lo que te digo cariño, no estoy loca… Un monstruo se ha llevado a tu padre. ¡Un monstruo! —gritó con desesperación, sin importarle que estuviéramos rodeados de personas.En la cafetería, la gente comenzó a mirarnos por el escándalo, mi madre estaba realmente desesperada. La abracé para darle más estabilidad.—Te creo, mamá, tranquila. —le dije, porque comenzaba a notar que su ritmo cardiaco aumentaba drásticamente.Debía estabilizarla para que no le diera ninguna clase de infarto. Era peligroso que estuviera así de colapsada. La abracé con más fuerza y me senté a su lado, tomando una de las tazas entre mis manos para generar otro clima.—Mamá, toma un poco de té, necesito que me lo cuentes todo con detenimiento. —expliqué, con la voz suave y calmada.Tenía que calmarme a mi misma para manejar esta situación. Si las dos nos comportábamos de un modo irracional, no lograríamos encontrar ninguna solución. Tomé un largo sorbo de té buscand
—No me lo dijiste. —mi voz se oía resonante en medio de la habitación.Zem me miró con los ojos entrecerrados, no se iba a molestar en mentirme y eso yo lo sabía bien. Sin embargo, mi ira también iría hacia él si no se atrevía a decir siquiera alguna palabra para defenderse o justificarse.—Quería estar seguro. —empezó a decir, con su seguridad característica. —Tenía que saber si no era una trampa.Aunque no era la mejor de las justificaciones, me sirvió bastante. Yo necesitaba su ayuda para vencer a Mark y el necesitaba de la mía. Zem se acercó a mí y me abrazó para consolarme. Ahí me quebré, con su abrazo, porque me sentí refugiada en sus brazos y pude llorar sin que sintiera que eso me hacía débil. El me dio esa confianza, podía estar seguro que el destruiría a cualquiera para ayudarme, el era un villano.—¿Tu madre se encuentra bien? —preguntó, con voz baja, estrechándome contra su pecho.—Sí, está en mi cuarto, he puesto protecciones para que este a salvo. —contesté, rogando que
(Mark)—Dices entonces… Que cuando beba esto olvidaré el amor que siento por Sara. —dije, con la voz hecha un hilo.A pesar de haber aumentado mi fuerza, me sentía completamente débil. Noté que dije “Siento” en tiempo presente, todavía la amaba. Aunque ella me hubiera traicionado tantas veces, aunque me hubiera hecho más daño que cualquiera. Si la veía a los ojos, trataría de protegerla.Mi deber estaba con mi Manada. Me concentré en el frasco de la poción, la bruja me observaba con impaciencia. Ella era una mujer entrada en edad, aproximadamente de ochenta años, pero para ser bruja era joven. Las brujas vivían hasta los ciento cincuenta años por lo menos. Yo había conocido una vez a una de casi doscientos. Su nombre era Ingrid, tenía el cabello grisáceo mezclado con mechas rubias que apenas si se podían distinguir. Sus ojos eran de un color oscuro, profundo y las arrugas en su rostro la hacían ver extremadamente sabia y cansada.La labor de las brujas consistía en canalizar la magia
Por Mark—¿Eres consciente de que tuve que limpiar el vómito? —preguntó el hombre, empujando bruscamente a la bruja.—Lo siento tanto, no pensé demorarme. No sucederá otra vez. —dijo ella, afligida, sin levantar la cabeza ni por un segundo.—No me importan tus excusas. ¡Eres tan inútil, vieja bruja! —chilló el hombre, arrojando una de las tazas de la alacena al suelo.Escuché el sonido de la taza haciéndose pedazos contra el suelo, podía ver la escena desde una de las ventanas. Sin embargo, la mirada de temor de la anciana hacía que quisiera ayudarla.—Es el estómago, maldita sea. El estómago que no puede evolucionar. —dijo él, golpeando una de las paredes.—Prepararé algo para el dolor. —dijo ella, al tiempo en que tomaba los frascos y un puñado de hierbas.—No, no quiero aliviar el dolor. Necesito más de lo otro. —contestó él, con desdén. —¿Crees que alguien tan fuerte como yo necesita un remedio estomacal? No, bruja inútil, yo solo quiero que limpies el vómito cuando salga. Yo soy
El camino hacia la tierra de los exiliados era largo, había llevado algunas de mis cosas, pero planeaba obtener más. En mi nueva vida al lado de Zem, trabajando para él, comenzaba a sentir su misma predilección por las antigüedades y objetos curiosos.Mientras recorría las afueras del bosque, me quedé compenetrada observando algo que brillaba en el suelo. En un principio, no supe bien de que se trataba, porque estaba enterrado en la hierba y solo se veía una pequeña parte.Cuando lo desenterré, noté que era un pequeño frasco con un poco de líquido en su interior. Lo olfateé, tenía algo de magia. Necesitaba saber que era, por si era valioso para mí. Sin embargo, por mucho que caminé no encontré a nadie que pudiera ser su dueño. En realidad, no encontré a nadie en general.Una casa se vislumbraba allí en las afueras, algo deteriorada y el olor a putrefacción me llegaba e inundaba mis fosas nasales. Me provocó un estornudo terrible para sacar la peste de mi nariz y caminé hacia el lugar
—¡Ayuda por favor! —gritó la niña nuevamente, mientras los vendedores corrían a socorrer a Angie.Me quedé parada allí, sin moverme ni un centímetro por la conmoción. Uno de los empleados llamaba a Emergencias para que vinieran a socorrerla. Nadie había visto exactamente lo que había sucedido. No podrían tampoco, yo poseía una gran velocidad y el golpe que le di era imposible de ver ante el ojo de un humano. Nadie me culparía por su accidente, la gente pensaría que se tropezó o que algo más ocurrió.Sin embargo, verla allí, sufriendo en el suelo, sin poder levantarse, hizo que no pudiera retirarme de allí y hacer como si nada hubiera ocurrido.Una idea surgió en mi mente y extraje de mi bolso la pequeña libreta del difunto hombre. En ella, comencé a leer rápidamente las anotaciones. Eran especificaciones de los frascos de pociones, una especie de inventarios. Pero no había mucha explicación de lo que podían hacer, porque el hombre ya lo sabía y quizás lo daba por asumido.Se me ocurri
—Yo… Yo amé a un hombre… —empecé a decir, tartamudeando por la ansiedad. El aroma de las flores inundó mi nariz, aunque allí no hubiera ninguna planta, era como si los recuerdos me llenaran de felicidad. Entonces, comencé a sentir la necesidad de saber mucho más sobre el hombre, quien era, porque me gustaba tanto… —¿Eso crees? —Zem apretó mi brazo, mirándome fijamente. Su apariencia de vampiro era más fuerte cuando estaba molesto. Sus ojos eran más penetrantes y se hacía más atractivo, a él no le pasaban los años y tenía en su esencia algo embriagador que cautivaba a todas las chicas. Pero no a mí, yo nunca podría amar a Zem, el no era el amor de mi vida. El hombre de mis recuerdos si lo era, estaba tan cerca de recordarlo todo. Solo necesitaba el resto del interior del frasco para recuperar nuevamente mi memoria. Estaba al alcance de mi mano y solo… Tenía que arrebatárselo a él, a Zem, al vampiro más poderoso que había conocido alguna vez en mi vida. —Dame el frasco, te lo estoy