Corazón congelado

—¡Ayuda por favor! —gritó la niña nuevamente, mientras los vendedores corrían a socorrer a Angie.

Me quedé parada allí, sin moverme ni un centímetro por la conmoción. Uno de los empleados llamaba a Emergencias para que vinieran a socorrerla. Nadie había visto exactamente lo que había sucedido. No podrían tampoco, yo poseía una gran velocidad y el golpe que le di era imposible de ver ante el ojo de un humano. Nadie me culparía por su accidente, la gente pensaría que se tropezó o que algo más ocurrió.

Sin embargo, verla allí, sufriendo en el suelo, sin poder levantarse, hizo que no pudiera retirarme de allí y hacer como si nada hubiera ocurrido.

Una idea surgió en mi mente y extraje de mi bolso la pequeña libreta del difunto hombre. En ella, comencé a leer rápidamente las anotaciones. Eran especificaciones de los frascos de pociones, una especie de inventarios. Pero no había mucha explicación de lo que podían hacer, porque el hombre ya lo sabía y quizás lo daba por asumido.

Se me ocurri
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