Volver a Verte

El aroma de mi padre llegaba entre los árboles, más específicamente entre los pinos. Allí fue donde descubrí el rastro de sangre que se extendía entre la hierba seca. Eran gotas esparcidas que creaban un camino. Verlas hizo que mis escalofríos se duplicaran, porque quería decir que él se hallaba herido.

Corrí lo más rápido que pude buscándolo, con el corazón latiéndome a mil. Llegué hasta la parte de los rosales, donde vi su silueta tendida en el suelo, esforzándose por respirar.

Me abalancé sobre la hierba e intenté reanimarlo.

—¡Papá! —grité, con la voz desgarrada por el dolor. —Papá por favor reacciona…

Él se quejó, sosteniéndose el brazo.

—Hija… Sara… Santo cielo, estás aquí. —dijo él, con una sonrisa marcada por el dolor y el encuentro.

Lo abracé, estrechándolo entre mis brazos con una alegría inconmensurable. Era un milagro que estuviera a mi lado en estos momentos. El puso su mano en mi frente.

—Tranquila hija, tengo herido el brazo… Es que al escapar corrí lo más rápido que pu
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