Miré hacia la biblioteca con total desesperación. Era un sentimiento abrumador de saber que estaba tan cerca y a la vez tan lejos de llegar a mi objetivo. Como un hilo que me separaba tristemente de mi final feliz, como una pared de cristal.Inhalé con fuerza tratando de llenar mis pulmones con el aire de ese sitio viciado. Al ver a esos vampiros con las bocas rojas repletas de sangre fresca, se me heló la piel, erizándome y poniéndome en alerta.Tanya me sujetó del brazo.Teníamos que pelear, era de vital importancia que lo lográramos. Yo tenía que llegar a esa biblioteca para encontrar el libro. Zem, lo había logrado ver en ese plano que juntos compartíamos. Nuestra conexión seguía siendo fuerte.—Zem no debió darte los poderes. —dijo el vampiro, mirándome con un ligero desprecio que no ocultó para nada.—¿Qué? —pregunté, mientras adoptaba una posición de defensa.Cubrí mi rostro con los puños como si así pudiera pelear. Yo sabía que ellos vendrían volando a atacarme para utilizar l
—Es una bebé muy hermosa… —empezó a decir la voz de un hombre mayor.Comencé a divisar en la escena, era un doctor. Me costó distinguir aquellas siluetas hasta que entrecerré los ojos y traté de concentrarme lo que más pude. Era difícil tratar de ver aquello, porque la nostalgia incluso me hacía nublar la vista. Como si no quisiera ver nada de lo que ocurriera allí.—Se llama Sara. Mi pequeña… —empezó a decir la voz de mi padre, que reconocí al instante.A pesar de que en ese momento fuera mucho más joven. Su voz seguía siendo casi la misma. Tomé el valor para contemplar mejor la escena. Ellos estaban juntos, abrazados, como una feliz pareja que acaba de tener a su pequeña. Mis ojos se llenaron de lágrimas—Estoy orgullosa de ti, cariño. Has logrado todo lo que prometiste. —dijo mi madre, con una sonrisa brillante. —Dijiste que estabilizarías nuestra economía y lo hiciste, le has dado a nuestra pequeña un hogar tranquilo y apacible. Para una vida normal.Una vida normal, esa puñalada
MarkCollin esta muerto, maldita sea, no parecía algo probable. Me sentía sumergido en una especie de pesadilla que no tenía final. Mi manada, yo debía protegerlos a como diera lugar siempre. Silencié mi alma de Wolf Blood para poder planear una estrategia, no tenía caso seguir como estaba, no había progreso.El aullido de dolor de Tanya había llegado a mis oídos, al igual que el de Sara. Pero no había podido ir a socorrerlas. Los malditos desgraciados caían sobre mí cada vez que quería avanzar. Pero tenía que mantenerlos peleando solo contra mí, tenía que darle tiempo a Sara para que encontrara lo que sea que tuviera que encontrar. Ella tendría la solución, estaba seguro de ello, confiaba plenamente en mi mate.—Te distraes mucho. ¿No? Mascota. —la sonrisa del vampiro hizo que me fastidiara.El golpe que me asestó me hizo doler la parte trasera de mis patas. Porque no podía esquivarlo con tanta efectividad. Había estado peleando por horas y me pasaba factura tener que estar en tantos
MarkEllos tenían que lograrlo. Miré de refilón para que mi fe creciera. Allí estaban ellos, corriendo a la par, tratando de encontrar aquello que Sara estaba buscando. Tenían un objetivo, podía sentirlo. Estábamos un poco más cerca de hallar una cura, algo que rompiera eso que hacía que mi mate estuviera muriendo y que su destino fuera terriblemente trágico.El aroma era lo peor de todo. Porque a medida que ese tal pálido de hiel se movía, iba destilando una pestilencia que hacía que mis ojos lagrimearan. Era como si expidiera un olor nauseabundo a su voluntad. Sus poderes siempre serían un maldito misterio para mí. Cada uno de ellos parecía tener habilidades muy diferentes. Malditas criaturas.—Joder, estás cansándote, bestia. —dijo Friederich, con los ojos fijos en mí.No se había limitado a atacarme en este segundo. Porque los otros tres caían sobre mí como balas, al instante, eran muy veloces. No parecían cansarse jamás.Yo jadeaba, mi respiración se entrecortaba. Solté un bufido
—¿Qué demonios haces? —pregunté, al tiempo en que me cubría del ataque del pálido que intentaba clavarme las uñas cerca del cuello.Mis reflejos apenas si estaban al cien por cien, pero estaba sacando fuerza hasta de donde no tenía para seguir haciendo tiempo. Era de vital importancia extender esas horas, esos minutos, en los cuales mi manada encontraría lo que habíamos venido a buscar con tanta urgencia.Zem me miró incredulo.—Vine a matar a un par de idiotas. —soltó, al tiempo en que apuntaba con la ballesta.Pero no había matado al sujeto al que le disparó. Era diferente, estaba agonizando. Al menos no se había vuelto a levantar, lo cual era positivo, parecía que los malditos nunca se cansaban, nunca perdían fuerzas. Por ello me hacía sentir que estaba peleando contra seres que ni siquiera estaban vivos y, por ende, no podía vencerlos. Zem apuntó la ballesta, Friederich apareció ante él. Fue una escena demasiado extraña.Friederich se quedó de pie justo delante de la ballesta, com
SaraTiempo, Mark no estaba dando tiempo. Al verlo saltar solo hacia todos los vampiros, haciendo un foco en el ataque. Equilibró la balanza, cargando con todo el peso. Las lágrimas me rodaron por las mejillas. Ardía, mi piel ardía fundiéndose con las lágrimas. A el no le importaba morir, no, solo yo y Hawk le importábamos.Corrí, con el instinto a flor de piel. Al verlo, mi corazón pareció recobrar la lucidez que habían intentado esconder. Porque yo lo amaba, el amor que sentía era más fuerte que cualquier hipnosis, que cualquier cosa en este mundo.Adren me cubría, para que pudiéramos comenzar a buscar aquel libro. Ahora estaba segura de que era un objeto en especifico y podía sentirlo. Sentía su presencia allí, tan fuerte. Un objeto de vampiro, incluso el olor a sangre se filtraba por mi nariz.—¿Cómo es? —preguntó Adren, obedeciendo mis órdenes. Estaba a mi lado, como Beta de la manada.Ahora me eran leales, estaban respondiendo a mi ayuda. Estábamos coordinándonos para lograr un
Narrador—Joder, niño, ¿Qué has hecho esta vez? —preguntó un hombre, que ingresó al cuarto con una bandeja con un sándwich.—Lo he arruinado. —murmuró el pequeño Zem, con los ojos clavados en el suelo.Otra persona ingresó al cuarto estrecho. Era una mujer de unos cincuenta años, de contextura robusta, tez pálida y ojos almendrados. Tenía la mirada severa, apretaba los dientes con rabia. Estaba molesta.—Deja de proteger a ese mocoso. Solo sabe molestar a todo el mundo. —dijo ella, farfullando con un tono molesto.El niño solo miraba el suelo, como si pudiera atravesar el piso con su mirada. No quería levantar la vista.—Mírame, Zem. —ordenó la mujer, con el tono cada vez más severo. —¡Ahora! —gritó y las paredes parecieron temblar.—Yo voy a pagar. —dijo Zem, tartamudeando por los nervios.El niño trató de meterse bajo la cama, pero ella lo detuvo. El hombre buscó dialogar, tenía pena por el pequeño.—¿Cuánto es? Digo, de cuanto es la deuda… —empezó a preguntar.—Ya es suficiente, Hu
Julius llevaba un traje de terciopelo color negro, sin corbata ni moño, solo una camisa de color rojo debajo del saco. Tenía un peinado hacia atrás, parejo, el cabello le llegaba cerca de los hombros. Me pareció que se veía un poco distinto, si lo observaba bien, que había cambiado sutilmente su apariencia en estos años. Supuse que fue por elección propia, porque los pálidos no solían cambiar con frecuencia.Algo estaba a punto de suceder y lo sentía en mi cuerpo. Sentí escalofríos. Pero por sobre todas las cosas, sentí un miedo terrible de lo que estaba por sucederle al niño. Porque pensé en él como si fuera mi hijo, que aún ni siquiera había nacido y haría cualquier cosa por protegerlo.Sentí la necesidad de ir corriendo a ayudarlo. Mis pies estaban clavados en la tierra, aquello no era real, era solamente un recuerdo al que accedí por conectarme con Zem, con aquel cuaderno. Era algo que no comprendía y me daba rabia no poder hacer nada…El niño recogía el cultivo con total orgullo,