A dos tiempos

Mark

Ellos tenían que lograrlo. Miré de refilón para que mi fe creciera. Allí estaban ellos, corriendo a la par, tratando de encontrar aquello que Sara estaba buscando. Tenían un objetivo, podía sentirlo. Estábamos un poco más cerca de hallar una cura, algo que rompiera eso que hacía que mi mate estuviera muriendo y que su destino fuera terriblemente trágico.

El aroma era lo peor de todo. Porque a medida que ese tal pálido de hiel se movía, iba destilando una pestilencia que hacía que mis ojos lagrimearan. Era como si expidiera un olor nauseabundo a su voluntad. Sus poderes siempre serían un maldito misterio para mí. Cada uno de ellos parecía tener habilidades muy diferentes. Malditas criaturas.

—Joder, estás cansándote, bestia. —dijo Friederich, con los ojos fijos en mí.

No se había limitado a atacarme en este segundo. Porque los otros tres caían sobre mí como balas, al instante, eran muy veloces. No parecían cansarse jamás.

Yo jadeaba, mi respiración se entrecortaba. Solté un bufido
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