Agonizante

Tanya yacía en el suelo de la mansión de antigüedades, su cuerpo retorcido por el dolor. La herida en su costado derecho era un grotesco recordatorio de su encuentro con el vampiro. La estaca de plata envenenada seguía allí, enterrada profundamente en su carne, liberando su veneno letal en su sistema.

Su respiración era entrecortada y sus gemidos llenaban la sala, resonando en las paredes cubiertas de polvo y antigüedades olvidadas. La agonía que la envolvía era indescriptible. Cada latido de su corazón parecía un eco del tormento que la atormentaba. La sangre brotaba de la herida, mezclándose con el polvo del suelo de madera antigua.

Sara se arrodilló ante ella, sin importarle que los vampiros habían comenzado a salir de las sombras.

—¡Tanya! —gritó, tratando de sanar sus heridas.

La flecha de plata había calado profundo. Mark y Adren comenzaron a defender al grupo, los vampiros estaban próximos a atacar.

Friederich, el vampiro más habilidoso de entre el grupo, tomó a Collin por sorp
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