Capítulo 3

Y como casi todos los domingos, despierto con Daniel a mi lado. Entre semana se despierta temprano, el domingo no. Sé que si abro los ojos veré justo a Daniel apoyado con una mano en la cabeza y mirándome. 

—Hola— saluda con voz ronca, esa voz que me encanta —¿Quieres desayunar?— pasa una mano por mi abdomen y me acaricia la piel.

—¿A qué tipo de desayuno te refieres?— me acomodo para quedar frente a frente con él. 

—¿Tú cuál prefieres?— ignoro su evasiva, así que solo le doy un beso en los labios y salgo de la cama. Estoy teniendo unos ligeros cólicos, así que presiento que hoy me viene la regla.

—Prefiero ir al baño a revisarme— comento. 

Hago justo lo que digo, pero no hay ninguna mancha, por lo que pienso que más tarde será. Estar en mis días se resume a estar en cama solo dos días seguidos, de ahí soy libre. 

—¿Estás bien?— dice Daniel detrás de la puerta— ¿Quieres que entre?

—Por supuesto que no— quiero hacer pipí— en un momento salgo.— No me contesta, pero puedo escuchar sus pasos alejándose. 

Cuando bajo a la cocina, Daniel ya está haciendo el desayuno. Es otra cosa más de sus recetas saludables que siempre come. No me quejo, porque si lo hago él me pediría que yo sea quien cocine y la verdad es que he aprendido, pero no tan bien.

—Regresé — me siento en una silla alta.

—Lo he notado, ¿pasa algo?— pregunta Daniel preocupado. En respuesta niego con la cabeza.

—Solo tengo un poco de cólicos, no olvides que soy mujer, Clark— mi chico se relaja considerablemente. —Por cierto, ¿podemos dejar el ejercicio para cuando esté libre de esto?

—Claro que sí, no soy tan malo como para hacer que te esfuerces y lo sabes demasiado bien. —Siempre ha sido considerado conmigo, cuida de mí y consigue todo lo que me apetece sin quejarse. 

Desayunamos en silencio, no tenemos mucho que decir, más que comer. Tecito juega con su pelota al rededor de nosotros y Daniel y yo, de vez en cuando lo miramos. 

—Por cierto, ¿quién te dio ese collar?— lo había notado raro ayer, pero no dijo nada.

—Mi hermano, ayer fui a su casa y por eso me di cuenta de que está muy cambiada gracias a un arquitecto que conozco muy bien.

—Ah, por favor no traigas eso de nuevo ahora. Ya ni siquiera importa, ya te pedí perdón por haberte mentido. 

—Lo sé y no me estoy quejando, pero el tema viene a flote porque me preguntaste sobre el regalo de mi hermano— me llevo la mano al cuello donde posa— También vi a mi sobrino, Lenin está gigante y me ofrecí para cuidarlo en algún momento. 

—¿En serio? Esa responsabilidad es muy grande. Solo espero que si te lo piden, no interrumpa nuestros planes.

—Tranquilo, no debes de preocuparte. Un día solo será eso, un día. No es para tanto, cariño. —Recojo los platos y tazas que hemos usado, los llevo al fregadero y empiezo a lavarlos.

—¿Cómo lo lleva James?

—Supongo que mal, ¿por qué crees que me ofrecí a cuidarlo? Es para que ellos puedan salir y divertirse. 

—Bueno, en ese caso, diles que podemos hacerlo. Puedo ayudar también —suspiro de lo feliz que me siento al escuchar sus palabras, siempre apoyándome. —¿Qué haremos hoy?

—Nos hemos quedado sin mucha comida gracias al viaje, deberíamos de ir al super a comprar y después vamos a cenar a algún lugar.

—Perfecto.

Despierto con mal humor y más cuando noto que Daniel ya no está en la cama. Debo de ir a la academia, así que no puedo seguir durmiendo como quisera. Entro a la ducha y me lavo el cuerpo y el cabello como sonámbula. Al terminar, con una toalla en la cabeza y en el cuerpo, me lavo los dientes. 

—¿Puedo pasar?— me sobresalta y me despierta un poco el llamado de mi chico. —Necesito lavarme los dientes.

—Pasa— me sorprende verlo limpio y sin la pijama. Sigue teniendo el mismo estilo de siempre, no le importa que su papá le haya recomendado que a la constructora fuera con ropa un poco más formal. 

—Te ves bien, te ves guapo, como siempre— repaso su cuerpo con la mirada mientras lavo mis dientes, Daniel toma su cepillo y le coloca dentífrico. 

—Lo sé, siento tu mirada en mi espalda. —Se voltea hacia mí y me sonríe —Tú también te ves bien— su risa lo delata, sé que me veo horrible y él también lo nota. Le doy un puñetazo en el hombro— Tranquila, fiera, es una broma.

—Por su puesto que me veo mal, acabo de despertar y me siento hinchada, además de que estoy de mal humor, así que no me molestes o terminarás con una patada en el trasero. —Las palabras me fluyen con rapidez, tanto que dudo que me haya entendido. 

—Wow, ¿estamos de mal humor? Ya empezó el efecto de la menstruación en ti, ahora entiendo. Discúlpame, no quise molestarte— pasa su brazo por detrás de mi cabeza y me acerca a él para darme un beso.— Te amo, Elizabeth. 

Llego quince minutos tarde a la academia en mi primer día de clases, que verguenza. Espero que la maestra no me cuelgue o peor, me obligue a participar. Para mi buena suerte, no está la maestra en el salón, solo mis compañeros. Me siento en la primera silla que encuentro, de lejos mi amiga Sofía, me saluda. La puerta del salón y aparece la profesora, con alguien siguiéndole. 

—Buenos días chicos y chicas— saluda, deja su maletín en el escritorio— Les presento a su nuevo compañero, George Bell— todos dirigimos la mirada al chico de cabello negro, alto y un poco marcado de los brazos. Solo con verlo, siento como si tuviera una nube gris encima, quizás sea porque no sonríe ni intenta saludar, solo está ahí, escuchando lo que dice la profesora. — Toma asiento en el lugar que quieras.

—Gracias— instintivamente me pongo nerviosa al ver como viene hacia los lugares libres que hay justo a lado de mí, a lado y detrás de mí. En cualquiera que él decida sentarse, estará cerca de mí. 

Me siento bloqueada, me siento nerviosa y sobre todo intimidada. No sé porque, pero siento como si su mirada estuviera clavada en mí, lo siento literal. La maesrra habla y habla, pero yo no escucho nada, sus palabras no entran en mi cabeza. Santo Dios, ese olor. Huele a perfume de hombre, pero también huele al típico olor que irradia un...

—Vampiro— doy un brinco en la banca, su voz me ha asutado demasiado.

¿Qué carajo fue eso? ¿Lo escuché en mi cabeza o fuera de ella? Si nadie está mirándonos es porque nadie escuchó lo que dijo, eso quiere decir que...

—Me metí en tu cabeza— volteo a verlo y efectivamente, me está mirando de una forma indescriptible. Una mirada que me irradia seriedad, irradia misterio y por lo tanto miedo. 

Regreso a la mirada a la maestra, está explicando cosas sobre las fotos en blanco y negro, tal y como sea titula la clase. Repentinamente alzo la mano y la maestra deja de hablar, todos me miran por haber interrumpido la clase.

—¿Puedo ir al baño?— la maestra asiente con la cabeza y sigue explicando, tomo mi móvil y salgo de el salón lo más rápido que puedo. 

Que incómodo fue todo eso, entro al baño y me encierro en un cubículo. Desbloqueo mi móvil y busco entre mis contactos a Bethany, ella debe de saber como hacerle para que ese hombre no se meta en mi cabeza como lo hizo hace un momento. 

—¿Estás bien? No quise molestarte —mi corazón empieza a latir varias veces, ¿está aquí?

—¿Qué carajo? Estás en el baño de mujeres — comento.

—Puedes salir, no creo que te pueda hacer daño— ¿éste tipo está mal de cabeza?— No, no lo estoy.

—¿Cómo puedes hacer eso? —abro la puerta y el me recibe con una mirada que me recorre cada centímetro del cuerpo.

—Lo siento, es inevitable, e imposible no hacerlo cuando la persona tiene la mente tan débil. —Se apoya en la pered y mete sus manos en los bolsillos del pantalón. 

—No sé si debería de ofenderme por ese mal comentario —guardo el teléfono en mi bolsillo y voy al lavamanos. Me miro al espejo e intento que no afecte su presencia.— Deberías de salir de aquí, alguien puede entrar y malinterpretar las cosas.

—No pensé encontrarme a un lobo en una escuela pública y de la ciudad— camina hacia mi y huele mi cabello— Perdón por el olor, es algo que no controlo muy seguido, hace mucho tiempo que no estaba cerca de uno de los tuyos, hasta hoy.

—Ni yo con alguien como tú, ¿sabes algo? Deberías de dejar de meterte en los pensamientos de las personas. Dime, ¿manipuaste a la maestra para poder salir del salón?

—Que mal concepto tienes de nosotros los vampiros, ¿qué te parece si empezamos a ser amigos? 

—¿Amigos? No lo creo— me apresuro a decir. Aunque la verdad es que no tengo ningún amigo, ¿por qué será? 

—Lo estoy notando, te estás arrepintiendo de esto— pongo los ojos en blanco, intento salir del baño, pero en una fracción de segundo, George ya está deteniendo la puerta. —Eres todo lo que han dicho de ustedes los lobos.

—¿Y te quejas de los estereotipos?— lo miro directo a los ojos, al hacerlo siento como si me adentrara a un lugar desconocido y hondo. Puedo notar como me pierdo es su mirada— Carajo —reacciono— ¿Qué intentabas hacer?

—¿Yo? Nada, no hice nada— suena sincero, ¿pero que fue eso?— estoy seguro que fuiste tú, ¿te has enamorado de mí? 

—Creo que los vampiros a parte de ser malos y manipuladores, son tontos, no tienen cerebro. 

—Vaya que ofensa hacia mi persona, vayamos a la clase, yo si tengo interés por estudiar. 

—¿A qué te refieres? Tú empezaste a molestarme, además tú eres el que está impidiendo que salga —quita la mano de la puerta y me deja pasar. —Maldición, viene alguien hacia... claro, ya no estás. 

Camino por los pasillos y entro al salón con miedo a que alguien se haya dado cuenta, pero no. Todos tienen la mirada puesta en la maestra. George ya está en su silla apuntando algo en su cuaderno, no me mira cuando tomo asiento y lo agradezco. Su mirada me da miedo y me pone demasiado nerviosa. 

—¿Eres un cachorro o por qué tanto miedo?— otra vez lo hizo, otra vez se metió en mi cabeza. 

Será imposible estar en el mismo lugar que él. 

—Eres un idiota —me esfuerzo en pensar para que él pueda saberlo.

—Ya me lo han dicho antes...

—Ese George está guapísimo, que suerte que se sentó cerca de ti.

—Sofía, no hables tan fuerte, te puede oír —la verdad es que Sofía está susurrando, pero George no es un chico normal, es un puto vampiro.

—Admítelo, te pareció guapo— siento un vacío en el estómago. Repaso cada uno de las cosas que sentí cuando llegó especialmente cuando me encerró en el baño— ¿Qué clase sigue? Espero que sigamos compartiendo clases, odio estar sola.

—A mí también —respondo absorta a todo. 

—No puede ser— siento una mano calida tomar la mía —¿es un anillo de compromiso o es simplemente un regalo por tu cumpleaños?— grita Sofía, lo hace tan fuerte que las personas que estan en el pasillo nos voletan a ver.

—Sofía, no grites, nos están mirando todos— comento— Sí, es de compromiso. 

—No lo entiendo, Eli, estás demasiado joven para casarte con tu novio —si tan solo lo te lo dijera, va más allá de que Daniel sea mi novio.

—Tengo dos años viviendo con él, creo que ya es hora de dar el siguiente paso.— Reviso mi horario para ver cuál es el salón donde tendremos la clase. 

—Hola chicas— alzo la mirada para ver al hombre que me ha molestado durante toda una clase de tres horas.— Como saben soy nuevo y no sé cuál es la aula 4-H.

—Justo a la que nosotras vamos— responde Sofía con una sonrisa.— Vamos— George camina junto a ella y yo detrás de ellos, siguiendolos.

¿Otra clase con él? No por favor, no quiero sufrir. Siento que algo en mi bolsillo vibra, es mi móvil, lo reviso y sonrío inmediatamente al ver que es un mensaje de Daniel.

Mensaje de Daniel para Elizabeth Lunes 19 de agosto del 2019 12:09 PM: *Siento mucho haber hecho que llegaras tarde a tus clases, no te distraigas y pon atención en la clase. * 

*Te quiero mucho, guapa* Suspiro al leer sus mensajes, los leí con su voz en mi mente, como si me lo estuviera susurrando al oído. 

Ésta vez Sofía y yo nos sentamos juntas, en una banca para dos personas. Haber llegado tarde hace unas horas hizo que conviviera con el raro del salón.  El profesor se presenta y dice cosas que yo apunto en mi cuaderno, mantengo fija la mirada en él y en mi libreta. Tampoco pienso en otra cosas más que en Daniel y en la clase, esta vez no dejo que se meta nadie en mi pequeña cabeza. 

A lo lejos veo que el chico vampiro está apoyado en mi camioneta mientras mira su Kindle, ¿leyendo encima de mi auto? Lo observo, se mira sereno y relajado, está inmerso en la lectura.¿Sabe qué es mi camioneta? ¿Debería de interrumpirlo? Reviso la hora en mi reloj, son las dos en punto, tengo hambre y Daniel no tarda en llegar a casa, no puedo darme el lujo de esperar a éste tipo. Bien, Elizabeth, mantente serena y segura, no dejes que entre en tu cabeza.

—Disculpa —comento mientras le quito el seguro a las puertas con la llave a distancia, abro la puerta del copiloto y tiro el estuche de mi cámara y mi mochila en el asiento. Cierro la puerta y camino con cautela hacia donde está él y la entrada para el piloto. 

—Te estaba esperando —¿qué? Lo volteo a ver cuidadosamente, ¿qué es lo que pretende? Estoy muy segura de no querer un amigo que entre en mis pensamientos y me manipule como él puede hacerlo. Alto, Daniel tiene una amiga como George y no hace nada de eso.— Soy nuevo en la ciudad, ¿sabes en dónde puedo comer algo?

—Deberías de habérselo preguntado a Sofía, si te soy sincera casi no como fuera de casa— y todo porque Daniel se b**a de comida saludable que en muchos restaurantes no venden.

—¿Puedes enviarle un mensaje y preguntarle?— ¿qué pretende? 

—En serio me gustaría quedarme contigo más tiempo y ayudarte, pero tengo que hacer unas cosas. No quiero llegar tarde— abro la puerta y tomo asiento con una sonrisa nerviosa.— es algo importante, nos vemos luego.

El suave ronroneo del motor alerta a George, quien se despega de la camioneta para que yo pueda avanzar. Arranco dejándolo desorientado y solo. Hoy ha sido un día muy intenso, cosa que Daniel no sabrá, sé que sacará su lado posesivo que de vez en cuando logra hacerme enfermar.

Solo espero ni verlo mañana, porque quizás se de cuenta de que su fuerte presencia me hace sentir nerviosa...

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