—¡Al fin en casa! —bufó Eetes. —Ni siquiera eres tu el enfermo —habló Epona. Estabamos de vuelta en casa, pero ahora con un bebé en brazos. Llegamos a la habitación, Convel fue directo a la cuna, ya que venía dormido. —Gracias, chicos, no sabría qué hacer si no estuvieran conmigo —hablé. —Iré a la cocina por agua caliente —habló Epona y salió de la habitación.—Me quedaré toda la tarde contigo para cuidarte. —mencionó mi hermano. —No es necesario… De repente su móvil empezó a sonar. —Aló… ah si… hola hermosa… ¿En serio?... te veo en media hora… —cortó la llamada—. Creo que tú y Epona se pueden hacer cargo de mi sobrino. —Está bien Eetes, vete.—Gracias hermanita. —besó mi frente y salió. —Eetes espera… —grité, pero era demasiado tarde, se había ido. Olvidé que necesitaba el biberón para Convel. Me puse de pie de la cama, despacio ya que no podía hacer de manera normal, aún dolía. Miré por la habitación y no encontré la mochila con las cosas de mi bebé. Caminé despacio, salí
—¿Aliado? —pregunté.—Si, si queremos derrotar a Fray, necesitamos mucha ayuda. Voy a recibir a nuestro invitado, te espero en la sala. Por favor tomate el té.Epona salió de la habitación deprisa.—Esto no me gusta para nada—Habló Eetes—. Tú estás a salvo aquí, lo que pase al otro lado del mundo ya no es tu problema.Eetes, tenía razón. El castillo y al destajo eran mi problema y ahora mis prioridades eran otras, pero si no hacía nada, era aceptar a Fray y su reino, no quería permanecer escondida por las siguientes décadas.—Tengo que hacer esto por Edon y también por mi hijo. Agarré la taza de té y la tomé de un solo trago. De inmediato pude sentir como la bercial perdida durante el parto, regresaba a mi cuerpo. Epona era muy buena con esto. Le pedí a mi hermano que vigilara a Convel, mientras conocía a nuestro nuevo aliado.Salí de la habitación y me dirigí a la sala. Antes de llegar me detuve.—Ella estará aquí en un momento —habló Epona. —No entiendo como dejé convencer por ti
—¡Me estoy cansando de ustedes! Regresen a su trabajo y esta vez, háganlo bien.Recriminó Fray a varios de sus empleados. Desde hace días se sentía nervioso y un tanto tenso. Las cosas no salían como él quería.—No deberías tratarlos de esa manera —habló Ada, su esposa, quien estaba en la puerta escuchando la manera en que su esposo le gritaba a sus empleados.—Solo de esa manera me respetan. —¿Te respetan o te tienen miedo? —inquirió Ada.—No importa lo que sienten, soy el alfa, el jefe y a quien tienen que obedecer.Desde pequeño Fray había notado el menosprecio de su familia, así es como él lo veía, ya que su hermano mayor era halagado por su padre y cada día les recordaban que era el heredero de la manada.Su odio acrecentó cada vez que su hermano salía triunfante en todo, el mejor en el arco, entre las mujeres, en la empresa. Por ese motivo, cuando se enteró de que la compañera de su hermano había aparecido, se propuso enamorarla, quería causarle dolor a su propio hermano, pero
Circe—Uno…dos…tres…uno…dos…tres—¡Muy bien Circe! —Uno…dos…tres…uno…dos…tresMe encontraba en un lugar completamente desconocido. Después de escapar de los hombres enviados por Fray. Bardou nos llevó a donde se encontraba su manada.Teníamos casi un mes de estar acá. La manera en que la manada se comportaba era muy parecida a la manada de los Wolf. Con la única diferencia de que no existía un hermano malvado queriendo acaparar el poder. —Ya… ya, me siento muy cansada. —hablé. Me encontraba entrenando con Eetes, llevaba dos semanas practicando a algo parecido a artes marciales, en sí era una combinación de boxeo, artes marciales y lucha.—Hoy estuviste muy bien —mencionó mi hermano, al mismo tiempo que me lanzaba una toalla para que secara mi sudor. —Apenas y puedo lanzar un golpe —cuando estuve con Epona me concentré en el control de mis poderes y al tiro con arco —Si me enfrentara a Fray en una lucha, estoy segura que me derrotará en el primer round. —Tienes muy buenos poderes,
—Nunca había visitado América —habló Eetes. Íbamos en auto hacia un hotel. Estábamos de regreso, me sentía feliz de estar de vuelta, pero con un poco de nervios y temor, el momento había llegado. Después de meses estaba de vuelta—. Y por lo que veo las mujeres aquí son muy hermosas. —Eetes venimos a una guerra, no a tener sexo. —Después de ganar esta guerra, tendré mucho tiempo para conocer a féminas de este país. Eetes sin duda no tenía remedio, solo le interesaba a conocer al sexo opuesto. Llegamos al hotel y nos dividimos en distintas habitaciones. Yo me quedé con Eetes y Epona, y claro con mi bebé. Descansamos un poco, ya que el viaje había sido largo. —Bardou es un buen partido —habló de pronto Eetes. —¿A qué viene tu comentario? —Si tu mate está muerto, tienes que pensar en una nueva pareja. —No tengo tiempo para pensar en el amor, estoy concentrada en la guerra que se va a originar en pocas horas. Además, es demasiado pronto para pensar en eso. El único hombre importan
Fray tomó el pedazo de papel que le habían entregado. Circe estaba en la ciudad y venía en compañía. Su enojo no era por el ataque, sino por el hecho de recordar que Circe Hall estaba con vida. —¡Necesito que los busquen! —ordenó.Quería ir un paso al frente, que en lugar de sorprenderlo ellos serían los sorprendidos. Ada escuchaba detrás de las puertas, como estaba acostumbrada. Circe ya estaba en la ciudad, debía informarle a Edon sobre su llegada. Había pasado casi un año desde que Edon estaba encerrada en esa cueva. Cuando los hermanos Wolf se enfrentaron en una pelea mortal, Fray pensó acabar con Edon. Quedó muy herido, pero su hermano no pudo acabar con él. Logró escapar antes que su hermano lanzara el hechizo del relicario de la muerte. Logró escaparse y ocultarse, hasta que en una ocasión, cuando buscaba comida, se encontró con Ada. En un principio pensó en asesinarla para que no contara sobre su existencia, pero todo cambio cuando Ada, al darse cuenta de sus heridas, lo
—¿Amiga? —Sí, eres mi amiga. Has sido de gran apoyo, por eso te quiero brindar la misma ayuda quedándote en un lugar seguro. —Gracias Circe, nunca nadie se preocupó tanto por mí. También eres mi amiga. —Epona me abrazó con fuerza.Sonreí triunfante. —Eres muy buena, no fuera nada si tú no estuvieras a mi lado. —Hay pequeña, yo… yo… —¿Qué pasa? —Nada, es mejor que te vayas, no es bueno que te vean conmigo. Circe recordaba esa tierna escena. No todo con Epona fue malo, ella la ayudó y le agradecía salvarle la vida a ella y su hijo y se lamentaba que no pudo hacer nada por ella. Circe soltó unas lágrimas al ver el cuerpo inerte en el suelo. Corrió hacia su cuerpo y escuchó su corazón. Epona estaba muerta. Tocó sus manos, estaban duras como una roca. Estaban empuñadas, pero en una de ellas se podia ver un pequeño frasco. Circe reconoció de lo que se trataba, lo tomó y lo guardó. Se puso de pie y elevó una de sus manos, quería acabar con el causante de la muerte de su amiga. Una bo
Un lobo blanco, blanco como el inmonente Everest, sus ojos como dos infrarrojos, sus colmillos corto punzantes y sus garras afiladas. Así es como Edon hacía su presentación y marcaba la cara del monstruo en que se había convertido su hermano. A pocos metros Circe lo miraba incrédula. Aún no podía creer que Edon estuviera aquí. Dudó en su supervivencia, pero ahora estaba aquí. Fray se levantó del suelo y vio a su hermano convertido en lobo. Sintió terror y odio a la vez. Para él. Edon estaba muerto, él con sus el relicario de la muerte le había provocado la muerte y era imposible que estuviera de regeso. Su corazón sintió una gran furia, se llenó de odio y rencor. Edon no podía ser inmortal, su hermano tenía que estar muerto. Estaba asimilando la existencia de su hermano cuando sintió un fuerte golpe que lo hizo caer al suelo. Edon lo golpeó por segunda vez. Se levantó y dio un gran rugido para que todos conocieran su gran poder. Con voz grave Fray pronunció.—Voy a matarte una, d