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Lyra Cuando nos dejaron a solas, luego de recostarme en la cama, la actitud de la doctora no cambió. De hecho, me miró con más dulzura y empatía. —Estoy aquí para ayudarte —reiteró—. Espero que podamos crear una relación de confianza y que puedas sentirte cómoda conmigo. —Entenderá que no es fácil para mí abrirme a alguien que no conozco —murmuré, desviando la mirada—. Siento que Thane me está tratando como a una desequilibrada mental y no me gusta. —Entiendo los prejuicios que puedan existir en contra de la psiquiatría, pero… —No, no me malentienda, doctora —la interrumpí, avergonzada de que creyera que la estaba insultando—. Lo que intento decir es que no creo que necesite todo esto. Sí, el parto prematuro me afectó, este encierro también, pero… Me quedé callada al ver la mueca de tristeza de la doctora Ivanova. No hacía falta preguntar; ella sabía mi situación. —Debes ser completamente sincera conmigo —dijo con tono suave—. No debes temer que el señor Wilder lo sepa, el
ThaneMe encontraba caminando de un lado a otro frente a las puertas de la unidad de cuidados intensivos que había mandado a instalar en la casa para el cuidado de esos niños. Sabía que eran de Lyra, pero al no ser míos, simplemente no podía sentir algo por ellos. Solo esperaba que se parecieran a ella y que no tuviesen ningún rasgo de ese infeliz al que quería ver hundido por atreverse a casarse con la mujer que siempre amé. No solo era un competidor fuerte en el mercado, sino que también tenía toda la vida que yo deseaba. «Poco a poco», pensé. Nada ni nadie cambiaría el hecho de que ahora estaba con ella, y si tenía que fingir querer a esos mellizos, lo haría. —Puede pasar, señor —me dijo el pediatra cuando salió de la sala, después de darme unos minutos para estar listo. —Gracias —respondí—. ¿Sigue todo bien? —Sí, señor. La fórmula especial se les está dando a los niños y la están tolerando bien, pero la señora Wilder debe empezar a producir leche para ellos. —Lo sé; pront
Byron—¿No crees que esto es algo precipitado? —me preguntó mi padre al ver que me vestía a toda prisa, luego de que el doctor se marchara con mi alta voluntaria—. Todavía faltaban algunos días para que te dieran el alta, hijo. —Sé que es pronto, pero no me importa. Lo que necesito hacer es más importante —respondí mientras terminaba de abrocharme el botón de la camisa. Odiaba las camisas de botones; me parecían innecesarias, pero esto era lo único que Amelia, la amable suegra de mi hermana, había podido conseguir para mí. No tenía tiempo para pedirle que me trajera ropa cómoda y tampoco se me había ocurrido. Tal vez ella pensaba que me sería más útil ponerme y quitarme la camisa sin tener que levantar los brazos. —¿Qué es lo que vas a hacer? —insistió—. ¿Por qué sales así del hospital? Dejé escapar un suspiro y lo miré con irritación. Él ya sospechaba lo que ese niño significaba en mi vida, pero por alguna razón no me sentía deseoso de darle detalles. —Porque es realmente im
LandonLa reacción que tuvo Byron con su hijo me hizo experimentar sentimientos encontrados. Por una parte, me alegraba de que él pudiera encontrar lo que deseaba, pero al mismo tiempo experimentaba una desesperación terrible. Deseaba poder tener la misma suerte y encontrar a Lyra y a mi hijo en el primer lugar que buscara. El problema era que yo no tenía una carta con una dirección concreta; por tanto, las posibilidades de no encontrarla nunca eran mayores a las de poder hacerlo. A pesar de que el desasosiego invadía mi corazón, llevé a Byron hasta el departamento en el que vivía la mujer, cuyo nombre era Enid. Por suerte, estaba en el segundo piso. Como Byron había perdido mucho peso, no supuso mucho problema cargarlo por las escaleras y luego traer la silla, en lo cual el pequeño me quiso ayudar. Se parecía mucho a Byron, pero también veía esa bondad y dulzura que Lyra poseía, lo que complicaba que pudiera estar cómodo. El departamento era bastante viejo y en el ambiente se podí
Lyra Mientras esperaba a que vinieran a buscarme, sentí de nuevo aquella opresión en el pecho y pensé en Landon. Llevaba algunas semanas experimentando esta sensación día y noche y me preguntaba con mucho dolor si él ya había rehecho su vida, pero trataba de ignorarlo para no perder mi avance. Las semanas avanzaban lentamente, aunque Thane y la doctora Ivanova se empeñaran en decirme que pasaban a toda prisa. Mis pequeños ya tenían un mes de vida y apenas podía pensar en otra cosa que no fueran ellos. Aun así, la limitación para poder verlos me parecía insoportable; era el culpable de que el tiempo me pareciera eterno cuando no estaba a su lado. Dos visitas de una hora no me parecían suficientes para darles todo el amor que quería darles. Si ellos me necesitaban, yo lo hacía aún más. Su calor y sus pequeñas sonrisas eran mis mayores tesoros, y algo en lo que no dejaba de pensar cuando volvía a mis citas con la doctora Ivanova. —Son absolutamente hermosos —dije sonriendo cuando me
LandonByron se fue bastante inconforme con la resolución de este primer encuentro con su hijo, pero no hizo un escándalo por no alterarlo. El niño estaba muy triste por tener que despedirse del padre que, era obvio, necesitaba, lo cual nos generó a ambos un mal sabor de boca. Byron no estaba en condiciones de poder llevárselo todavía, pero me era inevitable pensar que, si yo hubiese encontrado al mío, nada ni nadie me habría impedido llevármelo. Ni siquiera Lyra. Los habría tomado a ambos y posiblemente habría hecho lo mismo que Thane: resguardarlos de todo el mundo. Pero ahora eso era casi imposible. Encontrarlos me parecía un sueño inalcanzable. —Lamento si mi encuentro con Hunter te hizo sentir mal —se disculpó Byron cuando partimos de aquel lugar—. Estaba tan nervioso que olvidé tu situación por un momento. —No te preocupes —respondí—. Tenías todo el derecho a conocerlo y emocionarte. Yo… —Sé que estás jodido por todo lo que ha pasado y porque no puedes encontrar a Lyra —m
Lilly Trabajar sentada gran parte del día iba a ocasionar que mi espalda quedara molida antes de llegar a los treinta años. Sin embargo, renunciar a mi puesto en el banco era lo último que deseaba. Este empleo apenas me permitía mantener a mi hijo y pagar las facturas y el alquiler, pero era algo seguro y estable. Ahora más que nunca debía aferrarme a esto. Byron nunca más iba a volver. Ya habían pasado muchos meses desde que le envié esa carta y nunca la había respondido. O tal vez siguiera viajando por el mundo, ignorando su casilla de correo que tenía en Nueva York. Tan solo esperaba que no sospechara que era yo.—Lilly, tu celular está vibrando —me susurró Lindsay, mi compañera—. Deberías apagarlo o contestar.—Eh…—Ahora no viene ningún cliente. Ve al baño o algo.—Gracias —susurré.Tomé mi celular de la bolsa y me retiré discretamente de la sala de ventanillas, donde atendíamos a los clientes. Mi gerente estaba en su cubículo y alzó la vista al verme.—Tengo que ir al baño —dij
Landon Algo de culpabilidad afloró en mí mientras empacaba mis cosas para mi viaje, el cual saldría esa misma noche. Byron no tenía a nadie más en quien apoyarse, y yo lo estaba dejando solo, pero ya no había marcha atrás. Estaba seguro de que él me entendería y que encontraría la manera de arreglárselas para solucionar las cosas con esa mujer. Deseaba de todo corazón que así sucediera y, a la distancia, yo también encontraría la forma de ayudarlo en su cometido.Una vez que cerré mi maleta, miré a mi alrededor. La habitación seguía como la había dejado y, sorprendentemente, su aroma todavía permanecía en el aire. Su ropa era lo que más lo conservaba, y a veces me pasaba horas pegado a las prendas que más usaba. Ella se había ido sin nada, lo que sugería que no había planeado lo ocurrido. Aun así, las dudas a veces me atormentaban y sentía una opresión en el pecho cuando imaginaba que ella era feliz con él. Sacudí la cabeza y caminé hacia el vestidor para tomar su bata de dormir, la