Gerald fijo sus ojos en Anaís, a la vez que una sonrisa se dibuja en su rostro, en su mente se imaginaba distintas escenas, que quizás podrían pasar cuando estuvieran frente a frente.—Puedes retirarte Medina —ordeno al ver que el joven no salía de la oficina.—Sí, señor —El joven salió a la velocidad de un rayo, no podía darse el lujo de desobedecer a su jefe.—Buen día, Señorita Tatis —saludo Gerald a la vez que caminaba hacia el escritorio.—Bu... buen día —Anaís no pudo evitar tartamudear.—Creo que es de mala educación, no mirar a las personas cuando se saluda —Dijo Gerald con un tono divertido, no quería perderse su reacción.Anaís se sonrojó hasta la médula, sus ojos estaban evitando cualquier contacto visual con ese hombre, principalmente cuando recordó esos ojos verdes con destellos dorados, pero obviamente no podía hacerlo en toda la entrevista, pero tampoco se disculparía por esa pequeña falta de respeto, no lo consideraba apropiado, si ese hombre resultaba el mismo.No le
—Ja, ja, ja, ja —Evelin y Fanny se reían a carcajadas después de escuchar a su amiga.—No se rían, ¡por el amor a Dios! —exclamó Anaís al ver que no era tomada en serio por ese par.—ja, ja, ja, es que eres única, Anaís —Fanny no podía evitar reírse más.—¡Por Dios! Ese hombre me dará un paro cardíaco que me llevará a la tumba, cuando me vean ahí, si me van a creer, pero en vez de estar riéndose como lo hacen ahora, van a estar llorando. Ya las veré.—Si yo soy la mujer del drama, mamita, usted es la reina de los dramones —Evelin seguía riendo —dime una cosa, ¿cómo nos verás? Si ya estarás muerta, ja, ja, ja.—Estoy hablando muy en serio, no puedo con ustedes, créanme cuando digo que ese hombre tiene el ego por las nubes, es un engreído con letras mayúsculas, se cree el rey de Francia, ¡está loco!—Pero cálmate, mujer —Evelin reía de lo cómica que su amiga se veía —Gerald no te hará nada, a pesar de las bonitas palabras que le dedicaste hace 5 años.—¿Por qué no me lo dijiste? —reclamó
—¿Cómo se llama? —preguntó Nathan.Gerald, que estaba leyendo algunos documentos, levanta la vista y mira a su padre con una expresión de confusión.—¿Quién?—La mujer que causa esa sonrisa en ti —Nathan sonrió de oreja a oreja con diversión—. Y no me mientas, habrá boda, ¿verdad?—¡Estás alucinando! No hay nadie, pero ustedes están tan apresurados por verme casado, que ven estrellas donde no las hay.—¿Seguro?Gerald solo se limitó a mirarlo.—En ese caso, tendré que ir al médico, por estar viendo alucinaciones, pero lástima porque el doctor me dirá que estoy aún en mis cinco sentidos.—¿Cómo está el abuelo? —preguntó Gerald para cambiar de tema.—Tu abuelo está mejor que nosotros dos, ja, ja, ja, pronto vendrá a visitarte. Entonces, regresando a mi pregunta inicial, no me dirás como se llama mi futura nuera.—Cuando exista tal mujer, te aseguro que serás el primero.—¡Ja, ja, ja, ese cuento, ni tú mismo te lo crees, porque incluso le cambiaste el nombre a tu jet!—Es mío, puedo hace
*Tres días después.*Anaís llegó a la empresa, se sorprendió al ver que aún no llegaba su jefe, luego se recriminó internamente por estar pensando en él.«No tienes por qué estar, pensando en ese ser tan engreído».Se cambió la ropa, su uniforme lo amó, ya que no era un diseño tan feo como se lo había imaginado.Un par de horas después, una de las secretarias tocó la puerta del laboratorio.—¡Adelante! —Doctora, han dejado esto para usted.Anaís, al girarse, se encontró con la sorpresa de un pequeño ramo de rosas rojas, con un sobre color dorado. En su interior sentía una alegría al pensar que fuera su amor anónimo; sí, tenía que admitir que le estaban haciendo falta esos detalles que siempre le llegaban a su trabajo o su casa en París. Aunque se preguntaba quién era, se había enamorado de él. Pero sintió tristeza cuando pensó que no sería su amor secreto.—¿Quién me ha enviado eso?—No lo sé, solo dijeron que es para usted, ya el chico de la encomienda se fue.—Gracias.Después de q
—¡Ja, ja, ja! —Anaís reía por lo que su jefe le había mencionado—. Mi nombre no es elegante, ¿de dónde saca eso, doctor?—Solo digo la verdad, el nombre Anaís tiene un encanto especial. Por cierto, se popularizó en Francia alrededor del siglo XIX por una actriz que ahora no recuerdo el seudónimo que usaba y en España fue en los años 80, cuando estaba de moda ese nombre, todo por culpa de un conocido perfume francés.—¡interesante! No sabía nada de eso, ja, ja, ja. Así que soy famosa.—ja, ja, ja —Gerald se rio, disfrutaba de ese momento que tenía con ella, quería que no se acabara, deseando en su corazón tener el poder de paralizar el tiempo justo ahí.—Según usted, los nuevos productos deberían llevar mi nombre, por lo que me has contado. Pero no estoy muy convencida de que sea correcto usarlo.—¿Por qué no? Sí, es un nombre elegante, que además tiene un sonido melodioso y esa conexión con la gracia.—Doctor Garnier, voy a creer que es una biblioteca andante, ja, ja, ja, es agradabl
—Por favor, Doctor Garnier, no la despida —decia una nerviosa América, la jefa de las secretarias.—¿Por qué? —Gerald estaba muy enojado, no podía permitir a personas así en su empresa—. La señorita González me ha visto la cara y no cumplió con mi petición.—Quizas se equivocó en los papeles, pero no creo que lo hiciera con mala intención.—¿Es eso así? —Gerald fijo su mirada en la secretaría que temblaba como un pollo, no lo convencían esas excusas.—Si, si doctor, me confundí en los documentos, pero jamás tuve la intención de hacerle eso a la doctora Tatis.—Pero las cámaras dicen lo contrario.Ambas mujeres se quedaron sin habla, no sabían cómo refutar esa acusación. América sabía que si Gerald tuvo que recurrir a las cámaras, es porque ya había hablado con Fabiola, por lo tanto no podía hacer mucho por su sobrina, solo le quedaba apelar el lado humano de su jefe, si es que lo tenía.—Doctor Garnier, por favor, no despida a Fabiola, ella necesita este empleo, para poder llevarle el
—Papá, ¿por qué tu casa es tan chiquita? —pregunto un curioso Kelvin.—¿No te gusta mi casa?—Tu casa es como si estuviera en la sala de la mía.—Haces que mi corazón duela —Rafael hizo una expresión de tristeza. —eres un mocoso malagradecido.—ja, ja, ja no te pongas triste papá, tu casa es bonita, solo me la imaginaba más grande.—Hablas como un loro, ¿lo sabías? Y no soy millonario como tu madre, así que aquí no conseguirás lo que tienes allá.—Eso no me importa papá, porque es tu compañía lo que quiero, no las cosas materiales —responde el niño dejando a un estupefacto Rafael sin palabras.—Eres el amor de mi vida, hijo, haré lo que sea para que estés feliz y tengas una buena infancia, me prometí que sería el mejor padre para ti.Padre e hijo se abrazaron.—¿Que te gustaría comer hoy?—Quiero una pizza.—ja, ja, ja haré el intento, pero por lo visto quieres verme sufrir en la cocina.Kelvin sonrió con picardía.,ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩEvelyn miraba a su amigo con una sonrisa de burla.—
—El agua micelar está aprobada, ¡qué emoción!—Sí, cada vez falta menos para el lanzamiento de esta línea —responde Gerald.—Las mujeres amaran todos estos productos ya lo verás.—Eso espero, y estoy seguro de que así será, quiero que esta marca sea la innovadora para brindar una opción a cada persona de acuerdo a su tipo de piel y necesidades de la piel.—Por supuesto que así será, ahora hay que trabajar en el protector solar facial, sería bueno sacar uno para el cuerpo.—Me parece buena La idea, y deberíamos buscar una frase que acompañe al nombre de esta marca.—Pero aún no tenemos el nombre.—Ya lo tengo —Gerald sonrió.—¿En serio? ¿Cuál es?—La semana que viene tengo que viajar a Caracas, así que estarás a cargo. —dijo Gerald evadiendo la pregunta.—¿Qué? —Anaís se sorprendió, pues no sabía nada y no se sentía bien trabajar ella sola.—Sí, es una reunión mensual del servicio de dermatología, he sido invitado a participar en ella. No puedo faltar.—Entiendo, no pasa nada, creo que