—Ese niño tan guapo —Evelin abrazo a Kelvin, emocionada, tenía varios meses sin verlo.—Ya soy más grande, tía.—Crecerás fuerte y muy guapo, ¡eh! —Evelin después miro a su amiga —¿qué tal el viaje?—Todo bien, viajar en un avión privado siempre es lo mejor —responde Anaís con cierta ironía.—¡Qué malagradecida! —Evelin soltó una carcajada.—Creo que te debo hasta el alma, con todos estos gastos que has tenido conmigo.Evelin solo sonrió y cambio de tema al ver las rosas, con una sonrisa pícara.—Ahora son rojas, me parece que el mensaje es superclaro.Anaís rodó los ojos.—Le tengo que dar un buen ejemplo a mi hijo, por eso me las traje, de lo contrario hubieran ido a parar a la basura.—ja, ja, ja, ese cuento, ni tú misma te lo crees, ese enamorado te tiene loquita.—Me parece que estás viendo estrellas donde no las hay. Además, no volveré a París en mucho tiempo, así que, triste por él, como nunca se manifestó quién es.—ja, ja, ja, pero si es un hombre que no se da por vencido, aq
—Esto es mucho —Anaís estaba con la boca abierta después de hacer el recorrido por la casa —¡me has estafado!—¿Qué tiene la casa?—Evelin, primero es muy lujosa para mi gusto, prefiero algo más sencillo, segundo no se nada de inmobiliaria, pero el precio que me has dicho no es el valor real de esta casa.—¡Por supuesto que lo es!—Claro que no, así que no vengas a meterme conejo por liebre, estoy segura de que el precio real, triplica, multiplica, cuadriplica, quintuplica, sextuplica, el precio que dice ese documento, esto no es una casa, es una mansión, mejor dicho extra mansión.—¡Deja de quejarte, plica! El precio es el acordado y listo, los dueños anteriores, estaban en bancarrota y la vendieron por un precio bajo, ¿contenta? Yo solo aproveché la oferta, porque es la mejor opción para mí, amiga, sobre todo el lugar.Anaís suspira, sabía que nada de lo que dijera, Evelin le soltaría prenda.—Te creeré —la señalo —pero sé que hay gato encerrado en esto. Algo me escondes, Evelin.—j
Gerald fijo sus ojos en Anaís, a la vez que una sonrisa se dibuja en su rostro, en su mente se imaginaba distintas escenas, que quizás podrían pasar cuando estuvieran frente a frente.—Puedes retirarte Medina —ordeno al ver que el joven no salía de la oficina.—Sí, señor —El joven salió a la velocidad de un rayo, no podía darse el lujo de desobedecer a su jefe.—Buen día, Señorita Tatis —saludo Gerald a la vez que caminaba hacia el escritorio.—Bu... buen día —Anaís no pudo evitar tartamudear.—Creo que es de mala educación, no mirar a las personas cuando se saluda —Dijo Gerald con un tono divertido, no quería perderse su reacción.Anaís se sonrojó hasta la médula, sus ojos estaban evitando cualquier contacto visual con ese hombre, principalmente cuando recordó esos ojos verdes con destellos dorados, pero obviamente no podía hacerlo en toda la entrevista, pero tampoco se disculparía por esa pequeña falta de respeto, no lo consideraba apropiado, si ese hombre resultaba el mismo.No le
—Ja, ja, ja, ja —Evelin y Fanny se reían a carcajadas después de escuchar a su amiga.—No se rían, ¡por el amor a Dios! —exclamó Anaís al ver que no era tomada en serio por ese par.—ja, ja, ja, es que eres única, Anaís —Fanny no podía evitar reírse más.—¡Por Dios! Ese hombre me dará un paro cardíaco que me llevará a la tumba, cuando me vean ahí, si me van a creer, pero en vez de estar riéndose como lo hacen ahora, van a estar llorando. Ya las veré.—Si yo soy la mujer del drama, mamita, usted es la reina de los dramones —Evelin seguía riendo —dime una cosa, ¿cómo nos verás? Si ya estarás muerta, ja, ja, ja.—Estoy hablando muy en serio, no puedo con ustedes, créanme cuando digo que ese hombre tiene el ego por las nubes, es un engreído con letras mayúsculas, se cree el rey de Francia, ¡está loco!—Pero cálmate, mujer —Evelin reía de lo cómica que su amiga se veía —Gerald no te hará nada, a pesar de las bonitas palabras que le dedicaste hace 5 años.—¿Por qué no me lo dijiste? —reclamó
—¿Cómo se llama? —preguntó Nathan.Gerald, que estaba leyendo algunos documentos, levanta la vista y mira a su padre con una expresión de confusión.—¿Quién?—La mujer que causa esa sonrisa en ti —Nathan sonrió de oreja a oreja con diversión—. Y no me mientas, habrá boda, ¿verdad?—¡Estás alucinando! No hay nadie, pero ustedes están tan apresurados por verme casado, que ven estrellas donde no las hay.—¿Seguro?Gerald solo se limitó a mirarlo.—En ese caso, tendré que ir al médico, por estar viendo alucinaciones, pero lástima porque el doctor me dirá que estoy aún en mis cinco sentidos.—¿Cómo está el abuelo? —preguntó Gerald para cambiar de tema.—Tu abuelo está mejor que nosotros dos, ja, ja, ja, pronto vendrá a visitarte. Entonces, regresando a mi pregunta inicial, no me dirás como se llama mi futura nuera.—Cuando exista tal mujer, te aseguro que serás el primero.—¡Ja, ja, ja, ese cuento, ni tú mismo te lo crees, porque incluso le cambiaste el nombre a tu jet!—Es mío, puedo hace
*Tres días después.*Anaís llegó a la empresa, se sorprendió al ver que aún no llegaba su jefe, luego se recriminó internamente por estar pensando en él.«No tienes por qué estar, pensando en ese ser tan engreído».Se cambió la ropa, su uniforme lo amó, ya que no era un diseño tan feo como se lo había imaginado.Un par de horas después, una de las secretarias tocó la puerta del laboratorio.—¡Adelante! —Doctora, han dejado esto para usted.Anaís, al girarse, se encontró con la sorpresa de un pequeño ramo de rosas rojas, con un sobre color dorado. En su interior sentía una alegría al pensar que fuera su amor anónimo; sí, tenía que admitir que le estaban haciendo falta esos detalles que siempre le llegaban a su trabajo o su casa en París. Aunque se preguntaba quién era, se había enamorado de él. Pero sintió tristeza cuando pensó que no sería su amor secreto.—¿Quién me ha enviado eso?—No lo sé, solo dijeron que es para usted, ya el chico de la encomienda se fue.—Gracias.Después de q
—¡Ja, ja, ja! —Anaís reía por lo que su jefe le había mencionado—. Mi nombre no es elegante, ¿de dónde saca eso, doctor?—Solo digo la verdad, el nombre Anaís tiene un encanto especial. Por cierto, se popularizó en Francia alrededor del siglo XIX por una actriz que ahora no recuerdo el seudónimo que usaba y en España fue en los años 80, cuando estaba de moda ese nombre, todo por culpa de un conocido perfume francés.—¡interesante! No sabía nada de eso, ja, ja, ja. Así que soy famosa.—ja, ja, ja —Gerald se rio, disfrutaba de ese momento que tenía con ella, quería que no se acabara, deseando en su corazón tener el poder de paralizar el tiempo justo ahí.—Según usted, los nuevos productos deberían llevar mi nombre, por lo que me has contado. Pero no estoy muy convencida de que sea correcto usarlo.—¿Por qué no? Sí, es un nombre elegante, que además tiene un sonido melodioso y esa conexión con la gracia.—Doctor Garnier, voy a creer que es una biblioteca andante, ja, ja, ja, es agradabl
—Por favor, Doctor Garnier, no la despida —decia una nerviosa América, la jefa de las secretarias.—¿Por qué? —Gerald estaba muy enojado, no podía permitir a personas así en su empresa—. La señorita González me ha visto la cara y no cumplió con mi petición.—Quizas se equivocó en los papeles, pero no creo que lo hiciera con mala intención.—¿Es eso así? —Gerald fijo su mirada en la secretaría que temblaba como un pollo, no lo convencían esas excusas.—Si, si doctor, me confundí en los documentos, pero jamás tuve la intención de hacerle eso a la doctora Tatis.—Pero las cámaras dicen lo contrario.Ambas mujeres se quedaron sin habla, no sabían cómo refutar esa acusación. América sabía que si Gerald tuvo que recurrir a las cámaras, es porque ya había hablado con Fabiola, por lo tanto no podía hacer mucho por su sobrina, solo le quedaba apelar el lado humano de su jefe, si es que lo tenía.—Doctor Garnier, por favor, no despida a Fabiola, ella necesita este empleo, para poder llevarle el