CAPITULO 2

Al día siguiente, Amalia estaba nuevamente con toda la prisa del mundo, atragantando se con el poco  desayuno que ahora ingería.

—Amalia, todos los días es lo mismo, no tienes una hora tranquila para las comidas, o seas las gotas de comida, mírate, estás más delgada, ese trabajo te haré desaparecer.

—Mamá, el bus tarda mucho en su recorrido además en la madrugada me desvelé.

—Hija no quiero que te enfermes.

—No pasará madre, lo prometo.

Amalia se despidió de Patrick y de su madre y salió como alma que lleva el diablo.

Llegó a la parada y enseguida pasó el bus que la dejaba justo frente a  la agencia de modelaje.

Bajó corriendo y llegó casi a la hora justa.

—¡Buenos días,! Creo que llegué justo a tiempo. —dijo mirando a Nohelia.

—Si, ya están seleccionadas las chicas, espero estemos dentro del grupo selecto.

—Si, dios quiera y si lo estaremos. —habló sintiendo emosiones encontradas.

—Darise  has pasar a las chicas elegidas, necesito tener una charla con ellas. —Pidió el CEO de la agencia, y la asistente pasó lista de todas las chicas seleccionadas, las siete chicas pasaron a la sala de reuniones.

Nohelia y Amalia estaban tan felices como nerviosas.

—Bien chicas, ustedes han sido las mejores de todas las participantes, ustedes viajarán y tendrán dos semanas de pruebas para ser elegida como la principal de cada agencia. Ahora necesito su documentación para elaborar los contratos y así puedan viajar a Italia y luego a Rusia para presentarse en las agencias de esos países .

—¿Y los gastos, de lo que necesitamos llevar? —interrogó Amalia.

—Los gastos corren por  cuenta de la agencia, y lo que tienen que llevar en el equipaje son las ganas de triunfar y de comerse el mundo.

Todas sonrieron felices dando saltos de alegría,  de ver como les iba a  cambiar la suerte.

Volvieron cada una a su casa, Amalia entró corriendo y vio a Delia en la cocina y fue a su encuentro.

—Madre, felicitarme, estoy dentro de las seleccionadas.

Delia miró a Amalia feliz, sintió un estrujón en su corazón, y un frío recorrió su espalda.

—Hija, no sé si sea lo correcto, pero si elegiste ese camino, no me queda de otra que desearte la más grande de las suertes y darte la bendición.

La semana pasó en un abrir y cerrar de ojos, entre recibir los últimos ensayos, charlas y desfiles de presentación.

Ahora ya  estaban en el aeropuerto, caminando por los pasillos y hangares que la llevan a abordar un avión, y un equipaje que más llenos de accesorios, van es llenos de ilusiones y esperanza para una vida mejor.

—Hija, cuídate mucho cuídense las dos, me quedo muy preocupada por este viaje tan repentino.

—Mamá, cuando llegue te llamo,  y estemos ya ubicadas dónde viviremos te llevaré a ti y a Patrick conmigo.

—Hija, conque tú estés bien es más que suficiente, mi alma se va contigo.

—Madre mía, te amo con toda mi alma. —expresó con sentimiento y abrazando a su madre. Miró a su mellizo y se abrazó a él.

—Cuídate hermanita, te extrañaré mucho.

—Lo haré cariño, y tú cuídate mucho y a mamá también.

Se despidieron con lágrimas rodando por sus mejillas, y caminaron por los pasillos que la llevaron al hangar dónde abordarían el avión comercial que las llevaría a Italia.

Amalia sentía su corazón estrujarse, tenía una extraña sensación y le atribuía al hecho de que era la primera vez que se subía a un avión.

—Tengo miedo Nohelia, es como si de este viaje no volviera más a mi tierra.

—Tranquila Ami, imagina que este es el vuelo a la fama.

Abordaron el avión, se ubicaron en sus asientos y abrocharon sus cinturones, el avión levantó el vuelo dejando atrás a su madre y hermano para enfrentar lo desconocido.

El vuelo fue tranquilo y treinta horas después estaban aterrizando en Florencia Italia.

Caminaron sintiendo alegría y temor a la vez, pasaron sin problemas, y ahora estaban fuera del aeropuerto.

—Es raro que no tengamos nuestra documentación. —manifestó Amalia.

—Amalia, estás nerviosa y todo lo ves raro, ya tranquilízate. —aseveró Nohelia, poniendo los ojos en blanco.

Amalia sintió un estrujón en el pecho y no dijo nada para no parecer paranoica, y fue el asistente las quien las  interrumpió

—Bien chicas, es hora de ir primero a un hotel, ya mañana las llevo a su destino. —Les informaron, y ella cruzaron miradas entre sí 

El recorrido en el Uber fue en completa tranquilidad, Amalia miraba el paisaje  cruzar frente a ella, y una sutil sonrisa se dibujó en sus labios. llegaron al hotel y era el guía el que manejaba la información de ellas.

—Me das por favor mi tarjeta de identificación, no me gusta andar sin documentos y más en una ciudad extraña. —pidió Amalia ya empezando a preocuparse un poco más

—Estos los tendrás cuando ya estén ubicadas en el lugar donde trabajarán. —respondió con indiferencia, algo que molestó a Amalia.

—Oiga señor....

—Ya cálmate Amalia, ¿acaso sabes hablar italiano? ¿,No, cierto?.  Deja que sean ellos que se ocupen de eso.

—No estoy de acuerdo, tenemos que empezar a desenvolvernos nosotras mismas.

El guía regresó y dio la llave electrónica a las chicas dos por habitación, y a Amalia le tocó estar sola.

Quiso protestar pero Nohelia la detuvo.

Subieron a la habitación Amalia miró cada espacio y decoración, fue al baño  se duchó y cambió, luego se dispuso a llamar a su madre y se dio cuenta de que su celular lo habían confiscado sin darse cuenta, salió de la habitación muy furiosa, y caminó para ir a la habitación de Nohelia, tocó y no recibió respuesta, tocó la puerta de las otras habitaciones con el mismo resultado, fue a la última y ahí estaba una de ellas.

—Laura, ¿Dónde están las chicas? ¿Acaso salieron y no nos avisaron?

—No lo sé Amalia, simplemente vino el guía y la llamó sin decir nada y aún no han regresado yo iba y me ordenó no salir de la habitación.

Amalia sintió un estrujón de pecho, no tenía un teléfono y Nohelia no aparecía por ningún lado. Fue a la habitación se puso lo primero que encontró y salió nuevamente en compañía de Laura.

Bajaron a la recepción preguntaron por las chicas dando sus nombre

—Lo siento chicas, pero no se ha registrado a nadie con ese nombre, Nohelia Kartson Carrissi no registra aquí ese nombre.

Amalia sentía su corazón salirse por la boca.

—¿Está segura?  ¿Y el nombre de Amalia Carrissi?

La recepcionista miró nuevamente y no habían registros de nadie con ese nombre y lo mismo pasó con el nombre de Laura Zamorano.

Cogió de la mano a Laura y casi a arrastras la llevó al vestíbulo.

—Esto no me gusta nada, Laura, tenemos que salir de aquí.

—¿A dónde iremos? no tenemos dinero no tenemos tarjeta de identificación no tenemos nada? Amalia esto me asusta.

—¿Y qué quieres Laura, quedarte aquí? tenemos que ir a la policía y anunciar la desaparición de las chicas.

—Nos deportarán, somos indocumentadas.

—Pues bien por ti, si te quieres quedar. Quédate, yo me voy de aquí a buscar a mi prima, en algún lugar deben de estar, y si me deportan será un gran favor y alivio para mi.

Amalia salió de ahí solamente con lo que andaba, y Laura la siguió, caminaron por las frías calles de Roma mirando de un lado a otro sin encontrar rastros de Nohelia.

Las horas pasaron y no encontraban nada, decidieron volver al hotel y fue cuando vieron los autos negros estacionado fuera.

Fue entonces que vieron como  bajaron dos de ellas menos Nohelia.

—¿Viste eso? ¿Viste como están vestidas? Parecen... —Amalia comprendió al instante lo que sucedía.

—¡Nohelia!. —pronunció en un susurro. Caminaron sigilosamente y se adentraron a la recepción y pudieron escuchar la conversación de dos de ellas.

—Esto es mejor de lo que creí, si somos modelos profesionales será una fachada, pero ser damas de compañía nos dará mucho mas.

—Ese asqueroso que me tocó y me pidió un oral,  que me pagaba cinco mil por hacerle correr en mi boca.

Amalia no podía creer lo que escuchaba.

"¿Es una red de trata de blanca? Dios ¿Dónde estás Nohelia? Sus pensamientos no hilaban bien las ideas cuando vio al guía salir del ascensor mirando a todos lados, no escuchaba muy bien y fue cuando comprendió que tenía que salir de ese lugar.

Corrieron  sin importar llamar la atención de las personas mientras eran perseguidas por tres hombres, corrieron y lograron entrar a un callejón donde habían personas al rededor de fogatas.

Escondidas y con el corazón queriendo salir por su boca y su respiración agitada, lograron ver cómo los hombres buscaron sin tener éxito de encontrarlas.

Lograron escapar de aquellos hombre y se quedaron ahí mirando.

Caminaron muy despacio para no ser tan evidentes, y a lo lejos una mujer mayor las miraba. La anciana las llamó para compartir su lugar mientras los otros simplemente miraban

—¿Por lo visto no son de aquí? Preguntó o talvez les confirmó por las expresiones de miedo que reflejaban

Amalia contó lo sucedido y aquella anciana no mostró un ápice de sorpresa

—Esas cosas suceden a diario niña, y te aconsejo que veas por ti, porque si tú prima no apareció seguramente ya no esté en Italia.

El temor creció en Amalia, miró a Laura Aurora y empuñó sus manos.

—Estamos metidas en un lío y en un país desconocido, y sin documentos. —dijo Amalia.

—Tenemos que conseguir un trabajo, y regresar a Ecuador. —dijo Laura Aurora.

—Nadie nos dará empleo, estamos sin documentos. — Refutó Amalia con el temor creciendo dentro de ella pero sin demostrarlo.

—Niñas, aquí les puedo dar refugio para el frío, pero comida no, lo poco que me dan es para mantenerme a mi y a mi nieta que pide en las estaciones del tren.

Amalia miró a Laura Aurora y resolvieron hacer lo mismo. Pedir comida o lo que las personas desearan darles.

—No Amalia, eso no. —Dijo Laura.

—¿Y que prefieres? Morir de hambre o intentar sobrevivir.

—Amalia, algo encontraremos.

—Pues mientras encontramos haremos lo que hace la señora.

A Laura no le pareció pero aceptó.

Pasaron la noche ahí en ese callejón iluminado por las fogatas y las camas para dormir eran trozos de cartón y periódico.

Amalia no pudo cerrar los ojos ni un solo momento, en sus pensamientos estaba su madre y su hermano, sus lágrimas rodaban al recordar los, y ver que sus sueños ahora eran una pesadilla.

El amanecer les llegó, la pequeña Almais  partió un pan y lo compartió con ellas y la abuela.

Almais era una pequeña de diez años y muy activa.

—Gracias Almais, eres muy amable. —agradeció Amalia tomando el pedazo de pan.

—Toma Laura, este es para ti. —dio un pedazo también a Laura y no lo recibió.

—Laura, come algo, te enfermeras.

—No tengo hambre Amalia, solo quiero despertar de esta pesadilla.

—Despertarnos Lau, pero tienes que caminar al despertar, no te puedes quedar así.

—Muchacha, tienes que tratar de salir y buscar oportunidades, aquí ellas no vendrán a buscarte. Alma les indicará lo que tienen que hacer.

Laura, Amalia y Almais se despidieron de la abuela y salieron a probar suerte ese día,

—Muy bien, hoy será su primer día de trabajo, yo les indicaré  para que no trabajen en el mismo lugar. —indicó Alma caminando y alternando miradas entre las dos.

Amalia, Aurora y Almais, salieron con destino a la estación del tren, Laura Aurora fue con Almais y Amalia fue a probar suerte en los restaurantes.

Miró en cada uno de ellos y veía los anuncios.

—Se solicita muchacha para la limpieza. —leyó en vos alta y se adentró para solicitar el trabajo.

Habló con el administrador quien la recorrió con la mirada lasciva a lo que Amalia lo ignoró.

—El trabajo es tuyo pero estarás a prueba estos días.

—¿A prueba?

—Si, a prueba, y según como te comportes subirás de puesto.

—Señor, por favor,  necesito un trabajo, donde me paguen el sueldo justo, tengo a mi abuela y dos hermanas que mantener.

—Es lo que hay, ¿Lo tomas o lo dejas?

Amalia aceptó la condición, fue a cambiarse a ponerse el uniforme que le fue asignado.

Empezó limpiando los baños, para luego lavar montañas de platos, hasta terminar  fregando todo el piso.

La hora de salida llegó, y el administrador mandó a llamar a Amalia. Ella se cambió y rápidamente fue a la oficina.

—Dígame señor ¿Qué se le ofrece?

—Hiciste bien tu trabajo, ven acá. Estiven se acercó a ella y la agarró por la cintura.

—¿Qué le pasa señor? ¡Suéltame.! —Habló muy molesta y dio una bofetada soltándose y salir corriendo.

Su corazón latía tan fuerte que no vio cuando el auto venía y se lanzó sobre el, cayendo al pavimento.

El hombre salió del auto tan rápido como pudo y la cogió en brazos y la llevó al lado del copiloto.

—¿Te encuentras bien? Lo siento no te vi, saliste tan rápido que no pude frenar

—Estoy bien, no se preocupe. Gracias por sacarme de ese lugar.

—¿Pasó algo en ese restaurante?

Amalia lo miró, pensó y prefirió callar, no sabía con quién se encontraba y no quería empeorar las cosas.

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