CAPITULO 3

Amalia trató de bajar del auto del desconocido, con todo lo que había vivido sentía desconfianza de todos.

Se bajó del auto y aquel hombre lo hizo tan rápido como pudo.

—¡Espera! —exclamó tomándola por el brazo, Amalia lo miró y se zafó sintiendo temor y agradeció.

—Muchas gracias señor, me puede dejar aquí, yo vivo a dos cuadras más allá. —habló entrecortado por los nervios y el hombre  pudo entender su lenguaje corporal, y percibió el miedo en ella.

—Yo te llevo, y tranquila así como hay personas malintencionadas,  también existimos las buenas personas.

Amalia lo miró y vio sinceridad en su mirada, él le sonrió y ella aceptó.

—Mi nombre es Amalia Carrissi,

—Bonito nombre Amalia, mucho gusto el mío es, Jean Ferrari.

—Gracias por traerme, de verdad.

—¿Puedo preguntar algo?

—Claro, dime.

—¿Se pro pasaron contigo en ese restaurante?

Amalia tragó el nudo en su garganta, y desvió la mirada.

—Contestarme por favor.

—Ese desgraciado se quiso propasar conmigo. —respondió Amalia y Jean sintió hervir su sangre, no era la primera vez que algo así sucedía con las pasantes. El tomó sus manos y esta trató de zafarse.

—Amalia, te pido disculpas por tu mal rato, pero quiero compensarse por eso.

—No entiendo a qué se refiere con eso señor Jean.

—Jean, solo Jean por favor. Pero mi recompensa es una invitación.

—¿Una invitación? Preguntó

—Si, a cenar.....Ven te invito a cenar. —dijo tomando su mano y caminando al auto.

—¿Acaso va por la vida disculpando las cobardía de los hombres? —dijo Amalia y Jean sonrió.

—No, es la primera vez que lo hago. —respondió y abrió la puerta del copiloto para que ella entre.

Amalia lo miró y aceptó, subió al auto  luego Jean, y salieron de ahí.

Jean y Amalia llegaron a un restaurante al aire libre, todos lo miraban haciendo gestos de extrañeza, el tomó la mano de ella y caminaron al exterior de la terraza

—Te estoy haciendo pasar vergüenza, lo siento, todos nos miran.

—Nos miran por qué eres una mujer muy hermosa.

Amalia sintió su corazón acelerarse por esas palabras, ella toda su vida se dedicó a trabajar y a estudiar, jamás se dio el tiempo para tener un novio o conocer el amor.

—No lo creo, mírame como estoy vestida.

—Vamos, a mí no me importa. —pasaron a una de las salas exclusivas y se sentaron frente al jardín flotante frente a ellos.

Amalia miraba maravillada el lujoso restaurante.

—Pide lo que desees. —Ordenó Jean entregando la carta a ella.

Amalia miró la carta y sus ojos se abrieron como platos al ver los precios.

—Solo tomaré un té, no me apetece comer nada

Jean sonrió y ordenó en su lugar

Mientras la cena era servida Jean la observó tan pensativa y lejana mirando a la nada.

—¿Te pasa algo? —interrogó el.

Ella suspiró profundo y lo miró.

—Extraño  a mi madre, mi hermano, hace mucho que no hablo con ella.

—¿Dónde están ellos?

—En Ecuador, vine aquí en busca de trabajo y ..

—¿Te robaron? —preguntó Jean entendiendo.

—Todo, hasta mis  documentos.

—Eso es muy peligroso andar sin documentos, ¿y tienes dónde quedarte donde dormir?

Amalia tragó el nudo formado en su garganta, lo miró y apretó sus labios y respondió.

—Si, con una señora mayor y su nieta, es como lo abuela, ella nos dio acogida a mi amiga y a mi.

—Es muy bueno, ves así como ella yo también te ayudaré.

—Gracias, pero no deseo molestar a nadie.

—No molestas a nadie, es mi decisión hacerlo.

Amalia lo miró y sonrió sintiendo acelerar su corazón.

La cena pasó entre conversas y anécdotas, terminaron de  cenar y salieron del restaurante, subieron al auto y fueron a la dirección al parque cerca de donde la encontró  Jean.

Bajaron del auto y caminaron mirando se de ves en cuando y hablando de todo un poco.

De pronto Jean la detuvo por el brazo y la giró.

—Espera. —dijo quitando una pequeña hoja que el viento enredó en su cabello.

La tomó, bajó su mano rodando su mejilla y luego a sus labios.

Amalia parpadeó por la cercanía peligrosa de Jean, y por la sensación causada por ese sutil roce.

¿Qué si existe el amor a primera vista? Claro que existe, y ella lo estaba viviendo, sintiendo lo en su corazón, y sentía temor por ello.

Se sentaron a la orilla del puente y siguieron lanzando piedritas al agua, mientras hablaban de todo, hasta que Jean entrelazó su mano con la de ella.

La sensación electrizante recorría el cuerpo de ambos, Amalia lo miró fijamente y sus miradas se profundizaron, Jean lentamente se acercó y unió sus labios a los de ella.

Amalia abrió los ojos tanto que parecían salir de sus órbita, ese beso la sorprendió tanto que intentó alejarse pero Jean no se lo permitió.

Jean la  besó  suavemente, y poco a poco se fue abriendo paso a su interior, explorando esa cavidad bucal que jamás nadie antes lo había hecho, Amalia respondió ese beso que quemaba sus entrañas, sentía su corazón latir tan fuerte, se abrazó a él y profundizaron ese beso que estaba germinando el amor en el interior de cada uno de ellos. Sus lenguas se enredaban entre si, el mordía suavemente sus labios.

Se separaron por la falta de oxígeno en sus pulmones,  y nuevamente unió sus labios en otro ardiente beso. Amalia se separó de él y pronunció en susurro.

—Tus besos queman, son muy ardientes y apasionados.

Jean sonrió sobre sus labios la abrazó más fuerte por la cintura y la pegó más a su pecho, y volvió a devorar su boca.

Ya casi era la media noche, Amalia tenía que regresar a su refugio, y claro no podía decirle a Jean donde era exactamente que vivía.

Se separaron nuevamente, jean acarició sus mejillas

—Jean, tengo que volver, la abuela debe estar muy preocupada.

Jean la miró, acunó su rostro y besó nuevamente su boca,

—Aun no te vayas por favor, quédate a mi lado

Amalia lo miró y su corazón se aceleró, se escuchaba retumbar en sus oídos por la emoción que sintió al escuchar esa petición.

Suspiró profundamente y le respondió.

—¿Estás seguro de lo que me pides? Mira que ...

—Muy seguro, ¿Quieres quedarte conmigo? —susurró muy cerca de sus labios.

—Claro que si. Si quiero, pero no puedo, me están esperando la abuela se preocuparía si no regreso.

Jean volvió a unir sus labios a ella profundizaron ese beso.

Ahora Amalia sentía que tenía a alguien con quién contar en ese país.

—¿Nos vemos mañana?

Amalia dibujó una línea en sus labios formando una sonrisa, y asintiendo con un gesto afirmativo. 

—¡Ajá! mañana, mañana nos veremos nuevamente. —respondió Amalia mirando fijamente a los ojos.

—Entonces, vamos te voy a dejar para que la  abuela no esté preocupada. —insistió delineando su mentón.

Amalia tragó el nudo en su garganta quiso negarse pero Jean fue insistente.

Llegando a unas dos calles antes, pidió de pare el auto.

—Por aquí es, para por favor.

—Lo que la reina ordene y pida. —habló Jean tomando su mano y dejando en beso un ella.

—Gracias Jean, fue una noche muy linda a tu lado.

—Y será así siempre mi linda. —habló guiñando un ojo, con una sonrisa ladeada y coqueta.

—Gracias mi lindo. —expresó sonriendo dio un beso en su mejilla, y Jean en si agilidad atrapó sus labios dando un beso  que fue correspondido por ella y luego bajó del auto, lo miró y haciendo gesto con la mano caminó adentrándose por unas escaleras.

Esperó un momento hasta que Jean se fuera y salió, corrió lo más que pudo y logró llegar al refugio donde ya estaba Laura Aurora, la cual estaba muy preocupada porque no aparecía.

Al verla corrió a recibirla.

—¡Amalia!¿Dónde estuviste a hasta esta hora? Me tenías preocupada.

—Niña, es muy peligroso que andes muy tarde por estás calles sola. —le dijo Enza

—Lo siento, siento mucho haberlas preocupado, pero no sé si fue bueno o malo lo que me sucedió, con tantas cosas que me pasan últimamente ya no sé distinguir lo bueno de lo malo

—¿Que te sucedió? —Interrogó Aurora muy preocupada. —Espera, ¿no me digas que esos hombres te encontraron?

—No Aurora, por suerte no fue eso, conseguí un trabajo en un restaurante.

—Que bueno, ya tienes algo.

—Aquí va lo malo, trabajé todo el día, limpié todo ese local, lavé todos esos trastos y al final no me pagaron por qué según era día de prueba y para rematar el muy infeliz se quiso propasar conmigo.

—Desgraciado, se aprovechan de la mala situación de uno. ¿Pero no te hizo nada malo, cierto?

—No, por suerte logré huir y...

Amalia suspiró y sonrió al recordar el resto de la noche.

—Parece que no todo fue tan malo. —Habló la abuela y Alma creyéndose grande le tomó la mano y le delineó la palma.

—Conociste al amor de tu vida, pero de esta línea que lo figura a él da origen a dos líneas mas y..

—¿Acaso sabes leer la mano? —Interrogó Aurora.

—Niña, deja esas cosas. —Refutó la abuela, pues no le gustaba lo que Almais decía  y hacia muchas veces.

Miró a Amalia y le sugirió no hacerle caso.

—Muchacha, no se que fue exactamente lo que te pasó, pero ten mucho cuidado.

—Lo tendré abuela, lo tendré. —respondió Amalia sintiendo una revolución en su estómago, de recordar los besos de Jean.

¿Acaso esas eran las famosas mariposas del amor?

Pues talvez si, eso era algo nuevo para ella. Se acostó en su lugar y en su mente estaba el recuerdo de ese ardiente beso que quemaba sus entrañas de tan solo estar recordando.

Amalia no pudo dormir, de su mente no salió Jean Ferrari, y el no estaba diferente.

Jean volvió a su residencia encontrándose con sus hermanos, cruzó palabras y luego  subió a su habitación con una enorme sonrisa en sus labios. Cogió su celular y respondió a los innumerables mensajes recibidos.

—Hola hermanita, ¿Todo bien?

—Tienen que volver pronto, ¿Acaso estás de cacería? —habló Julianne y Jean sonrió al recordar a Amalia.

—Creo que el cazador fue cazado.

—Mmm creo que pronto tendré cuñada.

—Pues de mi parte ya la tienes.

Rieron y hablaron un poco más, para luego colgar la llamada.

Jean se duchó y se fue a la cama, y al igual que Amalia, en su mente estaba el recuerdo de la respuesta de ese beso, y  de cada beso que se dieron, y la sensación que sentía al recordar.

Al día siguiente se levantó muy temprano, se duchó y se cambió, bajó a desayunar  y lamentó no haberle dado su celular a Amalia para así poder estar comunicados.

Desayunó y salió a la dirección donde la dejó en la noche anterior.

Amalia se levantó y fue a hacer la inmensa cola para ir al baño público.

Después de unas cuantas horas ya estaba de camino nuevamente en busca de un trabajo.

Caminó junto a Aurora y Alma cuando se escuchó el claxon de un vehículo tras ellas.

—¡El carruaje para la reina y sus doncellas! —Habló mirándola y sonriendo, Amalia sintió su corazón dar un vuelco en su pecho.

Lo miró y también sonrió, Jean salió del auto y le abrió la puerta para que subiera

—Por favor. —Dijo haciendo venia y señalando que suba.

Amalia miró a Aurora que sonreía por lo bajo y ella respondió.

—Ami, ve con tu novio, que nosotras haremos las compras y regresamos con la abuela, cuídate y no tardes.

Aurora y Alma siguieron su camino y Amalia se fue con Jean.

Jean manejó por un largo rato y fueron hasta que llegaron a la playa, Amalia no esperó a que le abran la puerta del auto y bajó, caminó y dio vueltas como una niña descalza por la arena .

Jean la observó con las manos en los bolsillos mientras sonreía al verla.

Caminaron juntos por la orilla, luego él la cargó en su espalda, después estaban tirados sobre la arena y así pasaron mucho tiempo hablando jugando y sumergidos en el agua.

Jean caminó con ella sobre su regazo

y lentamente fue cayendo sobre la arena  quedando él sobre ella, besó su cuello bajó a su pecho y volvió a su boca.

La excitación que sentía era notoria, pues su dureza se podía sentir, y Amalia lo notó. Ella se zafó y pudo levantarse dejando a Jean tan duro como una roca.

—Lo siento, yo...yo...no nunca.

Jean entendió lo que ella quería decir y no se atrevió.

—Tranquila mi linda, entiendo, te daré todo el tiempo que desees.

Amalia sonrió y se abrazó a su cuello.

Nuevamente unieron sus labios en esta vez ella lo recibió como si ya se conocieran, la conexión entre sus almas era tan fuerte que sentían su corazón retumbar en su pecho.

Era ya casi la noche.

—Eres muy hermosa mi linda, jamás antes me pasó esto con alguien, eres la primera mujer que llega a mi vida de esta forma.

—Y tú eres el primero en mi vida, mi primer beso, mi primera ilusión, mi primer novio.

—Te amo Amalia.

— Te amo Jean, hazme tuya Jean. —susurró sobre los labios de Jean.

El besó cada centímetro de su piel,

Fue despojando la de su ropa, dejándola desnuda y expuesta a él.

Esa noche Amalia no solo entregó su cuerpo, entregó su corazón y su alma, descubrió que amaba a ese hombre tanto que no le importó y se olvidó de todo.

Jean entregó su corazón, y recibió todo el amor  que Amalia le  entregó esa noche, que fue la primera vez para ambos, él, por será la primera vez que entregaba el corazón sin condiciones.

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