Amalia trató de bajar del auto del desconocido, con todo lo que había vivido sentía desconfianza de todos.
Se bajó del auto y aquel hombre lo hizo tan rápido como pudo. —¡Espera! —exclamó tomándola por el brazo, Amalia lo miró y se zafó sintiendo temor y agradeció. —Muchas gracias señor, me puede dejar aquí, yo vivo a dos cuadras más allá. —habló entrecortado por los nervios y el hombre pudo entender su lenguaje corporal, y percibió el miedo en ella. —Yo te llevo, y tranquila así como hay personas malintencionadas, también existimos las buenas personas. Amalia lo miró y vio sinceridad en su mirada, él le sonrió y ella aceptó. —Mi nombre es Amalia Carrissi, —Bonito nombre Amalia, mucho gusto el mío es, Jean Ferrari. —Gracias por traerme, de verdad. —¿Puedo preguntar algo? —Claro, dime. —¿Se pro pasaron contigo en ese restaurante? Amalia tragó el nudo en su garganta, y desvió la mirada. —Contestarme por favor. —Ese desgraciado se quiso propasar conmigo. —respondió Amalia y Jean sintió hervir su sangre, no era la primera vez que algo así sucedía con las pasantes. El tomó sus manos y esta trató de zafarse. —Amalia, te pido disculpas por tu mal rato, pero quiero compensarse por eso. —No entiendo a qué se refiere con eso señor Jean. —Jean, solo Jean por favor. Pero mi recompensa es una invitación. —¿Una invitación? Preguntó —Si, a cenar.....Ven te invito a cenar. —dijo tomando su mano y caminando al auto. —¿Acaso va por la vida disculpando las cobardía de los hombres? —dijo Amalia y Jean sonrió. —No, es la primera vez que lo hago. —respondió y abrió la puerta del copiloto para que ella entre. Amalia lo miró y aceptó, subió al auto luego Jean, y salieron de ahí. Jean y Amalia llegaron a un restaurante al aire libre, todos lo miraban haciendo gestos de extrañeza, el tomó la mano de ella y caminaron al exterior de la terraza —Te estoy haciendo pasar vergüenza, lo siento, todos nos miran. —Nos miran por qué eres una mujer muy hermosa. Amalia sintió su corazón acelerarse por esas palabras, ella toda su vida se dedicó a trabajar y a estudiar, jamás se dio el tiempo para tener un novio o conocer el amor. —No lo creo, mírame como estoy vestida. —Vamos, a mí no me importa. —pasaron a una de las salas exclusivas y se sentaron frente al jardín flotante frente a ellos. Amalia miraba maravillada el lujoso restaurante. —Pide lo que desees. —Ordenó Jean entregando la carta a ella. Amalia miró la carta y sus ojos se abrieron como platos al ver los precios. —Solo tomaré un té, no me apetece comer nada Jean sonrió y ordenó en su lugar Mientras la cena era servida Jean la observó tan pensativa y lejana mirando a la nada. —¿Te pasa algo? —interrogó el. Ella suspiró profundo y lo miró. —Extraño a mi madre, mi hermano, hace mucho que no hablo con ella. —¿Dónde están ellos? —En Ecuador, vine aquí en busca de trabajo y .. —¿Te robaron? —preguntó Jean entendiendo. —Todo, hasta mis documentos. —Eso es muy peligroso andar sin documentos, ¿y tienes dónde quedarte donde dormir? Amalia tragó el nudo formado en su garganta, lo miró y apretó sus labios y respondió. —Si, con una señora mayor y su nieta, es como lo abuela, ella nos dio acogida a mi amiga y a mi. —Es muy bueno, ves así como ella yo también te ayudaré. —Gracias, pero no deseo molestar a nadie. —No molestas a nadie, es mi decisión hacerlo. Amalia lo miró y sonrió sintiendo acelerar su corazón. La cena pasó entre conversas y anécdotas, terminaron de cenar y salieron del restaurante, subieron al auto y fueron a la dirección al parque cerca de donde la encontró Jean. Bajaron del auto y caminaron mirando se de ves en cuando y hablando de todo un poco. De pronto Jean la detuvo por el brazo y la giró. —Espera. —dijo quitando una pequeña hoja que el viento enredó en su cabello. La tomó, bajó su mano rodando su mejilla y luego a sus labios. Amalia parpadeó por la cercanía peligrosa de Jean, y por la sensación causada por ese sutil roce. ¿Qué si existe el amor a primera vista? Claro que existe, y ella lo estaba viviendo, sintiendo lo en su corazón, y sentía temor por ello. Se sentaron a la orilla del puente y siguieron lanzando piedritas al agua, mientras hablaban de todo, hasta que Jean entrelazó su mano con la de ella. La sensación electrizante recorría el cuerpo de ambos, Amalia lo miró fijamente y sus miradas se profundizaron, Jean lentamente se acercó y unió sus labios a los de ella. Amalia abrió los ojos tanto que parecían salir de sus órbita, ese beso la sorprendió tanto que intentó alejarse pero Jean no se lo permitió. Jean la besó suavemente, y poco a poco se fue abriendo paso a su interior, explorando esa cavidad bucal que jamás nadie antes lo había hecho, Amalia respondió ese beso que quemaba sus entrañas, sentía su corazón latir tan fuerte, se abrazó a él y profundizaron ese beso que estaba germinando el amor en el interior de cada uno de ellos. Sus lenguas se enredaban entre si, el mordía suavemente sus labios. Se separaron por la falta de oxígeno en sus pulmones, y nuevamente unió sus labios en otro ardiente beso. Amalia se separó de él y pronunció en susurro. —Tus besos queman, son muy ardientes y apasionados. Jean sonrió sobre sus labios la abrazó más fuerte por la cintura y la pegó más a su pecho, y volvió a devorar su boca. Ya casi era la media noche, Amalia tenía que regresar a su refugio, y claro no podía decirle a Jean donde era exactamente que vivía. Se separaron nuevamente, jean acarició sus mejillas —Jean, tengo que volver, la abuela debe estar muy preocupada. Jean la miró, acunó su rostro y besó nuevamente su boca, —Aun no te vayas por favor, quédate a mi lado Amalia lo miró y su corazón se aceleró, se escuchaba retumbar en sus oídos por la emoción que sintió al escuchar esa petición. Suspiró profundamente y le respondió. —¿Estás seguro de lo que me pides? Mira que ... —Muy seguro, ¿Quieres quedarte conmigo? —susurró muy cerca de sus labios. —Claro que si. Si quiero, pero no puedo, me están esperando la abuela se preocuparía si no regreso. Jean volvió a unir sus labios a ella profundizaron ese beso. Ahora Amalia sentía que tenía a alguien con quién contar en ese país. —¿Nos vemos mañana? Amalia dibujó una línea en sus labios formando una sonrisa, y asintiendo con un gesto afirmativo. —¡Ajá! mañana, mañana nos veremos nuevamente. —respondió Amalia mirando fijamente a los ojos. —Entonces, vamos te voy a dejar para que la abuela no esté preocupada. —insistió delineando su mentón. Amalia tragó el nudo en su garganta quiso negarse pero Jean fue insistente. Llegando a unas dos calles antes, pidió de pare el auto. —Por aquí es, para por favor. —Lo que la reina ordene y pida. —habló Jean tomando su mano y dejando en beso un ella. —Gracias Jean, fue una noche muy linda a tu lado. —Y será así siempre mi linda. —habló guiñando un ojo, con una sonrisa ladeada y coqueta. —Gracias mi lindo. —expresó sonriendo dio un beso en su mejilla, y Jean en si agilidad atrapó sus labios dando un beso que fue correspondido por ella y luego bajó del auto, lo miró y haciendo gesto con la mano caminó adentrándose por unas escaleras. Esperó un momento hasta que Jean se fuera y salió, corrió lo más que pudo y logró llegar al refugio donde ya estaba Laura Aurora, la cual estaba muy preocupada porque no aparecía. Al verla corrió a recibirla. —¡Amalia!¿Dónde estuviste a hasta esta hora? Me tenías preocupada. —Niña, es muy peligroso que andes muy tarde por estás calles sola. —le dijo Enza —Lo siento, siento mucho haberlas preocupado, pero no sé si fue bueno o malo lo que me sucedió, con tantas cosas que me pasan últimamente ya no sé distinguir lo bueno de lo malo —¿Que te sucedió? —Interrogó Aurora muy preocupada. —Espera, ¿no me digas que esos hombres te encontraron? —No Aurora, por suerte no fue eso, conseguí un trabajo en un restaurante. —Que bueno, ya tienes algo. —Aquí va lo malo, trabajé todo el día, limpié todo ese local, lavé todos esos trastos y al final no me pagaron por qué según era día de prueba y para rematar el muy infeliz se quiso propasar conmigo. —Desgraciado, se aprovechan de la mala situación de uno. ¿Pero no te hizo nada malo, cierto? —No, por suerte logré huir y... Amalia suspiró y sonrió al recordar el resto de la noche. —Parece que no todo fue tan malo. —Habló la abuela y Alma creyéndose grande le tomó la mano y le delineó la palma. —Conociste al amor de tu vida, pero de esta línea que lo figura a él da origen a dos líneas mas y.. —¿Acaso sabes leer la mano? —Interrogó Aurora. —Niña, deja esas cosas. —Refutó la abuela, pues no le gustaba lo que Almais decía y hacia muchas veces. Miró a Amalia y le sugirió no hacerle caso. —Muchacha, no se que fue exactamente lo que te pasó, pero ten mucho cuidado. —Lo tendré abuela, lo tendré. —respondió Amalia sintiendo una revolución en su estómago, de recordar los besos de Jean. ¿Acaso esas eran las famosas mariposas del amor? Pues talvez si, eso era algo nuevo para ella. Se acostó en su lugar y en su mente estaba el recuerdo de ese ardiente beso que quemaba sus entrañas de tan solo estar recordando. Amalia no pudo dormir, de su mente no salió Jean Ferrari, y el no estaba diferente. Jean volvió a su residencia encontrándose con sus hermanos, cruzó palabras y luego subió a su habitación con una enorme sonrisa en sus labios. Cogió su celular y respondió a los innumerables mensajes recibidos. —Hola hermanita, ¿Todo bien? —Tienen que volver pronto, ¿Acaso estás de cacería? —habló Julianne y Jean sonrió al recordar a Amalia. —Creo que el cazador fue cazado. —Mmm creo que pronto tendré cuñada. —Pues de mi parte ya la tienes. Rieron y hablaron un poco más, para luego colgar la llamada. Jean se duchó y se fue a la cama, y al igual que Amalia, en su mente estaba el recuerdo de la respuesta de ese beso, y de cada beso que se dieron, y la sensación que sentía al recordar. Al día siguiente se levantó muy temprano, se duchó y se cambió, bajó a desayunar y lamentó no haberle dado su celular a Amalia para así poder estar comunicados. Desayunó y salió a la dirección donde la dejó en la noche anterior. Amalia se levantó y fue a hacer la inmensa cola para ir al baño público. Después de unas cuantas horas ya estaba de camino nuevamente en busca de un trabajo. Caminó junto a Aurora y Alma cuando se escuchó el claxon de un vehículo tras ellas. —¡El carruaje para la reina y sus doncellas! —Habló mirándola y sonriendo, Amalia sintió su corazón dar un vuelco en su pecho. Lo miró y también sonrió, Jean salió del auto y le abrió la puerta para que subiera —Por favor. —Dijo haciendo venia y señalando que suba. Amalia miró a Aurora que sonreía por lo bajo y ella respondió. —Ami, ve con tu novio, que nosotras haremos las compras y regresamos con la abuela, cuídate y no tardes. Aurora y Alma siguieron su camino y Amalia se fue con Jean. Jean manejó por un largo rato y fueron hasta que llegaron a la playa, Amalia no esperó a que le abran la puerta del auto y bajó, caminó y dio vueltas como una niña descalza por la arena . Jean la observó con las manos en los bolsillos mientras sonreía al verla. Caminaron juntos por la orilla, luego él la cargó en su espalda, después estaban tirados sobre la arena y así pasaron mucho tiempo hablando jugando y sumergidos en el agua. Jean caminó con ella sobre su regazo y lentamente fue cayendo sobre la arena quedando él sobre ella, besó su cuello bajó a su pecho y volvió a su boca. La excitación que sentía era notoria, pues su dureza se podía sentir, y Amalia lo notó. Ella se zafó y pudo levantarse dejando a Jean tan duro como una roca. —Lo siento, yo...yo...no nunca. Jean entendió lo que ella quería decir y no se atrevió. —Tranquila mi linda, entiendo, te daré todo el tiempo que desees. Amalia sonrió y se abrazó a su cuello. Nuevamente unieron sus labios en esta vez ella lo recibió como si ya se conocieran, la conexión entre sus almas era tan fuerte que sentían su corazón retumbar en su pecho. Era ya casi la noche. —Eres muy hermosa mi linda, jamás antes me pasó esto con alguien, eres la primera mujer que llega a mi vida de esta forma. —Y tú eres el primero en mi vida, mi primer beso, mi primera ilusión, mi primer novio. —Te amo Amalia. — Te amo Jean, hazme tuya Jean. —susurró sobre los labios de Jean. El besó cada centímetro de su piel, Fue despojando la de su ropa, dejándola desnuda y expuesta a él. Esa noche Amalia no solo entregó su cuerpo, entregó su corazón y su alma, descubrió que amaba a ese hombre tanto que no le importó y se olvidó de todo. Jean entregó su corazón, y recibió todo el amor que Amalia le entregó esa noche, que fue la primera vez para ambos, él, por será la primera vez que entregaba el corazón sin condiciones.El amanecer les llegó, Amalia sentía su cuerpo adolorido, se levantó muy despacio y caminó por la arena y llegó a la orilla de la playa. Mojó la punta de sus dedos y los pasó por su cuello.mientras ella estaba distraída.Jean despertó y tocó su lado vacío, levantó la cabeza y miró en dirección a donde estaba Amalia, se levantó y caminó en su dirección, cuando estuvo cerca la abrazó por la cintura y la atrajo a él.Amalia de dio la vuelta quedando frente a él y sonrió mientras se miraban a los ojos, el colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja.—Eres hermosa mi linda. —expresó acunando su rostro y dejando besos en sus labios.Amalia se abrazó por la cintura de él.—Tengo que irme, deben estar muy preocupados por mi ausencia.—Estas bien, vamos, pero primero quiero que tengas este teléfono, —No... —trató de negarse.—Amor, ¿Cómo nos mantendremos comunicado? Si tuvieras un teléfono sería más fácil. ¿No crees?.Amalia vio la posibilidad de comunicarse con su madre.—Está bien, l
¡Riiiiin! El sonido de la alarma sonaba por cuarta vez, Jean Lucca levantó la mano y logró silenciar la.Nuevamente y sumergido en un profundo sueño, el trasnochar le estaba pasando facturas.Después llegó Jean Pietro levanta el cobertor haciendo que su hermano despierte.—¿Que carajos crees que haces? Déjame dormir. —se quejó Lucca.—Ya despierta Lucca, papá espera por nosotros, necesita hablar y más contigo pero nos espera a los dos.Jean Lucca como impulsado por un resorte se puso de pie y miró a Pietro.—¿Dime qué no me propase anoche? hermano.-preguntó algo temeroso.—No se lo que hiciste pero padre está furioso contigo, y me envió para llevarte de vuelta, pero es ya.Lucca fue al baño se duchó mientras Pietro lo esperaba en la sala de star y llega el mayor de todos Jean Carlo.—Pietro, papá está esperando a Lucca ¿y aún no está despierto? voy a romperle la cara a ese imbécil. —Carlo estaba furioso con Lucca, pues su trabajo era llevar a los socios a un centro de diversiones par
Mientras Lucca hacia lo que fuera por obtienes esa franquicia.Jean Carlo se había levantado temprano, se había duchado y salido, subió a su auto y despareció todo el día.Eran entrada la tarde y Fabrizzio marcó su celular y nunca recibió respuestas del más ordenado de sus hijos.—Es extraño, el jamás se comporta así. —expresó muy preocupado Fabrizzio, pues necesitaba saber lo que pasó con Lucca, esa información de los Riscos lo tenía pendiente.—Llama a Pietro. —sugirió Mericci algo preocupada por no tener respuestas de ni uno de sus hijos.—No responden, ¿Acaso hoy es huelga del silencio de estos chicos.? Los tres están fuera de servicio. -renegó Mericci mirando a Fabrizzio.—Tranquila mujer, ellos están bien, ya nos lo explicarán el por qué no responden.—De Lucca no me sorprende, pero de Carlo y Pietro, ellos jamás nos dejan sin responder.Pietro, llegó casi al anochecer, nuevamente con su sonrisa que iluminaba, subió a la habitación miró su celular y vio que no se había reportado
Amalia y Almais caminaron por las calles de Capri, saber que estaban lejos de la abuela Enza y de Laura Aurora, les rompía el corazón.Amalia caminó nuevamente en busca de un trabajo y un lugar donde dormir, ahora tenía a Alma con ella y tenía que protegerla.—Amalia, aquí no conocemos a nadie que nos ayude para vender algo en la estación del tren. ¿Qué haremos mientras?.—Tranquila mi niña, ya encontraré algo, pero quiero que siempre, siempre digas que eres mi hija, y no te alejes de mí por ningún motivo. ¿Estamos de acuerdo?—Si mamá, desde hoy serás mi mamá.Amalia abrazó a Alma y siguieron caminando.—Por favor, ayúdenos con algo, es para comprarle comida a mi hija. —pidió Amalia a unas personas que le hicieron un gesto de negación.—Busca trabajo, no andes mendigando eres joven aún.—Pues recomienda me uno y lo tomo, no creas que me gusta hacer esto, por lo fácil que crees que es. —respondió Amalia un poco enojada.Siguieron caminando, el sol era tan fuerte que sentían el agotami
Un mes tenía Amalia en Capri, un mes que se dedicó a trabajar en el taller de costuras para los artistas ya no salía a la calle, ahora estaba ahí mirando se al espejo viendo ese maquillaje de fantasía que tenía, luego miró el diminuto traje que tenía que usar.Cerró los ojos suspiró profundamente, cogió todo y lo guardó en su bolso.—No tengo otra salida más que hacer esto. Dios que se haga tu voluntad, pero por favor que no se repita esto.—pidió con tanta angustia por el presentimiento que sentía.Amalia fue a la habitación donde estaba Alma y la vio dormir plácidamente. Acarició sus caballos y dejó un beso en su frente.—Hasta mañana mi Alma, pronto estaremos en otras condiciones, lo prometo.Amalia salió de la habitación y Alma abrió los ojos y la vio salir.—Está noche será un caos para ti mamá, todo será una mala noche.Se levantó de la cama, tomó un abrigo y salió sigilosamente para seguirla, se coló en la Buceta donde iban los instrumentos y pudo seguirla sin ser vista.Amalia
9Julianne llevó a Amalia a casa, la dejó instalada en la habitación que compartiría con la pequeña, les dio vestimenta y las dejó descansar Tres días pasaron, Amalia estaba ayudando con el trabajo de la casa, estaba limpiando en el jardín cuando llegó otro de los Ferrari, Amalia lo miró y este también fue completamente indiferente. Se acercó a ella mientras Amalia sentía su corazón retumbar en su pecho. Lo miró fijamente y le pareció diferente en su estilo.—Hola Amalia, vine para llevarte al tribunal, mi hermana me encargó mucho que esté pendiente de ti. —Dijo mirándola con indiferencia. Y eso le hacía sentir una extraña sensación de tristeza y coraje a Amalia.—No hace falta que se haga cargo de mí, yo puedo sola y además, no creo que a su novia le haga gracia que esté al pendiente de otra mujer.—Haber Amalia, no tengo por qué escuchar tus cuestionamientos sobre mi vida privada, no tienes por qué opinar sobre mi novia, y si estoy tratando de ayudarte a ti, no es que tenga otra
10Amalia y Alma tenían viviendo en la mansión L'Blank, a pesar de que Jean pidió no realizar trabajos ella lo hacía, no quería sentirse una carga para Jean, no después de ver su indiferente comportamiento hacía ella.—Amalia, las cosas hay que verlas con los ojos del alma, tu te estás dejando llevar por lo que ves superficialmente.-le dijo la pequeña Almais.—¿A que te refieres con eso Alma? Tu y tus cosas raras. No puedes andar diciendo cosas raras, las personas no lo comprendería y te metas en problemas mi niña.—No soy rara, soy gitana de raza pura, y tú crees que lo que leo en la palma de las manos son palabrería.—Mi vida, tienes un don muy especial, y pienso que es algo que las personas con malas intensiones pueden usar en tu contra, pueden hacerte daño si tú no haces lo que te pidan, como por ejemplo la exploración infantil.—Puedo sentir el aura de las personas. Tu eres muy sensible, muy buena, y tú corazón está dolido por la equivocación de lo que tus ojos ven.—Almais, no q
11Un mes más pasó, Amalia seguía haciendo el trabajo a pesar de que un Jean amable le dijera que no era necesario, después le decía que limpiar era más decente que ser el centro de atención del pastel de fantasía, y luego ser ignorada.Amalia sentía los estragos del embarazo habían olores que le eran insoportable, habían días entero que vivía en el baño, porque los vómitos, y justo hoy era uno de esos días.Estaba a punto de salir al jardín cuando su mundo se desvaneció cayendo a los pies de Jean quien la tomó en brazos y caminó con ella a la habitación.—¿Estás bien? ¿Qué sucedió, por qué te desmayaste? ¿Acaso está enferma?—¡Oh! Por dio, Jean, no te preocupes, habló al verla reaccionar casi de inmediato.—Vamos al médico, tiene que revisarte.—¡No! No por favor no te molestes, es solo cansancio eso es todo.—Así sea cansancio, te llevaré al médico.—Por favor, no insista, es solo cansancio. —Habló muy seria y logró ponerse de pie y caminar hasta la puerta y abrirla para que Jean sa