Debido a nuestra riña él tuvo que dormir en una hamaca afuera de la tienda.
La noche era igual de calurosa que el día y la luz de la luna bañaba de tono plateado el ambiente. Las olas del mar repicaban en su incesante vaivén y de entre sus aguas comenzaron a emerger unas figuras repulsivas y macabras.
Primero brotaron sus cabezas resurgiendo de entre las aguas sin necesidad de respirar. Poco a poco el resto del cuerpo fue visible hasta que un conjunto de húmedos y goteantes figuras que deambulaban torpe y temblorosamente caminó sobre la arena.
De todo esto era ajeno Bernal que estaba profundamente dormido. Para cuando abrió los ojos al percibir una gélida presencia a su lado, profirió un gemido pávido al contemplar un espeluznante sujeto de piel grisácea y que hedía a putrefacción que lo miraba con un rostro contraído en una mueca de furia. El ser se lanzó encima suyo de inmediato y comenzó a rebanarle el cuello a mordiscos.
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Las imágenes que transmitía la televisión eran infernales, pero también lo eran las que podíamos ver desde la ventana de nuestra casa. En algunos países el ejército había iniciado procedimientos de salvamento con diferentes grados de éxito, pero ni siquiera los soldados eran lo suficientemente efectivos contra las hordas imparables de muertos resucitados. No obstante, mi país no tenía ejército así que era poca la ayuda que podía esperar. La Comisión Nacional de Emergencias y la policía hicieron lo que pudieron pero pocos días después del brote ya no habían autoridades funcionales. Los reconocidos periodistas de Canal 7 nos pedían mantener la calma mientras mostraban imágenes del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría en Alajuela, el mayor del país, donde tres mil personas intentaban escapar por avión inútilmente y saturando las instalaciones asediados por zombis. En las últimas transmisiones se escuchó a los pastores evangélicos debatiendo sobre el fin del mundo, la
Muchos lectores estarán prejuiciados condenándonos por habernos entregado a esa incestuosa relación. No tengo justificación alguna. Ni siquiera la crisis en que estábamos atrapados o el sentimiento claustrofóbico. Pero puedo decirles que tras ese acto sexual gran parte del estrés y el horror acumulado por meses desapareció. El cariño y la calidez humana sumados al placer carnal burdo y animal no pueden remplazarse ni siquiera por el aprecio fraternal que siempre nos promulgamos. Y, tras acostumbrarnos gradualmente a la idea, nos entregamos libremente a nuestro incestuoso idilio haciendo el amor con una frecuencia tan asidua como podíamos así como desarrollamos nuevas y creativas formas de poseernos. Mis predicciones sobre los zombis fueron atinadas. Ante la falta de alimentación algunos se fueron y su número menguó considerablemente y, de los que quedaron, la mayoría comenzó a entrar en algún tipo de letargo. Pero seguía siendo inseguro para alguien que no estuvi
Y así continuó el paso del tiempo, hasta que un año había pasado desde el fin del mundo. Ya yo no tenía comida, ni agua, ni nada con que negociar cuando llegaron los del MAZ en su visita mensual. —Las cosas andan mal en el resto del país —decían. Ellos siempre informaban de lo que habían visto o escuchado. —Un enorme incendio arrasó el Parque Nacional Braulio Carrillo sin nadie que lo atendiera y consumió las ciudades vecinas. También nos han dicho que varias represas hidroeléctricas, sin nadie que las atendiera, sufrieron de desgaste y se rompieron inundando zonas aledañas y matando a miles. Y así continuaban las desalentadoras noticias. Incendios, inundaciones, terraplenes, destrucción, edificios que colapsaban por falta de cuidados… me alegré que en Costa Rica no tuviéramos plantas nucleares. Luego vino el período de canje, pero esta vez me encontré con las manos vacías. —¡Por favor! —supliqué mientras sentía el hambre
Sólo había un puñado de sobrevivientes, entre ellos don Gerardo y unos cuantos niños en su mayoría huérfanos. —No hay mucho que hacer —dije saliendo del lugar que había sido nuestro refugio mucho tiempo. —No tenemos armas para defendernos ni de zombis ni de humanos, porque los mareros se las llevaron y sin agua ni comida no llegaremos lejos. —Yo tengo esto —dijo don Gerardo sacando algo de gasolina que había guardado en su pulpería. —Podemos viajar en automóvil al menos hasta el campamento del MAZ. Y así lo hicimos. El recorrido por los derruidos edificios de San José resultaba lúgubre. Innumerable cantidad de papeles, b****a, hojas y arbustos, recorrían las calles pavimentadas. Una variedad de grafittis había sido pintada en prácticamente todas las paredes, la mayoría con mensajes enloquecidos y tétricos sobre el Apocalipsis, el fin del mundo y la resurrección de los muertos. Todos los comercios habían sido s
Resultó que, antes del Apocalipsis, Romero había sido un militar en el ejército de Estados Unidos y eso le permitió organizar a otros dentro de la disciplina y estructura marcial. —Como pueden ver —nos decía Romero dándonos una especie de bienvenida dentro de la antigua biblioteca que ahora era su residencia particular debidamente amueblada para brindarle la mayor comodidad— hemos logrado traer orden al caos y conformar una nueva civilización. Los mareros nos han atacado varias veces pero en todas los hemos repelido. Pueden pensar que somos crueles por no haber permitido la entrada de niños, sin embargo, debemos también pensar en nuestras familias. —¿Usted tiene esposa? —preguntó Raquel. —Mi esposa de la época antes de los muertos fue mordida y se convirtió en uno de ellos y mató al único hijo de ambos, que era un bebé. La maté con mi propia pistola. Nunca he amado a otra mujer como a ella. Ahora tengo cinco esposas y muchos hijos con
—Bienvenido, Sr. Romero —saludó Calavera con un acento que no pude identificar— ¿Puedo ofrecerle algo de beber? —No, gracias. Sólo he venido a mostrar mis respetos a un gran líder y guerrero. —Romero sabía que Calavera era inteligente y no se dejaría suavizar por halagos, pero que éstos calarían entre sus subalternos y esto, a su vez, era provechoso para el jefe pandillero que así lo reconocería. —Igualmente, Sr. Romero. Es usted un hijueputa muy valiente para venir acá. Podría meterlo al Pozo —dijo señalando el sótano donde unos zombis se daban un festín— si me diera la gana. —Pero no lo hará —respondió Romero— porque le soy útil vivo. —Talvez sí, talvez no, yo no me confiaría mucho de ser usted. —Calavera fijó su mirada en Romero, pero este no titubeó. No podía mostrar el más mínimo temor en ese momento. De todas maneras siempre supo que ingresar al territorio mara era un peligro, pero estaba dispuesto a afrontarlo, así
Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra dará sus muertos. Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos. Isaías 26:19-21 E Ishtar dijo: Padre, dame el Toro del Cielo, Para que mate a Gilgamesh en su andar. Si no me das el Toro del Cielo, Abriré las Puertas del Inframundo, Destruiré los umbrales, y los dejaré abiertos, ¡Y dejaré a los muertos subir a comerse a los vivos! ¡Y los muertos serán mucho más que los vivos! La Epopeya de Gilgamesh Había finalizado mi morb
Había cinco mujeres enterradas en el sótano. Al menos una debería ser huesos en este momento pero el resto podía preservar algo de estructura ¡y podía escuchar el sonido de gemidos fantasmagóricos brotando del sótano! Algunas de las viejas cajas y muebles que estaban sobre el piso de tierra de esa habitación empezaron a caer como movidos accidentalmente por torpes cadáveres y pude escuchar como unas pisadas de ultratumba subían las escaleras de madera. ¡No tenía mucho tiempo! Y ya el dolor y la asfixia que me provocaba la extremidad cortada de una de mis víctimas empezaban a hacer mella en mi mente. Haciendo uso de todas mis fuerzas separé el miembro que atenazaba mi garganta desgarrando con ello mi piel pues los dedos se aferraron con todo y uñas a mi cuello, pero una vez separada la mano la introduje en la licuadora y puse el aparato en funcionamiento. Traté de calmarme. Me dolían los arañazos en el cuello y rostro provocado por mis