Angelo se encontraba solo en su habitación pensando en lo sucedido en ese día, al parecer Gustavo Jones era una buena persona o eso aparentaba, pero él sabía que no era así. Recordaba las palabras de su madre, lo que le había contado que le había hecho esa familia. Gustavo y su padre, habían violado a su madre cuando era una jovencita, cuando era niña."Mi madre trabajó toda su vida en la casa de esa familia. Yo era una niña de quince años cuando sucedió. El padre de Gustavo, el abuelo de Ashley, era un tipo malo y grotesco. Ese hombre... Él, junto con su hijo, abusaron de mí. ¡Era una niña, maldita sea! Pero él dijo que era la indicada para enseñarle a su hijo a ser un hombre. Y de esa forma me tomo de ejemplo, abuso de mí delante de su hijo y luego lo insisto a qué también lo hiciera. ¡Era un cerdo!"¿Pero cómo decirle eso a Ashley? ¿Cómo arruinar la imagen que tenía de su padre? No podía. Simplemente no podía.Ashley entró en la habitación y lo encontró sentado en el borde de la c
Mientras tanto, en Suiza, Enrique se enfrentaba a un desafío monumental: recuperar la movilidad de sus piernas. —Puedes hacerlo—lo alentaba Mónica día a día, su apoyo lo impulsa a dar lo mejor de sí mismo en cada sesión de terapia.Cada mañana, antes de que saliera el sol, se preparaba para enfrentar otro día de trabajo arduo. Mónica lo acompañaba fielmente, brindándole el amor y la paciencia que tanto necesitaba en esos momentos difíciles. Juntos, se dirigían al centro de rehabilitación, listos para enfrentar el desafío.La terapia de ese día comenzó con ejercicios de estiramiento y fortalecimiento muscular, diseñados para mejorar la fuerza y la flexibilidad en las piernas. Enrique se esforzaba al máximo, concentrándose en cada movimiento y empujándose más allá de sus límites con determinación.—Bien, ahora empezaremos con la estimulación eléctrica y luego la terapia de agua—indicó el terapeuta, luego de que se completarán los ejercicios de calentamiento. La estimulación eléctrica
La vida de Ashley y Angelo había encontrado un ritmo tranquilo y armonioso meses después de establecerse en Alemania. Ashley había recibido la noticia del matrimonio de Enrique y Mónica a través de un conocido común. Aunque ya no mantenía una relación estrecha con ellos, le alegraba saber que habían encontrado la felicidad juntos, especialmente después de los difíciles meses que Enrique había atravesado tras su accidente.Sentada en su casa, reflexionó sobre su pasado con Enrique. Aunque habían pasado por momentos difíciles, especialmente con la infidelidad, ella siempre les había deseado lo mejor en sus vidas. Ahora, verlos casados y aparentemente felices, le causaba una sensación de alegría y alivio.Recordó también los momentos compartidos con Enrique, los buenos y los malos. Aunque ya no estaban juntos, guardaba en su corazón los recuerdos del tiempo compartido y les deseaba lo mejor en su nueva vida como esposos.Así que con eso en mente decidió enviarles un mensaje de felicitac
Esa mañana, parecía un día normal, excepto por el hecho de que al entrar a su baño algo le esperaba inesperado. Ashley se quedó helada al ver la nota en una de las repisas. «¿Cómo había llegado eso ahí?», se preguntó al tomarla entre sus manos. Las letras eran recortes de periódicos que formaban un mensaje escalofriante: "Ahora vienes tú", decía el papel. Un escalofrío recorrió su espalda mientras leía las palabras una y otra vez. La sola idea de que alguien hubiese tenido acceso a su baño, para dejar semejante mensaje, le aterraba.—Esto es obra de Débora—murmuró, pero lo que no entendía era quién había sido su cómplice.Esa mujer había demostrado ser capaz de actos terribles, un asesinato entre ellos, aunque al sol de hoy, aún no se hubiesen conseguido las pruebas que la inclinarán. Pero sin duda no podía descartar la posibilidad de que estuviera detrás de esto también. Sin embargo, no podía sacar conclusiones sin pruebas.Guardando la nota en su bolsillo, decidió no mencionar na
Ashley recibió el informe del investigador privado con una mezcla de alivio y confusión. Las fotos y la información detallada mostraban que Débora llevaba una rutina aparentemente normal, y no había evidencia de un comportamiento sospechoso. —Es posible que la persona que dejó la nota no sea ella—le dijo el investigador, ofreciéndole una posibilidad reconfortante.Aunque la idea de que Débora no estuviera involucrada en las amenazas era un alivio, seguía preocupada por la seguridad de su familia, porque era evidente que alguien había dejado ese papel. Así que decidió tomar medidas adicionales y optó por despedir a todo el personal, ya que era posible que alguien cercano estuviera implicado en las amenazas.«Quizás alguien busca amedrentarme para sacarme dinero», pensó, y no era una idea descabellada. Con determinación, tomó la decisión y comenzó el proceso de buscar nuevo personal de seguridad y confianza.Aunque la incertidumbre persistía, se sentía al menos un poco más segura al h
—La vimos salir hacía apenas unos minutos, parecía muy nerviosa—le dijo el vigilante. —¿Nerviosa? ¿Pero no dijo a dónde iba? —No, señor.Angelo frunció el ceño al escuchar la respuesta del hombre. La preocupación se apoderó de él al imaginarse a Ashley nerviosa y saliendo de la empresa sin decir a dónde iba. Con paso decidido, regresó a la oficina de la mujer, esperando encontrar alguna pista sobre su posible paradero.—¿A dónde fuiste Ashley?—se preguntó en voz alta, sintiéndose molesto. Al entrar en la oficina, notó un papel sobre el escritorio de Ashley. Se acercó y lo tomó en sus manos, examinando lo escrito en el mismo, se trataba de una dirección, aquella dirección le transmitió una sensación inquietante. La letra temblorosa le resultaba familiar, y su corazón comenzó a latir con fuerza al reconocer que era de Ashley.«¿Y esto?», se preguntó a sí mismo, con la mente llena de más preguntas sin respuesta. Necesitaba una explicación. La dirección parecía ser una pista, pero no t
En medio de aquella desesperación, Ashley se acercó a Angelo, su mano, buscando la suya con desesperación. —No puedes irte, no puedes dejarme sola con nuestros hijos—le rogó con voz entrecortada por el miedo y la angustia. El rostro de Angelo se iluminó con una débil sonrisa a pesar del dolor que lo embargaba.—No pienso hacerlo, amor—murmuró con determinación, sus palabras llenas de promesas de una vida juntos. A pesar de la gravedad de su estado, su voz era firme y tranquilizadora, como un faro de esperanza en medio de la oscuridad.Ashley sonrió, creyéndole por un momento, aunque los pronósticos no eran los mejores. Mientras esperaban la llegada de la ambulancia, mantuvo la mano de Angelo entre las suyas, aferrándose a él con toda la fuerza de su amor. No sabía qué pasaría, pero en ese instante, en ese preciso instante estaban juntos y eso era consuelo suficiente para su dolor.—Ya va a llegar la ambulancia, te vas a recuperar—no dejaba de decirle, tratando de mantenerlo despier
—Usted ha sido acusada antes de asesinato, señora. ¿Estoy en lo cierto?Débora se encontró a sí misma contestando que sí. —Y en esa oportunidad, no pudieron demostrar nada, ¿correcto?Nuevamente, asintió, como hipnotizada. La verdad era que su mirada se mostraba perdida y llena de remordimiento. —Quería matar a Ashley. Pero nunca imaginé que mi hijo se interpondría en mi camino—confesó entre sollozos rompiendo el silencio.El oficial tomó nota de sus palabras y continuó con su interrogatorio. —¿Y qué hay del asesinato de Susana Coilin? ¿Tuvo algo que ver en eso?—preguntó con firmeza, aprovechando su disposición a hablar. Débora bajó la mirada, sintiendo el peso de su culpa. —Sí, la maté—admitió con voz baja—. Pagué a alguien para que lo hiciera. No iba a permitir que mis hijos se involucraran con esas mujeres... basuras—agregó con desprecio.El oficial tomó nota de cada palabra mientras Débora confesaba sus crímenes. La habitación se llenó de tensión a medida que esto pasaba.—B