¡No me detendré hasta recuperarte, mi luna!
¡No me detendré hasta recuperarte, mi luna!
Por: 192
Capítulo 1

AGNES-

—¡Desnúdate! —susurró con frialdad, dejándome sin aliento mientras me congelaba en mi sitio. 

No me moví. Ni siquiera me atreví a respirar. 

Alfa Rastus inclinó la cabeza ligeramente y ese mero acto hizo que me subiera el corazón a la boca del terror.

—¿No me escuchaste, esclava? ¡Dije que te desnudaras, joder! —gruñó, sonando inhumano.

Esclava.

Sí, soy su esclava, su juguete sexual todo ese tiempo pero también soy su esposa y su luna. 

¿¡Por qué me hizo esto!?

Sus palabras eran como una daga sumergida en ácido que atravesaba mi corazón.

—¿No me escuchaste? —preguntó.

Me estremecí ante el tono gélido. Mis manos temblaron mientras agarraba la blusa con más fuerza para detener el temblor.

No podía soportar mirar esas despiadadas esferas grises que contenían la promesa de mí destrucción.

—Arrodíllate —dijo. La calma en su voz me atemorizó.

Sin decir una palabra más, me arrodille frente a él. 

—Pon las palmas de las manos en el suelo —su voz espesa resonó en la habitación oscura.

Mientras intentaba contener el nudo que tenía en la garganta, apoyé las palmas de las manos en el suelo. 

Era humillante, ya que mantenía la mirada fija en el suelo.

—Ahora arrástrate hacia mí —dijo con frialdad y todo mi cuerpo me tensó.

Parpadeé y mis lágrimas cayeron sobre el suelo de baldosas nublando mi visión.

Gatear. 

Entonces él quería mostrarme su lugar, que yo era un animal. Una mascota esclava tal vez. 

¿Por qué me dolía tanto? 

No debería haber esperado nada más de él, entonces ¿por qué me sentía desesperada?

Horas más tarde...

Él terminó y se fue.

Como una muñeca de trapo que acaba de ser usada, me acosté en la única cama en la que se me permitía estar con alfa Rastus. 

Como un juguete sexual sin emociones, miré el techo blanco de la única habitación en todo el mundo que se me permitía compartir con alfa Rastus. 

Era una habitación a la que le había puesto nombre hace tres años y la llamo "Sala de sexo".

«Siempre estarás en esta habitación cuando te necesite…», esas palabras habían resonada en mi mente desdé hacía tres años, después de nuestra ceremonia de boda. «No te necesito en ningún otro lugar que no sea aquí. ¿Quedé claro?»

Sí, mi corazón se rompió ese día hace tres años, pero no podía renunciar al hermoso vínculo de pareja con el que la diosa de la luna me había bendecido. 

Alfa Rastus era lo único a la que podía llamar mío con valentía.

Él era mío.

No tenía a nadie más, así que pensé que algún día él entendería que era todo lo que tenía.

La esperanza de que algún día él me mirara con amor en esos ojos grises. 

Tenía la esperanza de poder demostrar que era digna de ser su Luna y la diosa sabía que lo había intentado. 

Estaba haciendo todo lo posible para apoyarlo y amarlo, aunque todavía no me besara.

¡Eh!

Tres años respondiendo a su llamado sexual cada vez que me necesita como su pareja, pero han sido tres años sin besos y tres años de poca o ninguna conexión emocional entre mi pareja y yo.

«¡TE ODIA!». Siempre te odiará dijo una pequeña voz dentro de mi cabeza.

No.

No podía. 

Estaba enojado por el hecho de que tenía que aparearse con la loba más baja de la manada. 

Estaba atrapado con una huérfana y, para colmo, esta huérfana no podía transformarse ni acceder a su loba, pero tenía que aparearse conmigo. 

Incluso si quisiera formar un vínculo más fuerte conmigo, no lo sentiría porque no tenía loba y era débil.

Sabía eso y me odiaba a mí misma más que a cualquier otro miembro de la manada... Y había muchos que me odiaban. Innumerables, para ser honesta.

Después de varios minutos de autocompasión, me levanté de la cama a pesar de que mi cuerpo se resistía. 

El sexo con alfa Rastus siempre me deja cansada y con moretones y hoy no fue diferente. 

Podía ver las marcas rojas en mi cuerpo mientras me dirigía al baño para limpiarme.

Pronto me dirigí a la cocina del castillo, que ha sido mi hogar durante los últimos tres años, para prepararme el desayuno porque nadie lo hacía. 

Yo era la Luna de la manada Bosque Lunar, pero nadie me servía. No era nada nuevo y estaba acostumbrada a hacerlo todo yo misma.

Después de todo, yo solía ser una de las sirvientes antes de que el alfa Rastus se casara conmigo.

Justo cuando empecé a batir los huevos que había roto en un bol, oí que se abría la puerta principal. 

Por supuesto, no podía ser el alfa. Normalmente está fuera durante el día, así que sospeché que quienquiera que entrará era un sirviente.

Lo que no esperaba era ver a dos sirvientas y dos guerreros armados entrar a la cocina y acercarse a mí.

Fruncí el ceño y le pregunté a la sirvienta que conocía: —¿Qué pasa ahora? ¿Estás aquí para hablarme mal de nuevo?

Lisa era la jefa de todos los sirvientes del castillo. Solía ser mi jefa cruel y digamos que no le gustaba el hecho de que ahora yo fuera su superior.

—¡Arrastren a esta perra! —silbo a los guerreros dejandome sorprendida. Lisa me sonrió: —Este es tu fin, Agnes. He esperado tres años para presenciar esto.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo