¡No me detendré hasta recuperarte, mi luna!
¡No me detendré hasta recuperarte, mi luna!
Por: 192
Capítulo 1

AGNES-

—¡Desnúdate! —susurró con frialdad, dejándome sin aliento mientras me congelaba en mi sitio. 

No me moví. Ni siquiera me atreví a respirar. 

Alfa Rastus inclinó la cabeza ligeramente y ese mero acto hizo que me subiera el corazón a la boca del terror.

—¿No me escuchaste, esclava? ¡Dije que te desnudaras, joder! —gruñó, sonando inhumano.

Esclava.

Sí, soy su esclava, su juguete sexual todo ese tiempo pero también soy su esposa y su luna. 

¿¡Por qué me hizo esto!?

Lo sabia pero aun asi, sus palabras eran como una daga sumergida en ácido que atravesaba mi corazón.

Estaba enojado por el hecho de que tenía que aparearse con la loba más baja de la manada. 

Estaba atrapado con una huérfana y, para colmo, esta huérfana no podía transformarse ni acceder a su loba, pero tenía que aparearse conmigo. 

Incluso si quisiera formar un vínculo más fuerte conmigo, no lo sentiría porque no tenía loba y era débil.

Sabía eso y me odiaba a mí misma más que el a mi o cualuqier  otro miembro de la manada que me despreciaban.

—¿No me escuchaste? —preguntó.

Me estremecí ante el tono gélido. Mis manos temblaron mientras agarraba la blusa con más fuerza para detener el temblor.

No podía soportar mirar esas despiadadas esferas grises que contenían la promesa de mí destrucción.

-L...o lo siento -susurre apenas fue audible para mis oidos.

¿De que me arrepentía? ¿De mi existencia? Tal vez. Eso era mas que seguro. Pero, ¿mi disculpa aria una diferencia?

—Arrodíllate —dijo. La calma en su voz me atemorizó.

Sin decir una palabra más, me arrodille frente a él. 

—Pon las palmas de las manos en el suelo —su voz espesa resonó en la habitación oscura.

Mientras intentaba contener el nudo que tenía en la garganta, apoyé las palmas de las manos en el suelo. 

Era humillante, ya que mantenía la mirada fija en el suelo.

—Ahora arrástrate hacia mí —dijo con frialdad y todo mi cuerpo me tensó.

Parpadeé y mis lágrimas cayeron sobre el suelo de baldosas nublando mi visión.

Gatear. 

Entonces él quería mostrarme su lugar, que yo era un animal. Una mascota esclava tal vez. 

¿Por qué me dolía tanto? 

No debería haber esperado nada más de él, entonces ¿por qué me sentía desesperada?

Horas más tarde...

Él terminó y se fue sin darle ni una sola mirada.

Como una muñeca de trapo que acaba de ser usada, me acosté como un juguete sexual sin emociones, miré el techo blanco.

«Ante mis ojos nunca seras mi Luna. Escúchame atentamente…», esas palabras habían resonada en mi mente desdé hacía tres años, después de nuestra ceremonia de boda. «No esperes nada de mí como tu mate, eso jamás sucederá. Solo te necesito a mi lado para poder fotalecerme ¿Quedé claro?»

Sí, las palabras que le había arrojado eran como dagas afiladas. Eso había dolido muchísimo. Mi corazón ya fragmentado, se termino de romper, pero no podía, no podia renunciar con lo único que la diosa de la luna me había bendecido. 

Alfa Rastus era lo único a la que podía llamar mío con valentía.

Él era mío.

No tenía a nadie más, así que pensé que algún día él entendería que era todo lo que tenía.

La esperanza de que algún día él me mirara con amor en esos ojos grises. 

Tenía la esperanza de poder demostrar que era digna de ser su Luna y la diosa sabía que lo había intentado. 

Estaba haciendo todo lo posible para apoyarlo y amarlo, aunque todavía no me besara.

¡¡Qué ironía!!

Se estaba riendo a carcajadas de ella en ese momento. Claramente, había sobreestimado su amor por él.

Me levanté de la cama a pesar de que mi cuerpo se resistía ya que mi estomago rugia por comida. 

El sexo con alfa Rastus siempre me deja cansada y con moretones y hoy no fue diferente. 

Pronto me dirigí a la cocina del castillo, para prepararme algo de comer porque nadie lo hacía. 

Yo era la Luna de la manada Bosque Lunar, si, pero solo de nombre que incluso tenia que hacer mi propioa comida. No era nada nuevo y estaba acostumbrada a hacerlo todo yo misma desde que tenia memoria.

Sali de mis pensamientos cuándo oí que se abría la puerta principal. Lo que no esperaba era ver a dos sirvientas y dos guerreros armados entrar a la cocina y acercarse a mí.

—¡Arrastren a esta perra! —silbo la encargada jefa de servientes del castillo a los guerreros dejandome confundida—. ¡Fuera del castillo!

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