Capítulo 7

Los siguientes días transcurrieron como un borrón.

Para mi gran alivio y consternación, alfa Rastus no volvió a tortúrame.

Tampoco tenía energía para hacer nada.

Por lo general, mis comidas me las traían los sirvientes que empujaban mi bandeja de comida casi repugnante a través del espacio que al despertarme encontraba debajo de la puerta. El espacio era lo suficientemente grande para que la bandeja entrara y saliera de la habitación

Estaba claro que había estado viviendo la vida de una prisionera, pero no me atrevía a rechazar a alfa Rastus y liberarme del tormento al que me estaba sometiendo. El miedo a lo que era capaz de hacerme si intentaba rechazarlo de nuevo seguía interponiéndose en mi camino... o tal vez tenía tanto miedo de perderlo como de no significar nada para él.

Me perdí en mis pensamientos cuando la puerta del dormitorio se abrió, interrumpiendo mis pensamientos mientras la esperanza brillaba dentro de mí.

—Alfa Rastus...  —susurré, estúpidamente emocionada de que me iba a liberar. Me levanté del viejo colchón.

Nadie más había abierto la puerta. Nadie más que alfa. 

—Oh, vaya perra —la voz maliciosa de Larisa resonó incluso antes de que entrara y mostrara su rostro ante mi—. Debes estar decepcionada de verme a mí en lugar del hombre que anhelas desesperadamente ver.

Si, me decepcioné.

Pero retiré ese sentimiento a lo más profundo de mi.

—¿Qué estás haciendo aquí, Larisa? —esa pregunta surgió de mí a pesar de que podía ver la bandeja de comida en sus manos.

No hay forma de que ella estuviera aquí para darme comida. La manada puede que la considere una santa, pero yo he experimentado en carne propia que Larisa era más un demonio que una santa.

Larisa frunció el ceño. —¿Larisa? ¿Cómo te atreves a llamarme por mi nombre? —gritó.

Puse los ojos en blanco sin pensar. —¿Cómo te atreves a levantarme la voz? Sigo siendo tu Luna, Larisa.

Fue un movimiento atrevido... un movimiento atrevido que no esperaba de mí. Por supuesto, Larisa se quedó atónita, pero lo disimuló riéndose.

—Eres una idiota —espetó, tirando la bandeja de comida al suelo. Vi cómo lo que supuse que era mi comida del día se esparcía por todo el suelo—. ¿Luna? ¿Eso es lo que crees que eres?

—Larisa, por favor, solo...

Mi intento de suplicarle al amante de mi compañero que me dejara en paz fue interrumpido por la palma de Larisa cuando impactó mi mejilla derecha, enviando mi cabeza hacia un lado mientras mi mejilla escocia por el fuerte impacto.

—¡No eres lo suficientemente digna de decir mi nombre, perra! —gruño Larisa, tirando de mi cabello solo para poder mirarme a los ojos rojos.

Me dio otra bofetada y esta vez me tambaleé hacia atrás. No tenía fuerzas para luchar me habían privado de buena comida durante muchos días. Mi propio compañero me había atormentado y ¿ahora? Ahora él envió a su amante para despojarme de lo que me quedaba de cordura.

—Pensé que debía traerte comida... Ah, eso es mentira —me confesó Larisa—. Vine aquí para hacerte saber que Ras es mío. Siempre lo ha sido y siempre lo será.

Para mantener mi fuerza y salvarme de más ataques, mantuve mi lengua en mi mejilla 

—Raid quería realizar la ceremonia para poder nombrarme oficialmente Luna. Dijo que quería despojarte del honor de ser llamada Luna públicamente. Quiere elegirme públicamente —anunció.

Mis ojos se abrieron y mi cuerpo se estremeció.

Él nunca me eligió públicamente.

¿Una ceremonia de Luna? ¿Mañana?

La voz de Larisa se abrió paso en mi cabeza cuando continuó hablando:

—Debes sentirte más débil de lo habitual, y debes haber notado que él dejó de acudir a ti para tener sexo. Ahora eres completamente inútil para él...

—¿Q-qué estás diciendo? —tartamudeé, el miedo se apoderó de mi corazón porque ya sabía la respuesta a esa pregunta.

—Digo que Ras me ha estado haciendo el amor dulcemente durante las últimas dos noches. Me abraza, me besa, adora mi cuerpo y no le importa lo que nuestros momentos apasionados te hagan. Es hora de que te rindas, porque puedo decir que te estás aferrando a él —respondió Larisa, y cada una de sus palabras me apuñalaba el estómago.

—¡Mentirosa! —exclamé, llorando profusamente—. Lo habría sentido si él ….

—Has olvidado que eres una perra inútil sin loba.  —Larisa se rió en mi cara—. De hecho, no eres rival para mí, asi que nunca serás una competencia. De todos modos, nunca lo fuiste.

Mis piernas cedieron bajo el peso de mi cuerpo mientras imágenes mentales de alfa Rastus y Larisa en la cama, enredados en las sábanas y completamente atrincherados de todas las formas posibles, pasaron por mi mente, matándome rápidamente.

Algo se retorció en mi estómago y un nuevo tipo de dolor sacudió mi cuerpo.

—Morirás pronto. No quedará nada de ti cuando me convierta en Luna mañana, marque a Ras, lleve su marca y reclame todo lo que me pertenece por derecho... todo lo que me arrebataste. No puedo esperar a ver tu cadáver —me murmuró Larisa, dándome patadas en las costillas haciéndome gemir de dolor.

Ella salió de la habitación después de pisotear la comida que había traído.

Por primera vez en mucho tirmpo estaba temiendo lo que el futuro más cercano me tenía reservado.

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