Capítulo 6

AGNES-

—No.

Dejé escapar esa palabra a pesar de saber que solo avivaría su ira.

Él podía enojarse, pero yo tenía derecho a decirle que no. Había terminado con él. Había terminado de darle cada parte de mí sin pedirle partes de él a cambio. Había terminado de amarlo con todo mi ser, aunque mi corazón se resistiera a esa idea.

Había terminado de esperar algo de él.

—¿¡Qué fue eso!? —exclamo, con voz baja y desafiante.

Inhalé con fuerza y me resultó difícil repetir esa única palabra. Aparté la mirada y me alejé unos pasos de él y de la colchoneta vieja. 

Queria rescatar un poco de dignidad para mí.

—¡¿Necesitó que lo repita, mujer?! —gruñó con impaciencia y casi salté de mi propia piel cuando infundió miedo en mi torrente sanguineo.

Empezó a quitarse la camisa sin importarle yo y, enojado, siseó, con sus ojos quemándome la cara: —¡Quítate la ropa!

Eso fue una orden.

—No lo haré —respondí con voz temblorosa—. Si quieres sexo, consíguelo de la mujer que te apasiona. Ya no soy tu esposa y, si me dejaras a mí, habría terminado con este miserable vinculo que nos mantiene atados el uno al otro. Te habría liberado...

—¡BASTA DE TONTERÍAS! —alfa Rastus gruñó como la bestia que era.

El hombre que le había mostrado pasión a Larisa esta mañana ya no estaba conmigo. Nunca lo había estado y nunca lo estaría.

—¿Crees que puedes desafiarme solo porque por qué estamos divorciados? Sigo siendo tu compañero y tu alfa y me obedecerás —dijo, bajando los pantalones al suelo y parándose frente a mí en toda su gloria desnuda.

Sacudí la cabeza, reprimiendo el impulso de tomarme un minuto y mirar su cuerpo bien esculpido por lo que podría ser la última vez mientras las lágrimas amenazaban con brotar de mí. 

—No…..

Mi declaración fue interrumpida cuando de repente fui levantada de mis pies, no como un ángel, sino como una mala hierba... 

—No. No quiero esto. No puedes hacer esto —grite. Las lágrimas corrieron por mi rostro.

—No tienes que desearlo. Yo lo deseo —gruño con furia.

 Pasó la mano por su miembro y mis ojos se posaron en el grueso trozo de carne que siempre me había atraído desde el día en que nos convertimos oficialmente en pareja. Diablos, era adicta a esa parte de él, pero ¿ahora? Ahora tenía miedo. 

—Puedo hacer esto porque soy tu pareja y lo haré porque no puedes decirme que no.

—Por favor, no hagas e-e-esto... —grité, doblando mis piernas hacia mi mientras sollozaba y expresaba mi negativa.

Los ojos grises de alfa Rastus se dilataron y pensé que lo vi dudar, pero tiró de mis pies, tirándome sobre la colchoneta y antes de que pudiera soltar un grito, me dio vuelta, con el pecho apoyado en la cama.

Mientras me agarraba las manos, sosteniéndolas en la parte baja de mi cintura.

—Pronto me rogarás que te dé más. Lloras ahora, pero solo gemirás 'alfa' en unos minutos —susurro en mi oído.

Tenía muchas ganas de hacerle saber que había estado mal que besara a otra mujer esa mañana y luego volviera a mi cama. Queria que supiera que no debería querer a la mujer de la que se divorció hoy de la misma manera que me quería a mí.

Su deseo por mi... o debería decir, su deseo por mi cuerpo era evidente por el enrojecimiento de sus testículos. Lo había notado antes de que me diera la vuelta y, por mucho que no quisiera que me tocara, a una parte más grande de mí le encantaba que me deseara tanto.

Una parte de mí quería que me tratara con rudeza en la cama y que me besara mientras me reclamaba como su compañera una y otra vez... Quería que no viera a nadie más que a mí, ni siquiera a su amante más querida de la infancia.

Alfa Rastus me arrancó el vestido de la cintura para abajo y, tal como había dicho, mi grito fue reemplazado por un fuerte gemido cuando se empujó hacia mí. Su agarre en mis manos se aflojó con cada movimiento de su cintura y gimió en mis oídos.

"¿Cómo es posible que no haya visto lo bien que encajamos?", pensé mientras mi compañero me devoraba y yo tomaba todo lo que tenía para darme, haciéndome creer que él estaba aquí en la cama conmigo no solo por mi cuerpo sino por mí...

Quiero decir, había algo diferente en la forma en que me golpeaba repetidamente, haciéndome gritar mientras el orgasmo me invadía como una ola de ira. Era casi como si me estuviera haciendo el amor dulce y brusco... como si me estuviera castigando por querer separarnos al rechazarlo y, al mismo tiempo, disculparse por hacerme firmar los papeles del divorcio...

—Te gusta eso, ¿no?...  —dijo, sacudiéndose dentro de mi—. Eres mía. Tu cuerpo y tu alma me pertenecen y no te atreves a rechazarme. Yo estoy a cargo de ti...

Era difícil saber si era él o su lobo, pero esas fueron las últimas palabras que escuché mientras otro orgasmo me golpeaba con fuerza... lo suficientemente fuerte como para hacerme perder el conocimiento y caer en una dulce y aterradora pesadilla.

Cuando me desperté, ya era de mañana y alfa se había ido como siempre y yo tenía moretones y chupetones en el cuerpo. Como siempre.

"Tal vez Larisa fue un sueño. Tal vez no hubo papeles de divorcio..." Ese pensamiento pasó por mi mente, pero pronto cunado mis ojos recorrieron el lugar que me encontraba.

Enfrente la cruel realidad.

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