La luz roja parpadeaba en el cuadro de mandos de la avioneta mientras el piloto intentaba estabilizar el avión.—Tenemos problemas —dijo el piloto de la avioneta, al percatarse de que el motor había empezado a arder—. Debemos buscar los paracaídas antes de estrellarnos en el mar.El piloto era consciente de los riesgos; sabía que si se estrellaban, las posibilidades de sobrevivir eran mínimas. Mientras tanto, Alex buscaba desesperadamente tres paracaídas.—¡Rápido, chico! —gritaba el piloto.Pero el falso guardaespaldas se acercó a Sophie, quien lloraba asustada.—Escúchame, cariño, tú saltarás primero —dijo mientras le ayudaba a ajustar el paracaídas y se aseguraba de que estuviera bien atado. Luego, la llevó hasta la puerta de salida.—¿Pero y tú? —preguntó ella.—Yo saltaré después —le aseguró.Después de aquella decisiva intervención, Alex empujó suavemente a Sophie hacia el vacío. Con determinación, ella extendió su mano hacia la anilla del paracaídas, tirando de ella firmemente.
La voz de Laura interrumpió el momento de compasión, su tono cargado de frustración y resentimiento.― Michael, esto tiene que parar ―dijo con firmeza, apartando su mano de la mejilla de Michael―. No puedes seguir compadeciéndote de Sophie. Ella te abandonó a propósito.Michael levantó la mirada, sorprendido por la vehemencia en la voz de Laura. Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, su rostro estaba marcado por la lucha interna entre el dolor y la ira.― Pero eran mis hijos, Laura… ―susurró, su voz quebrándose bajo el peso de la pérdida―. Mi esposa…Laura apretó los labios, su mandíbula estaba tensa por la frustración acumulada.― Lo sé, Michael. Pero aferrarte a ese dolor no te llevará a ninguna parte ―dijo con suavidad, tratando de mantener la calma a pesar de lo mucho que odiaba a esa mujer, se alegraba de que estuviera muerta y esos bebés no llegarán a nacer ― Necesitas dejar ir el pasado y enfocarte en sanar.Las lágrimas rodaban por las mejillas de Michael, su corazón esta
Después de unos días de cuidados intensivos, Michael finalmente estaba listo para dejar atrás los blancos pasillos del hospital y las miradas preocupadas del personal médico.Se sentía aliviado al saber que su recuperación había sido más rápida de lo esperado. Sus heridas sanaban, pero aún llevaba consigo el peso invisible de las cicatrices emocionales.Laura, lo esperaba afuera de la habitación, lista para acompañarlo en su primera salida del hospital. ― ¿Listo para irte a casa, Michael? ―preguntó Laura con una sonrisa, qué oreja a oreja, ella se encargaría de ser su apoyo y formar poco a poco parte de su vida.Michael asintió visiblemente agotado, en realidad la vida para él después de la muerte de su esposa y sus hijos no tenía otro sentido más que encontrar a James y matarlo, pero estaba completamente vacío por dentro.― Sí, definitivamente estoy listo ―respondió desganado.Con cuidado, Laura ayudó a Michael a recoger sus pertenencias para marcharse.― ¿Cómo te sientes, realmente
La secretaría de Michael consultó en su computadora, sus dedos se movían ágiles sobre el teclado mientras buscaba la información necesaria para explicarle lo sucedido.― Parece que se realizó una transacción de una suma considerable en el hospital de una ciudad cercana ―informó la secretaria.Laura contuvo el aliento, no era una tienda sino un hospital ¿Cuantas posibilidades había de que Sophie hubiera perdido la tarjeta y alguien pagara facturas hospitalarias con ella? No, lo cierto era que la otra posibilidad era la que más le aterraba.― Yo me encargaré de esto, Michael no puede saber nada por ahora, su estado es muy delicado ― Advirtió Laura fijando la mirada en los ojos de la secretaria de su socio.La secretaria asintió, aunque no le gustaba ocultarle cosas a su jefe, era consciente de que no podían darle falsas esperanzas porque de un accidente como el que tuvo la señora Sophie, no podía haber supervivientes.― Estoy de acuerdo, y mantenerme informada — pidió la secretaria, lle
Daniel se sentía como un barco a la deriva en medio de una tormenta perfecta. La noticia que Laura le había dado lo había sacudido hasta lo más profundo de su ser. Su mente, por lo general aguda y calculadora, ahora no le dejaba pensar con claridad.Se movía de un lado a otro en su oficina, incapaz de encontrar calma en ningún rincón. El teléfono sonó con insistencia, su tono estridente rompiendo el silencio de la habitación. Daniel lo tomó con manos temblorosas, su corazón latiendo con fuerza desbocada en su pecho.― Sí, voy a hacerlo ―dijo Daniel con voz firme pero tensa, su determinación cortando a través del aire cargado de incertidumbre.Decidió viajar al lugar indicado por Laura, el hospital donde habían sido realizados los cargos a la tarjeta de Sophie. No había tiempo que perder. Sus pasos lo llevaron al aeropuerto, donde una sensación de urgencia lo envolvió mientras se dirigía hacia la puerta de embarque.En unas horas estaba en la ciudad que Laura le había dicho y caminó a
Daniel se acercó a Sophie con delica, la tomó de la mano y la miró directamente a los ojos para ser más creíble, tenía que ser muy convincente con lo que iba a decir . Las palabras se amontonaban en su garganta, esperando ser liberadas.― Sophie, soy tu esposo ―dijo Daniel sin soltar la mano con la que la sostenía Sophie parpadeó, su cabeza era un lío en ese instante, era cierto que no recordaba nada, pero una esperaba que si alguien le confesaba ser su pareja y el padre de sus hijos sentiría algo en el pecho que le diría que era verdad, pero en su pecho solo había frío, no sentía por ese hombre.― No lo recuerdo... pero tampoco tengo motivos para no creerte ―respondió Sophie acariciando la cabecita de su bebé quien acababa de soltar el pecho quedando completamente dormido y sin hambre.Daniel asintió mostrándole comprensión no era momento de presionar, sino de mostrarse comprensivo y buen esposo y padre ya tendría tiempo más adelante de manipularla.En ese momento, el llanto agudo de
El sol apenas asomaba por el horizonte cuando Michael se preparaba para enfrentar uno de los momentos más difíciles de su vida: el entierro de Sophie, su corazón parecía no palpitar en su pecho, solo sabia que lo hacía porque la cruel muerte no lo había llevado a su reino .― Todavía presiento que... que podría estar viva ― confesó Michael arreglándose la corbata negra frente al espejo de la habitación.Laura lo observaba con incredulidad a través del reflejo que proyectaba el espejo, sentía miedo porque todavía no se había contactado con Daniel, aún así, lo mejor era sacarle esa idea de la cabeza.― Michael, no puedes seguir aferrándote a esa idea. Ya sabes que las posibilidades son casi nulas.— dijo mientras caminaba hasta él y le ayudaba a arreglarse la corbata ― ¿ Y si no todo fue como parece, Laura... si Sophie realmente nunca me engañó? Hay cosas que sucedieron secretos que ella descubrió y no puedo contarte — siguió hablando Michael mientras se dejaba ayudar.Laura frunció e
El cielo estaba encapotado, reflejando la solemnidad que envolvía el corazón de quienes la amaban a Sophie. Emma, la mejor amiga de Sophie, llegó al lugar con el corazón pesado de tristeza. A su lado, Robert, su prometido y hombre de confianza de Michael, la acompañaba con gesto serio, su mirada reflejando el dolor que compartían por la muerte de la joven y esos dos pequeños que no habían llegado a nacer.Michael se encontraban junto a ellos, la ausencia física de Sophie pesando como una losa sobre sus corazones. El entierro, sin el cuerpo de Sophie encontrado, era un acto simbólico de despedida, una ceremonia marcada por la dolorosa falta de cierre.Emma se acercó al borde de la tumba, tenía un enorme peso en el corazón y las manos temblorosas, mientras depositaba una corona de flores sobre la tierra fresca, un tributo silencioso a la amiga que ya no estaba. ― Recuerdo cuando pasábamos las horas en los jardines del internado, tú y yo contra el mundo. Eras la luz en mis días oscuros