Michael no podía creer lo que escuchaba en ese instante. ¿Qué demonios estaba diciendo Sophie? Pestañeó dos veces, intentando procesar sus palabras, y negó.—Sophie, hace mucho tiempo que no he tocado a Laura. Te lo dije y no sé por qué no me crees.Ella no podía creer que Michael pudiera ser tan cínico de mentirle en su propia cara.Se levantó y se secó las lágrimas con furia, dando dos pasos hasta estar muy cerca de su rostro.—No es algo que me contaron. Yo lo escuché todo: sus gemidos, tu voz ahogada por el esfuerzo y, sobre todo, las palabras que terminaron conmigo.—Pero Sophie… eso no es verdad —intentó explicar él.—Vete, vete, Michael —le cortó Sophie empujándolo para que saliera del baño y la dejara sola.Cuando consiguió que saliera, cerró la puerta y se apoyó en ella para seguir llorando tranquila, quería sacar toda la angustia, todo el dolor que parecía ensuciar su alma.—Sophie... por favor, abre la puerta—rogó Michael desde el otro lado — No he estado con Laura desde mu
Thomas había visto por las cámaras la salida apresurada de Michael de la habitación de Sophie, sonrió ladino y decidió aprovechar la oportunidad para acercarse a ella. —Sophie, ¿estás ahí? — Thomas llamó suavemente a la puerta de la habitación, pero no recibió respuesta. Con cautela, entró y se dirigió hacia el baño, desde donde escuchaba sollozos. Llamó de nuevo, esta vez con más insistencia. —Sophie, ¿estás bien? Por favor, abre.Sophie, al escuchar a Thomas, se levantó y abrió la puerta, sus ojos rojos e hinchados por el llanto se encontraron con la mirada preocupada de Thomas.—Estoy aquí, Sophie, no estás sola —dijo Thomas, abrazándola con fuerza mientras ella se refugiaba en sus brazos.— ¿Que te hizo ese desgraciado?Entre lágrimas, Sophie apenas podía hablar:—Thomas, gracias por estar aquí... No sé qué haría sin ti.Él la sostuvo más cerca y susurró con ternura:—Siempre estaré para ti, Sophie. No importa lo que pase, siempre podrás contar conmigo.La mantenía sujeta contra s
—Es la última vez que te permito tener ese tipo de confianzas con la señora —Advirtió Robert, una vez él y Alex se quedaron solos.—Pero ella necesitaba ayuda —se defendió Alex.—Si Michael te hubiera visto, ya estarías despedido, o peor —Robert insistió y de repente se quedó callado al ver a su jefe acercarse, aparentemente molesto.Robert se tensó, esperando que Michael tuviera algo importante que decirles, pero este pasó de largo sin siquiera saludarlos, como si no los hubiera visto, hasta detenerse frente a la puerta de la habitación de Sophie.Sophie, por su parte, se había tumbado en la cama leyendo el diario de su madre. Apenas había estado leyendo unos minutos cuando escuchó cómo llamaban a la puerta. Guardó el diario rápidamente antes de levantarse y caminar hasta la puerta para abrirla.Se había calmado pero cuando se encontró con Michael al otro lado los ojos volvieron a escoger y las lágrimas amenazaron con brotar de nuevo de su mirada.—Tengo las pruebas —Michael entró en
La mirada de Michael reflejaba el placer de escuchar en labios de Sophie lo que deseaba y necesitaba. Hundirse en su cuerpo, solo quiere eso, estar fin ella, poseerla.Apoyó la palma en el colchón, reptando por el cuerpo caliente bajo el suyo, sin dejar de marcar cada centímetro de piel, cada recoveco del cuerpo que tanto deseaba con los labios, la lengua e incluso los dientes. Se hundió en el ombligo y le puso más duro aún imaginar lo que venía después. Su nariz pegada en la ingle, inspirando el aroma de su mujer justo antes de colocarse entre las piernas. El primer golpe de sabor lo abrumó, como le afectaba sentirla, saborearla, jugando con la lengua en el clítoris de la chica, provocándola antes de dar una lamida intensa, aventurándose con los dedos en la búsqueda del origen de su humedad. — Michael.— Sophie quisiera estar gimiendo ese nombre sin parar por una eternidad, tenerlo en su cama, en su vida para siempre.Puedo sentir el calor de esa lengua entre sus piernas y no pudo ev
Las manos de Michael permanecían constantemente sobre el cuerpo de Sophie. Durante meses, su relación había florecido maravillosamente. Michael frecuentemente se tomaba días libres durante los cuales no salían de la cama, dedicándose plenamente el uno al otro. Cuando el hambre surgía, pedían comida; cuando la fatiga los alcanzaba, simplemente se relajaban, conversaban, y se besaban, volviendo inevitablemente a entregarse a la pasión que compartían. Era claro que estaban enamorándose, o más bien, aceptando sus sentimientos libremente, sin culpas ni presiones.Se encontraban disfrutando de una eterna luna de miel, interrumpida únicamente por el creciente vientre de Sophie, que anunciaba la inminente llegada de sus bebés y el final de su idílica vida en pareja.Michael emitió un gruñido cuando su teléfono móvil comenzó a sonar, cortando abruptamente su íntimo momento juntos en la cama. Con un resoplido, extendió el brazo, intentando desviar lo menos posible su atención de Sophie mientras
Aquella mañana, por suerte, Michael tuvo que salir muy temprano hacia un viaje; las cosas se habían complicado en una de las sedes de la empresa en otra ciudad y requerían su presencia. Sophie, quien a menudo lamentaba sus viajes, se encontró inusualmente aliviada de su partida, aunque trató de no mostrarlo, no quería alertarlo de que algo pasaba antes de saber lo que haría.—¿Vas a extrañarme? —preguntó él inclinándose sobre ella, que fingía estar medio dormida en la cama. La verdad era que no quería verlo, especialmente después de haber dormido tan poco esa noche a causa de lo que acababa de desbubrir, estaba tan asqueada que él amor que no había parado de crecer por él en esos meses, se había convertido literalmente en odio.Un gemido adormilado fue la única respuesta que emitió, y Michael, interpretándolo como un signo de cansancio por el avanzado estado de su embarazo, se dio por vencido dejando un beso en su frente antes de marcharse.Tan pronto como salió de la habitación, S
Después de una larga conversación, Daniel hizo entrar a Thomas, quien desde el primer momento se había mostrado muy participativo en la idea de ayudar a Sophie a escapar, como Daniel, estaba harto del amor novelesco que si antigua prometida y Michel demostraban a diario.— ¿Entonces todos tenemos claro lo que vamos a hacer, verdad? — preguntó Daniel, desviando la vista de la chica al joven escolta para observar cómo asentían a la vez. — Aprovecharemos el viaje de Michael para prepararlo todo.— Pero hay algo más — aseguró Sophie. — No creo que sea suficiente. Quiero que sufra, quiero que se desgarre, quiero que se convierta en un maldito desgraciado por todo el daño que le hizo a mi madre y también… a mí, prométeme que pagará , Daniel.Sophie sintió a sus bebés moverse, como si protestaran por lo que acababa de decir y se acarició con suavidad su redonda barriga de embarazada, como si así pudiera proteger a sus hijos inconscientemente del odio que en ese momento sentía hacia su padre.
El atardecer bañaba la habitación de Sophie, quien estaba tumbada en su cama, contemplando fascinada los suaves movimientos bajo su piel, en su vientre, siendo testigo del ajetreo de sus gemelos por nacer. La serenidad del momento se vio interrumpida por el sonido de unos nudillos en la puerta.—¿Puedo entrar, Sophie?— preguntó Emma desde el umbral.— Pasa — la invitó Sophie, elevando su voz con dulzura.Emma cruzó el umbral, y una sonrisa iluminó su rostro al ver a Sophie, con la camiseta levantada, observando las pequeñas protuberancias que danzaban en su vientre. Se apresuró a sentarse a su lado, colocando su mano sobre la barriga para sentir el tierno baile de los pequeños.—¿Se están moviendo mis ahijados? — preguntó Emma emocionada.Sophie se sintió triste, había elegido a Emma como madrina, a Michael le tocaba elegir el padrino, pero ella lo había tenido muy claro desde el principio porque Emma era más que su mejor amiga, era su hermana, aunque no compartieran sangre, habían cr