19. No te vayas, Marie.

El corazón de Sophie se aceleró, y un escalofrío recorrió su espalda al sentir a su esposo en peligro.

¿Cómo es posible? Debe estar alucinando.

Pero cuando entró en la habitación, vio al diablo, ahora hecho un ovillo en medio de la oscuridad.

Eso hizo que el corazón le doliera de un modo que tuvo que llevarse la mano al pecho y se quedó inmóvil observándolo.

—No me pegues, papá... seré un buen niño — susurraba Michael.

Su voz era más suave, como si intentara simular el timbre de un niño, se podía sentir el terror en cada una de sus palabras, mientras su cuerpo se retorcía bajo las sábanas, envuelto en sudor en un intento desesperado por escapar de aquella horrible pesadilla.

Sophie, se acercó a la cama sin poder apartar la vista de él, no sabía cómo sentirse.

La vulnerabilidad que Michael mostraba en ese momento era sorprendentemente contraria a su habitual arrogancia.

Las palabras que escapaban de sus labios estaban llenas de temor, dejándola confundida.

En ese instante pudo ver a
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