Capítulo 2
Los familiares se acercaban curiosos a mirar dentro, y mi corazón se agitaba mientras inconscientemente cerraba la verja tras de mí, bloqueando ferozmente la curiosidad de mis padres.

La gente en el escenario también se giró al unísono para ver lo que estaba haciendo.

El hombre medio arrodillado no era otro que el amor platónico de Alicia y mi actual superior, Leonardo Sánchez.

Leonardo, sin mucha expresión en la cara, me miró con una sonrisa y dijo: —Ferrero, ¿qué haces aquí?

Lo decía tan a la ligera, pero con una superioridad inconfundible.

En lugar de explicar la situación, Alicia, a un lado, se me quedó mirando con aire amenazador.

Capté su intención, quería que cerrara el pico. ¿Por qué lo descifré tan rápido? Pues, en los tres años que llevábamos juntos, la única vez que mi buena novia se enojó tenía esa misma mirada.

Inconscientemente cerré la boca.

Al momento, me mofé de mí mismo: «Mi prometida, mi lugar de celebración, y mi novia se estaba casando con otro, ¿no me da ninguna explicación y quiere que me calle? Ni de broma».

Paso tras paso, me dirigía al escenario, con las venas resaltando en mi puño.

Le guardé una última pizca decencia a Alicia.

—Alicia, quiero una explicación.

Ella lanzó el micrófono al presentador y tiró de mí para susurrarme una advertencia: —¡Roberto, te estoy ayudando! ¡Leo está en una crisis y yo solo le estoy echando una mano! ¿No sabes que ayudarlo implica ayudarte en tu carrera? ¡No me montes una escena aquí! Nos casaremos como es debido cuando todo termine.

«¿Cómo? ¿Que nos casaríamos como es debido cuando todo termine?».

—Alicia, ¿te crees que nuestra boda es un evento cualquiera? ¿O quieres que comparta novia con mi jefe?

Al ver que no tenía intención de dejarla en paz, Leonardo se adelantó para proteger a Alicia.

—Ferrero, ¿cómo puedes hablarle así a una chica? ¡Iba a darte las gracias por prestarme a tu novia y sacarme de esta crisis! ¡Mira que te lo quería compensar con un ascenso y un aumento! ¡Pero esta actitud tuya me decepcionó!

Ni siquiera miré a Leonardo, solo volví la cabeza para mirar a Alicia.

—Alicia, si vienes conmigo ahora, podemos pasar página con lo de hoy.

“Pasar página” eran las palabras de seguridad que Alicia y yo fijamos, de manera que si alguno de nosotros se pasara de la raya, pronunciando “pasar página” era la forma de no entrar en discusión y olvidarse del asunto.

Y gracias a este pequeño truco, no hemos tenido ninguna ruptura en tres años.

Terminé la frase y la miré fijamente a los ojos mientras hacía una cuenta atrás en mente.

Podía sentir cómo el intenso amor menguaba rápidamente en mi corazón.

Tras un momento de silencio, Alicia apretó los dientes y respondió: —Roberto, no puedes hacer que Leo quede mal delante de tanta gente, se sentirá humillado.

—Espérame. Cuando termine con esto, nos casaremos.

Observé cómo Alicia me dejaba tirado a un lado y tomaba el micrófono para indicar al presentador de seguir la ceremonia. Mi corazón se calmó poco a poco.

—¿Quieren casarse?

—¡Sí!

—¡Sí!

—¿Hay alguna objeción?

De brazos cruzados, observé el espectáculo con burla y, bajo la mirada de todos, levanté la mano sin prisas.

Susurros brotaron entre los invitados de Leonardo, y todos me miraron con expresión chismosa. Al otro lado, los invitados de Alicia permanecían en silencio con cara de frialdad.

Volví a subir al escenario, tomé el micrófono y miré el familiar anillo en la mano de Leonardo.

—Sr. Sánchez, ¡parece que tenemos gustos similares!

Leonardo no lo entendió y se quedó allí pasmado.

Parece que realmente compartíamos gusto, pues estaba pisando el espacio que yo elegí y me estaba robando a mi novia.

—Dado el caso, les regalaré el anillo y el vestido de novia que yo mismo diseñé, creo que les encantan. No hay de qué, no vale mucho, tómenlo como mi regalo para los novios. En fin, les deseo una feliz boda, que ni la muerte les separe nunca.

Una vez más, los espectadores empezaron a susurrar, y la cara de Alicia cambió al oírlos.

Ignorando que seguía en el escenario, levantó el micrófono y soltó: —Roberto, deja que te lo explique...

Mi corazón y yo ya no nos agitábamos, y en unos pasos llegué a la puerta para salir de allí.

Ya que hasta el último momento Alicia seguía defendiendo la dignidad de ese hombre y tomando nuestra boda como un juego de niños, me dejó claro que no tenía ninguna razón más de insistir en casarme con ella.
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