¡Me robaron la boda!
¡Me robaron la boda!
Por: Pelayo
Capítulo 1
Me robaron la boda.

A primera hora de la mañana, el hotel que reservé llamó para comunicarme que el lugar de evento estaría disponible con retraso de medio día.

¿Hola? ¿Qué insensato avisaría el retraso de la celebración de una boda en su mismo día?

¡Qué insolentes! ¿Acaso les tengo que recordar que la fecha y hora del acontecimiento fue elegido a propósito?

De normal podía ser el más apacible, pero en ese momento la ira ardía en mí y empecé a maldecir por teléfono.

No obstante, el que estaba al otro lado del celular tenía una actitud indiferente y dijo: —La Srta. Reyes dio su consentimiento, si tiene algún problema con ello háblelo con ella primero.

Fue como si me hubieran echado un cubo de agua sobre la cabeza, y mi ira se apagó abruptamente.

Mi novia, Alicia, era una chica muy buena, seguramente no quiso ponerle las cosas difíciles al hotel y accedió.

Pero una boda no era ninguna tontería, las invitaciones ya se enviaron con tiempo y nuestros parientes estarían llegando al hotel, ¡definitivamente Alicia había metido la pata!

Inconscientemente saqué el celular para llamarla, pero solo sonó una vez antes de ser colgado.

Me di una palmada en la cabeza y recordé: «¡Me olvidé de la promesa que le hice!».

A pesar de que llevábamos un tiempo viviendo juntos, ella insistió en seguir las tradiciones antiguas y se mudó meses antes de la boda, decía que no podíamos vernos hasta la boda.

Incluso fue dejando de hacer las llamadas diarias para dar las buenas noches, con la excusa de crear más misterio para el día de la boda.

Yo, con las prisas, me puse cualquier cosa que pillé y salí.

Lo único que podía hacer era llegar antes que los invitados a la entrada del hotel para recibirles y explicarles el asunto en persona.

Cuando llegué, una gran parte de mis familiares ya habían llegado y estaban allí en la puerta, sin saber qué hacer, lo raro era que no vi ni un solo invitado de parte de mi novia.

Vagamente sentí que algo andaba mal, ya que Alicia no podía haber notificado el retraso a todos sus invitados en tan poco tiempo.

La ira y la inquietud me devoraban, entonces, empujé violentamente a los guardias de seguridad que habían impedido el paso a los invitados y entré furioso.

Un empleado gritó detrás de mí: —¡No puedes entrar ahí! ¡Se está celebrando una boda dentro!

¿Una boda? Pues me gustaría ver qué majestuosa boda se estaba llevando a cabo a cambio de robarme el lugar que reservé y hacer que mis invitados esperaran como tontos en la puerta.

Al abrir la puerta, la música estaba en su momento más emocionante, la novia, con su velo en la cabeza, sonreía en el escenario y lentamente entregó su mano al hombre medio arrodillado delante de él.

Los invitados de parte de mi novia estaban todos sentados allí, vitoreando y aplaudiendo con emoción.

Y la mujer en el escenario no era otra que Alicia Reyes, mi futura esposa.
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