Capítulo 525
Eulogio permaneció allí, sin moverse, durante un buen rato.

El jefe lo observaba con desdén, sintiendo una creciente irritación ante lo que percibía como una muestra de debilidad por parte de Eulogio. Tomándolo del brazo con desdén, se mofó:

—¿Todavía te aferras aquí como si este lugar fuera tu hogar? ¿Acaso crees que esta empresa te pertenece y que el señor Lewis es tu protegido? Permíteme corregirte: hoy mismo debes abandonar estas instalaciones.

Eulogio, un hombre de refinada estirpe, jamás había sido objeto de tal tratamiento.

Con voz calmada pero firme, replicó:

—¡Mario Lewis es mi hijo!

El jefe se quedó atónito por un instante. Luego, señalando a Eulogio, soltó una risa burlona:

—¡Qué disparate! ¿El señor Lewis, tu hijo? ¡Entonces yo declaro que el señor Lewis es mi padre!

El eco de risas resonó en la oficina, mofándose de la supuesta locura de Eulogio.

En ese preciso instante, resonaron pasos decididos en la entrada. Poco después, Gloria hizo su aparición acompañada por dos alto
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