Capítulo 44
Los dos cuerpos estaban muy juntos, rozándose.

Decir que Ana no sentía nada sería mentir.

Pero siempre rechazaba a Mario, así que encontró una excusa:

—La cena empezará a las siete. Le das tanta importancia a ese proyecto, así que no querrás llegar tarde.

Al oír esto, Mario la soltó ligeramente.

La miró en el espejo y tarareó en voz baja:

—Señora Lewis, es usted una aguafiestas.

Pero por fin se había superado la crisis.

En el camino de vuelta, ambos no dijeron ni una palabra.

A las siete de la tarde, el Bentley negro de Mario entró lentamente en la villa de la familia Martín. Mario se bajó y abrió la puerta a Ana, y cuando ésta se agachó para salir del coche, Mario le cogió la mano. No pudo evitar levantar los ojos para mirarle.

Con el viento de la noche, bajo las preciosas luces, se miraron el uno al otro.

Mario le cogió suavemente la mano y la atrajo hacia él, susurrándole al oído:

—¡Quédate cerca de mí esta noche! No te metas con otros hombres.

Estas palabras eran bastante poses
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