Capítulo 259
Mario permaneció en el estudio por un largo tiempo. Recogió el disco roto, lo miró por un momento y luego lo arrojó suavemente al basurero. Se hundió en el sofá, inclinando la cabeza hacia atrás, pero encontró la luz demasiado brillante y se cubrió los ojos con la mano.

La palma de Mario todavía le dolía ligeramente, un recordatorio de la fuerza con la que había golpeado a Ana.

No podía creer que realmente había golpeado a Ana. Cerró los ojos, y todo lo que podía ver era la última sonrisa de Ana, una sonrisa llena de lágrimas.

Ana, criada con tanto cariño por la familia Fernández, nunca antes había sido golpeada.

A pesar de afirmar que amaba a Ana, él la había golpeado.

Entonces sonó su teléfono.

Era una llamada de Gloria: —Señor Lewis, el coche está abajo, ¿baja ahora?

La respuesta de Mario fue apagada: —Posponlo un día.

Gloria, algo sorprendida, replicó: —Pero, señor Lewis, el equipo de especialistas lo está esperando allá.

La voz de Mario era fría, desprovista de emoción: —He d
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