Capítulo 204
Alberto había esperado encontrarse con una mujer quejumbrosa, pero Ana era mucho más tranquila de lo que había imaginado. Se preguntó cuántas veces tendría que ser herida una mujer para alcanzar tal grado de calma y aceptar tan serenamente un trato injusto...

Cuando Ana fue a su apartamento a recoger algunas cosas, Mario la esperaba en la puerta. Con una expresión compleja, la atrapó entre su cuerpo y la puerta, sujetando suavemente su mano no lesionada. Ana no podía liberarse. Sin querer mirar a Mario, desvió la vista y dijo suavemente: —Mario, me estás lastimando

Mario giró su rostro hacia él, acercándose mucho a Ana. Sus dedos largos acariciaban suave y delicadamente la mejilla de ella, con una voz ronca: —¿Todavía sientes dolor? Pensé que ya no dolía. ¿A dónde fuiste recién?

Ana tembló ligeramente: —¿Todavía me estás siguiendo? ¡Mario, eres un desgraciado!

Mario no lo negó. En ese momento, un vecino abrió la puerta de enfrente y, con una sonrisa forzada, comentó: —Señorita Ferná
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