Capítulo 196
Pero ya era demasiado tarde.

Ana, apoyada en el respaldo del sofá, miraba fijamente la oscuridad de la noche. Tras un largo silencio, se volvió hacia él y le ofreció una sonrisa tenue: —Mario, estás enfermo, pero no me quedaré a ser tu cura.

El rostro de Mario palideció. En la oscuridad, Ana no podía ver las heridas de Mario, y tampoco le importaba si él sentía dolor. La esposa que una vez Mario tuvo, había sido destruida por sus propias manos.

La noche era silenciosa y tranquila.

Mario permanecía sentado en el sofá, dejándose atender por el médico. Ana, en cambio, se reclina en silencio en la cabecera de la cama, sosteniendo una entrada para un concierto de música clásica que Víctor le había entregado esa tarde. La primera presentación en la ciudad H, un concierto de música clásica. Originalmente, ella debía ser la primera en actuar.

No podía apartar la mirada de esa entrada, incapaz de superar el desgarrador recuerdo de lo que representaba. No solo era su sueño, sino también la cas
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