Capítulo 115
Mario encendió la lámpara de la mesilla de noche.

Se sentó apoyado en la cabecera de la cama, mirándola mientras hablaba: —¿Qué crees tú?

Ana no sabía qué responder.

Mario sonrió, su voz sonando especialmente profunda en la oscuridad de la noche: —Ana, nunca he amado realmente a alguien, ni sé cómo amar a alguien. Pero tú eres la primera mujer que realmente me importa. Por ti he renunciado a mis principios, por ti he venido a tu casa a arreglar la tubería.

Hizo una pausa antes de continuar: —¿Crees que solo estoy buscando a alguien para dormir conmigo? Ana, deberías saberlo, si solo fuera por satisfacer mis necesidades físicas, podría elegir a muchas mujeres hermosas.

Ana le replicó: —No te estoy impidiendo que busques mujeres hermosas.

Mario sonrió.

Bajo la luz de la lámpara, su rostro era apuesto, con un encanto especial propio de un hombre maduro.

Ana sabía que si él quisiera encontrar mujeres hermosas, no tendría que gastar dinero para conseguirlo.

Mario acarició suavemente el ros
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