Olivia Damschroder
Despierto sobresaltada me siento en la cama al oír un ruido en el baño. El sol entraba por la ventana pegando de lleno en mi cara. Escucho el agua correr, me levanto por completo y veo que estoy desnuda, mis pies tocan con una suave alfombra. Veo alrededor y me doy cuenta que no estoy en mi casa, mi tapete es de uso rudo no tan suave como esto que están pisando mis pies.
¿Rayos, qué hice ayer?
Con el último que estuve antes de caer en la inconciencia fue con mi jefe, no sabía dónde me encontraba, ¿acaso había bebido tanto que no me acordaba que había pasado?
¿Cuántos mojitos había bebido la noche anterior? No logro recordar, tuvieron que haber sido muchos para sentir la cabeza a punto de estallar y la garganta reseca. Miro alrededor buscando mi ropa y veo un bulto de prendas al pie de la cama. Alcanzo a distinguir solo la ropa de mi jefe, el pantalón, la camisa y el saco, un zapato a mitad de la habitación.
Justo en este momento me doy cuenta que estoy metida en un gran problema. No podía simplemente haberme despedido de él después de la cena y ya. Me encontraba en mitad de la habitación y no había ni rastros de mi ropa, tomé la camisa y cubrí mi cuerpo, levanté la sabana esperando encontrar mi vestido y no lo hallé. Necesitaba salir de aquí lo antes posible.
Busco debajo de la gran cama y al fin lo encuentro junto con el brasier, me despojo de la camisa y con rapidez me visto, las bragas definitivamente no la hallo, tomo los zapatos y voy en busca de mi bolso y el abrigo, escucho que el agua deja de correr y entro en pánico, lo que no quería era verlo antes de salir, el corazón va a salir de mi caja torácica.
Trato de tranquilizarme, porque cuando estoy nerviosa tiendo a tirar todo a mi paso, respiro profundamente varias veces, escucho que se abre la puerta del baño lentamente.
¡Mierda, estoy perdida! ¡Has que no salga del baño por favor, te lo ruego!, pero no soy escuchada.
‒ Vaya, veo que por fin despertaste-su voz es ronca y sexy.
Hago como que no lo oigo y tomo mi bolso, pretendo no voltear. Mi cara de seguro esta de color granate, siento las orejas calientes y me sudan las manos.
‒ ¿Está todo bien?-me pregunta, le digo que sí con un movimiento de cabeza sin atreverme a voltear.
‒ Sí, sí, ehh, tengo que irme, se presentó algo urgente en casa-mi voz sale como la de un ganso al que están ahorcando.
‒ ¿Olivia, puedes voltear?
Volteo y paso saliva con dificultad, su cuerpo apenas lo cubre una pequeña toalla, como esa con que me seco la cara, ¿tiene que ser tan apetecible? Su torso está desnudo y unas cuantas gotas se deslizan por él, subo la mirada directamente a los ojos, esos orbes de un azul aguamarina, me miran con algo de deseo aún.
‒ Espera que me vista y te llevo a tu casa-me sonrió levemente, no lo hagas que me derrites.
‒ No es necesario, tomaré un taxi-digo apresurada.
‒ Por lo menos desayuna antes de irte, ya pedí que nos prepararan el desayuno, en un momento estará listo.
Definitivamente estamos en su casa, ¿no podíamos estar en alguna habitación de un simple hotel?, así no me vería tan expuesta. Deben estar sus padres en su casa o sus hermanos. ¡En que lio me he metido!
‒ Gracias, pero no tengo tiempo, nos vemos mañana.
‒ Hasta mañana-me mira con extrañeza.
Abrí la puerta y salgo como rayo de la habitación, por suerte no me encuentro con nadie en mi camino hacia la salida. Siento frio en mis piernas, tampoco encontré las pantimedias, me pongo el abrigo y espero a que pase un taxi, el frío en las mañanas está como para no salir de tu casa.
Se detiene el taxi y subo, le digo la dirección y no miro hacia atrás, solo puedo recordar cuando al salir de la cena fuimos a una discoteca cerca, no le había visto nada de malo, lo hacíamos de vez en cuando; si la cena terminaba temprano aprovechábamos y nos íbamos a divertir un rato, pero nunca habíamos llegado tan lejos ¿qué pudo haber ocasionado el que termináramos en su cama?
Definitivamente, no volvería a ingerir nunca más una gota de alcohol. La resaca me duraría todo el día, la cabeza ya no la aguantaba, la sentía a punto de estallar. Pero no era tiempo para lamentarse, lo hecho, hecho estaba, solo quería llegar a casa para poder darme una ducha, tomar algo para aliviar este dolor de cabeza y para ver si se me quitan estas ganas de vomitar. Si por lo menos hubiera aceptado el desayuno, no me sentiría tan mal. Miro por un momento hacia afuera, las calles están vacías.
Cuando el taxi llegó a mi destino, pagué el importe del servicio y corrí hasta llegar a la entrada del edificio donde vivía, lo bueno era que vivía sola y no tenía que explicarle a nadie porque no llegué anoche anterior a dormir a mi casa. Al pasar la puerta del departamento empieza a sonar mi móvil, miré la pantalla y aparece el nombre de mi jefe. Owen, tomo la llamada y contesto.
‒ Hola.
‒ Hola, Olivia, ¿ya llegaste a tu casa?
‒ Sí, acabo de llegar.
‒ Estaba preocupado, saliste muy apresurada, ¿lograste llegar a tiempo, por tu urgencia?
‒ Así es, mi gato se escapa si no estoy temprano en casa y es un gran problema para localizarlo-mentí, yo no tengo gato.
‒ Ok, espero que todo esté bien.
‒ Sí, gracias, no te preocupes.
‒ Nos vemos en la oficina.
Colgué, no tenía otra cosa que decir. No me preocupaba por las consecuencias que pudieran presentarse, vi una caja de preservativos en la mesita de noche, por lo menos alguien se acordó de la protección. Esto debe quedar en el pasado, espero que no se vuelva repetir. Yo nunca me comportaba de esa manera, era muy precavida, la responsabilidad es de suma importancia.
Olivia Damschroder Después de tomar un analgésico y varios vasos de agua como si acabara de salir del desierto, por lo menos ya no sentía esas desagradables ganas de vaciar el estómago. Saliendo del baño después de una agradable ducha y dispuesta a dormir lo que restaba del día, volvió a sonar el móvil, pensaba que era de nuevo Owen, pero esta vez era Jillian, podía ver su gran sonrisa adornando la pantalla como entrada de aviso.‒ ¿Se puede saber dónde te metiste anoche después de la cena? ‒ es lo primero que escucho al aceptar la llamada ‒ te estuve marcando casi toda la noche.La verdad era que había hecho oídos sordos a sus llamadas y mensajes. De seguro iba a dejar a su aburrido prometido como le dice ella e ir con nosotros, pero yo ya me sentía pasada de copas y no quería que me viera en esas condiciones y no creía
Owen KewlynOlivia es la mujer más hermosa que han podido ver mis ojos, aunque ella siempre diga que es una chica común y corriente. Para mí nunca lo ha sido. Estamos sentados en las sillas frente a la pista de baile, veo que está un poco preocupada o en definitiva algo le pasó hoy antes de que pasara por ella a su departamento, lo cual note de inmediato, aunque trató de disimularlo en un par de ocasiones.Su vestido rojo la hacía ver espectacular, con los hombros descubiertos y un escote recatado, pero a la vez provocativo al frente y su pelo totalmente recogido en la parte de arriba de la coronilla. No hacía falta más adorno que el de su blanca sonrisa, que siempre me cautivaba.‒ Me puedes contar lo que te pase Olivia, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, lo sabes ‒ le digo tomando una de sus manos, se encontraba un poco fría a pesar del calor que se sentí
Olivia Damschroder Me acosté, pero no fue fácil conciliar el sueño. Retazos de lo que había ocurrido parte de la noche anterior regresaban a mi mente, di varias vueltas en la cama tratando de que regresara el tan anhelado sueño, no podía presentarme el día de mañana con las tremendas ojeras que tendría si no dormía lo suficiente. Cerré los ojos y me dispuse a respirar tranquilamente hasta que me quedé dormida. El sueño me llegó como una epifanía, no solo fueron los mojitos que ingerí en la cena de recaudación, luego le seguí con cerveza para acabar con tequila. No debí hacerle caso a esa vocecita que me decía que no estaba haciendo nada malo, después de un par de meses volvía a ser soltera. ¿Pero precisamente tenía que salir a relucir cuando estaba con Owen? ¿No podía haber esperado a que estuviera en mis cinco sentidos y decidir por mí misma que iba a hacer? Se podría decir que prácticamente yo lo violé. No sabía si ponerme a llorar o reír.
Owen Kewlyn Al día siguiente abrí los ojos a las cinco menos cinco, como de costumbre me levanté de la cama, sin ni siquiera dejar que sonara el despertador, cancelo la alarma, me quité la parte de abajo del pijama que era con lo que regularmente dormía, entré a la ducha, me merecía una relajante y larga ducha fría. Espero que logre calma mis ansias que siento al pensar en ella. Estoy frito.
Olivia Damschroder Jillie se encontraba sentada en una mesa cerca de un gran ventanal, del restaurante que quedaba a unos cuantos minutos de la empresa, como siempre estaba de muy buen humor, hiso un pucherito de bebé cuando llegué a su lado.‒ Te extrañé amiga.
Owen Kewlyn Tal vez parezca extraño porque de repente pienso que esa melodía la escucharía sin ningún problema por el resto de mi vida. Me encanta oírla reír, es el sonido más hermoso que han escuchado mis oídos, se encuentra hablando por teléfono, me intrigaba quien hubiera logrado hacerla reír, no me iba a poner celoso por eso, al contrario, le agradecía al responsable de causar tan hermosa melodía.
Olivia DamschroderMiré hacia el edificio, desde la entrada se podía observar el mostrador del pequeño lobby, muy bien ordenado. Abro la puerta, al acercarme a recepción me encuentro con un muy sonriente señor Smith de pie, un señor de unos cincuenta años; encargado de la puerta de entrada, llevando en sus manos un gran ramo de flores, un popurrí de rosas de diversos colores, mis favoritas, rojas, amarillas, rosas, lilas, blancas, una mezcla perfecta de todas las flores, de este prendía u
Olivia Damschroder Suspiro, pero al final no me queda de otra que mentalizarme, me probaré el vestido y decidiré si lo uso o no, siempre tengo la última palabra.¿Qué cuánto tiempo llevo conociendo a Jillie? Parece que toda la vida, pero en realidad han sido siete años, desde que nos co