Aníbal gruñó al ver que en su teléfono se marcaba una nueva llamada de Ana, la quinta en menos de una hora, desvió la vista de la computadora completamente frustrado decidió tomar el teléfono —Hola, Ana. ¿ Qué sucede?— preguntó en un tono cortante— espero que me estés llamando para decirme que al fin firmaste los documentos. —Precisamente por eso te estoy llamando, estas semanas han sido de mucha reflexión para mí y mi silencio no ha sido porque me haya olvidado de que quieres tramitar nuestro divorcio ó de la vida que está llevando nuestro hijo, sencillamente me tomé una semanas para poder pensar y reflexionar en todo esto. —¿Y qué has pensado?— preguntó conteniendo un suspiro de fastidio. —He llegado a la conclusión de que lo mejor será que nos divorciemos— Aníbal aunque había esperado por mucho tiempo aquella frase no puedo evitar sorprenderse, ya que sinceramente no había imaginado que Ana le firmaría nunca el divorcio. —¿Estás hablando en serio?— le preguntó confundido
Ámbar frunció el entrecejo contemplando como su adorado Samuel perdía completamente el color del rostro, la mano que sostenía el teléfono celular tembló visiblemente y Samuel dió un paso hacia el lateral sosteniéndose del mueble, fue entonces cuando Ámbar caminó rápidamente hacia él, asustada por el cambio físico que estaba experimentando. Samuel alejó el teléfono de su oído y cortó la comunicación sus ojos estaban extremadamente abiertos y parecía que estaba a punto de desmayarse, su estado de shock era evidente. —Mi amor, ¿qué ocurre?— le preguntó Ámbar arrancando en el teléfono de la mano y ayudándolo a llegar hasta el sofá en donde Samuel se desplomó al tiempo que las lágrimas comenzaban a fluir de sus ojos. La angustia cubrió el cuerpo de ella porque no comprendía que estaba sucediendo y por qué Samuel estaba en aquel estado, incapaz de decir nada. —¿quién te llamó?, ¿ha ocurrido algo?, amor háblame— le dijo mientras se inclinaba frente a él y lo tomaba del mentón, Samuel la a
—Señora...— dijo la mujer asustada. Ana se giró hacia ella con rostro inexpresivo. —¿Qué sucede?— preguntó en tono calmado. —En la puerta hay dos oficiales de policía— Ana supo de inmediato el motivo de aquella visita y aunque quiso evitarlo, pues el pecado de Anibal era muy grande y no merecía piedad, ella era su esposa y él era el único hombre que había amado en su vida. —¿Y qué desean los caballeros?— preguntó ocultando la pena que sentía y el enorme peso en su corazón. —No lo han dicho, señora. Solo piden verla. —Bien, entonces hazle pasar— le dijo tranquilamente. La mujer del servicio se marchó y ella trabajó en tranquilizarse. Poco tardó en volver acompañada de dos hombres.—Buenas noches caballeros— los recibió poniéndose en pie— debo decir que me sorprende su visita. —¿Señora Thompson? —Si, Ana Thompson. ¿En qué puedo servirles? —Suponemos es la esposa del señor Aníbal Thompson. —Supone bien, aunque espero que Aníbal no se haya metido en algún problema.
Melina yacía en la cama del hospital, exhausta y dolorida después de la cesárea de emergencia. Las lágrimas aún rodaban por sus mejillas, pensando en el hombre que amaba y que ya no estaba, así como en la pequeña hija que no conocería a su padre. Samuel y Ámbar, habían estado allí acompañándole, Pero tuvieron que marcharse por asuntos del fallecimiento de Aníbal y le destrozaba no poder levantarse de la cama e ir también a verlo... quería verlo, lo necesitaba... necesitaba convencerse de que aquello realmente estaba sucediendo. De repente, una enfermera se acercó con una sonrisa. — Melina, tu bebé está lista para que la veas— dijo con voz amable. Ella asintió, ansiosa por conocer a su hija, a pesar de estar terriblemente dolorida, necesitaba ver ansu pequeña. La enfermera la ayudó a bajar de la cama y sentarse en la silla de rueda, luego la llevó hasta la unidad de cuidados intensivos neonatales. Melina se detuvo frente a la encubadora, su corazón latiendo con emoción. Se q
Tres semanas, tres largas semanas habían transcurridos desde que Anibal había fallecido, el testamento del mismo tenía que haberse leído hacía mucho sin embargo la lectura no habia podido darse en vista de que Meina no podia asistir a la misma, su pequeña seguía en cuidados especiales.—Usted debe estar presente, señora— le aseguró el abogado.—No quiero ir allí, no me sentiría cómoda.—Si no lo hace por usted, debe hacerlo por su hija. Debe esta presente señora, es parte de la ultima voluntad de mi cliente y sin su presencia no puedo darle lectura al testamento.—¡Por Dios, que insistente es usted! — gimio frustrada— No me moveré a ingun lado hasta que mi hija este fuera de peligro, así que; o espera usted a que yo esté disponible o haga lo que quiera.Y así fue como pasaron tres largas semanas hasta que al fin Melina estuvo disponible dispuesta para asistir a aquel eveto. Melina bajo del taxi y suspiró al observar la enorme casa que se erigia frente a ella.—Bien, aquí vamos... tod
— ¿Hablar?, yo no quiero hablar contigo, ¡eres una descarada!— le dijo furiosa, pero controlada— No tengo nada que hablar con una mujer como tú , nada que hablar con la que fue la amante de mi marido. —Fui la mujer que amaba— le dijo Melina segura de si misma, le avergonzaba haber amado a un hombre que aun estaba casado, si, estaba moralmente mal, pero no se arrepetìa de haber amado a Anibal— Le pedí conversar a solas porque creo que nos debemos una conversación, usted y yo tenemos mucho de que hablar. —No pienso conversar contigo— dijo intentando abandonar la habitacion, pero fue la voz de Samuel la que la detuvo. —Madre creo que deberias darle una oportunidad a Melina— le dijo— no podran limar asperesas sino conversan. —¿Quieres que me siente hablar con esta mujer?— señaló a Melina sintiéndose completamente indignada y traicionada por su hijo. —¡Por supuesto que no!, ¡No tengo que limar asperesas con ella, no deseo hacerlo! —Yo sé que nunca habrá una buena relación entre
Los meses avanzaron lentamente y aunque nada había vuelto a ser como antes, las emociones parecían aplacarse poco a poco con el paso de los días, cinco meses eran mucho tiempo ó poco tiempo, todo dependía de la perspectiva con que le vieras.Ámbar se esforzaba mucho en el trabajo y estaba considerando la propuesta que Samuel le había hecho hacia un mes atrás.— Me gustaría que vinieras a trabajar conmigo a la empresa— le dijo mientras acariciaba a desnudez de su cuerpo, estrechado contra su propio cuerpo sudoroso que se reponía despues de una ardua jornada de pasión y placer. Ámbar levantó la mirada y la fijó en el su cabello despeinado, sus mejillas sonrojadas y sus ojos aun más claros por el brillo de la pasión.—¿Qué podría hacer yo en la empresa?—Trabajar en el área contable, por supuesto.—No lo sé, no quiero que piensen que me das el trabajo solo por ser tu mujer. —Claro que no, eres muy buena en lo que haces, de no ser así, no estarías en Marshall & Asociados.—Si, pero eso no
—Iré por las compras, Martina— le dijo Melina con voz tranquila— la niña está dormida.—Sabe bien que le encanta dormir después de su baño— sonrió la mujer— pierda cuidado, seguro que seguirá durmiendo cuando usted vuelva— Melina tambien sonrió.—Gracias, prometo no demorar. Melina se marchó de casa y Martina aseguró la puerta para luego ir y ocuparse de las cosas de la bebé. Ana estaba fuera alejada de la entrada del edificio, en su eterna tarea de vigilar a Melina, sonrió cuando la vió salir al volante de su hermoso auto color gris, ella no se percató de su presencia y Ana sonrió.—Es hora, Ana— escuchó que alguien le decía desde el asiento del copiloto.— ella no está, he facilitado tu trabajo.—Si, es hora— respondió asintiendo y disponiedose para bajar del auto.Martina estaba sumergida en sus responsabilidades organizando la ropita de la bebé cuando escuchó que tibraban en la puerta. Martina se giró observando a la pequeña dormir tranquilamente, el timbre retumbó nuevamente en e