—¡Pero mira nada más Qué guapa te ves con esa panza!— le dijo Aníbal a Melina mientras llegaba a ella y la abrazaba por detrás ella observaba su figura en el espejo. —¿Te sigo apareciendo atractiva aunque parezca que me estoy inflando como globo?— le dijo con una risa tierna. —Me pareces la más atractiva de todas y tu pancita solo te hace ver muy, muy interesante y aún mas hermosa— se inclinó sobre ella depositando un tierno beso en su hombro y otro en su cuello. —Está creciendo muy rápido, ¿ no crees?, antes no se notaba pero ahora me parece que me está creciendo muy rápido, ¡ mira nada más! —Bueno, son casi siete meses así que supongo que es natural. —¿Crees que nuestra hija sea hermosa?— le preguntó con ternura— estoy rogando para que tenga tus ojos. — dijo Melina con ternura. —Nada de eso mi niña, nada de eso, yo he estado suplicando constantemente para que tenga los tuyos, aunque me parece que es un arma de doble filo, imagínate una pequeña igual de rubia que tú,
—¿Qué es lo que sucede, hijo? Te noto demasiado nervioso, sé que me dijiste que era un tema delicado y que necesitabas mi ayuda, sabes perfectamente que puedes contar conmigo para lo que sea solo dime qué necesitas y yo, como tu padre, te ayudaré. —Las cosas con mi madre se ponen cada vez peor, ayer estaba en el departamento con Ámbar cuando apareció Antonia, la dueña y le solicitó el desalojo inmediato. Está más que claro que mi madre tiene las manos metidas en el asunto y Ámbar está bastante preocupada. —Tu madre está insufrible, no sé cuál es el empeño en hacerles la vida imposible de verdad, pero no debes preocuparte por eso siempre has llevado una vida modesta nunca me has pedido nada a pesar de que sabías que todo lo que poseo estaba absolutamente disponible para ti, por fortuna el dinero no es problema y tampoco es problema que encuentres una nueva casa para ti y para Ámbar. Justamente solicité esto para ti —le extendió un sobre el cual Samuel abrió y se encontró con varias
—Váyase señora, usted no tiene nada que hacer aquí, nadie le dio permiso de entrar así que salga ahora mismo. —¿Esto se trata de dinero, verdad?— preguntó Ana manteniendo una postura recta elegante y severa— porque supongo que sí, se trata de dinero, dos mujeres jóvenes, muy guapas eso sí, buscando quienes les resuelvan la vida. ¿Cuánto quieren?— preguntó con burla— ¿Cuando desean para desaparecer de nuestras vidas? —Sé que para usted es difícil entenderlo pero yo amo a Samuel, no estoy por él por dinero porque le recuerdo que toda su vida la ha llevado de manera eclesiástica, es un hombre que ha prestado sus servicios a la iglesia llevando una vida modesta y exenta de lujos, Samuel no tiene dinero— le dijo con una sonrisa. —Pero es El heredero de los negocios de su padre y del capital que poseemos, es obvio que a largo plazo te funcionaría el plan, mi hijo es el único herede...— se detuvo de inmediato porque era obvio que Samuel ya no era el único heredero. Se giró hacia Melin
—¡Es suficiente Ana, has ido demasiado lejos!— le dijo Aníbal mientras entraba a la casa y se encontraba con ella tranquilamente sentada disfrutando de una taza de té, la mujer elevó el rostro con expresión fría, lo miró atentamente, colocó la taza de té sobre su platito y lo dejó sobre la mesa. —Supongo que te refieres a la interesante conversación que he tenido con tu amante. —Me refiero a todo lo que has estado haciendo, deja a mis hijos en paz, deja a Melina y a Ámbar también en paz, ninguno de ellos tiene culpa de que estés inconforme con tu vida— la mujer empequeñeció los ojos ante sus palabras— ¡Ya basta de lastimar a las personas que amo!—Tus hijos...en plural —dijo la mujer con tono tosco— no solo tienes un amante Aníbal, sino que esa mujer está embarazada, tuviste la inconsciencia de embarazarla para traer al mundo a un pequeño con el estigma de ser un bastardo. —¡Con un demonio Ana, guarda silencio, no llames así a mi hija!—A mi casa no vienes a blasfemar, ¡Aquí no nom
Aníbal gruñó al ver que en su teléfono se marcaba una nueva llamada de Ana, la quinta en menos de una hora, desvió la vista de la computadora completamente frustrado decidió tomar el teléfono —Hola, Ana. ¿ Qué sucede?— preguntó en un tono cortante— espero que me estés llamando para decirme que al fin firmaste los documentos. —Precisamente por eso te estoy llamando, estas semanas han sido de mucha reflexión para mí y mi silencio no ha sido porque me haya olvidado de que quieres tramitar nuestro divorcio ó de la vida que está llevando nuestro hijo, sencillamente me tomé una semanas para poder pensar y reflexionar en todo esto. —¿Y qué has pensado?— preguntó conteniendo un suspiro de fastidio. —He llegado a la conclusión de que lo mejor será que nos divorciemos— Aníbal aunque había esperado por mucho tiempo aquella frase no puedo evitar sorprenderse, ya que sinceramente no había imaginado que Ana le firmaría nunca el divorcio. —¿Estás hablando en serio?— le preguntó confundido
Ámbar frunció el entrecejo contemplando como su adorado Samuel perdía completamente el color del rostro, la mano que sostenía el teléfono celular tembló visiblemente y Samuel dió un paso hacia el lateral sosteniéndose del mueble, fue entonces cuando Ámbar caminó rápidamente hacia él, asustada por el cambio físico que estaba experimentando. Samuel alejó el teléfono de su oído y cortó la comunicación sus ojos estaban extremadamente abiertos y parecía que estaba a punto de desmayarse, su estado de shock era evidente. —Mi amor, ¿qué ocurre?— le preguntó Ámbar arrancando en el teléfono de la mano y ayudándolo a llegar hasta el sofá en donde Samuel se desplomó al tiempo que las lágrimas comenzaban a fluir de sus ojos. La angustia cubrió el cuerpo de ella porque no comprendía que estaba sucediendo y por qué Samuel estaba en aquel estado, incapaz de decir nada. —¿quién te llamó?, ¿ha ocurrido algo?, amor háblame— le dijo mientras se inclinaba frente a él y lo tomaba del mentón, Samuel la a
—Señora...— dijo la mujer asustada. Ana se giró hacia ella con rostro inexpresivo. —¿Qué sucede?— preguntó en tono calmado. —En la puerta hay dos oficiales de policía— Ana supo de inmediato el motivo de aquella visita y aunque quiso evitarlo, pues el pecado de Anibal era muy grande y no merecía piedad, ella era su esposa y él era el único hombre que había amado en su vida. —¿Y qué desean los caballeros?— preguntó ocultando la pena que sentía y el enorme peso en su corazón. —No lo han dicho, señora. Solo piden verla. —Bien, entonces hazle pasar— le dijo tranquilamente. La mujer del servicio se marchó y ella trabajó en tranquilizarse. Poco tardó en volver acompañada de dos hombres.—Buenas noches caballeros— los recibió poniéndose en pie— debo decir que me sorprende su visita. —¿Señora Thompson? —Si, Ana Thompson. ¿En qué puedo servirles? —Suponemos es la esposa del señor Aníbal Thompson. —Supone bien, aunque espero que Aníbal no se haya metido en algún problema.
Melina yacía en la cama del hospital, exhausta y dolorida después de la cesárea de emergencia. Las lágrimas aún rodaban por sus mejillas, pensando en el hombre que amaba y que ya no estaba, así como en la pequeña hija que no conocería a su padre. Samuel y Ámbar, habían estado allí acompañándole, Pero tuvieron que marcharse por asuntos del fallecimiento de Aníbal y le destrozaba no poder levantarse de la cama e ir también a verlo... quería verlo, lo necesitaba... necesitaba convencerse de que aquello realmente estaba sucediendo. De repente, una enfermera se acercó con una sonrisa. — Melina, tu bebé está lista para que la veas— dijo con voz amable. Ella asintió, ansiosa por conocer a su hija, a pesar de estar terriblemente dolorida, necesitaba ver ansu pequeña. La enfermera la ayudó a bajar de la cama y sentarse en la silla de rueda, luego la llevó hasta la unidad de cuidados intensivos neonatales. Melina se detuvo frente a la encubadora, su corazón latiendo con emoción. Se q