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Capítulo 28; Un Anibal roto.

Ámbar, sonrió con ternura.

—¡Esa sonrisa!— gimió Amy— ¡realmente estás enamorada, Ámbar, y yo que creía que era solo deseo!

—Han pasado muchas cosas desde la última vez que hablamos— volvió a sonreír— ciertamente todo comenzó como algo puramente carnal, ese deseo de tenerlo, pero... conocerlo más, ver lo inocente que es... resulta abrumador en cierto sentido, soy una mujer experimentada y por lo general me atraen hombres fuertes, seguros de su poder sexual, es algo que me transmiten y me engancha, pero con Samuel es diferente. Es su inocencia lo que me resulta tan tierno, verlo sonrojarse, ese pudor...

—Un momento —intervino Melina— dices que lo haces ruborizar, ¿Has estado de traviesa diciéndole cosas cochinas al cura?

—Ay Meli, insistía en qué me confesara, yo me negaba porque realmente no quería incomodar lo con lo que me hacía sentir, hasta que un día decidida a arriesgarme entré al confesionario y le conté de mi deseo, de mis sueños eróticos, de cómo me hacía sentir.

—Pobre padr
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