Ámbar, sonrió con ternura.—¡Esa sonrisa!— gimió Amy— ¡realmente estás enamorada, Ámbar, y yo que creía que era solo deseo!—Han pasado muchas cosas desde la última vez que hablamos— volvió a sonreír— ciertamente todo comenzó como algo puramente carnal, ese deseo de tenerlo, pero... conocerlo más, ver lo inocente que es... resulta abrumador en cierto sentido, soy una mujer experimentada y por lo general me atraen hombres fuertes, seguros de su poder sexual, es algo que me transmiten y me engancha, pero con Samuel es diferente. Es su inocencia lo que me resulta tan tierno, verlo sonrojarse, ese pudor...—Un momento —intervino Melina— dices que lo haces ruborizar, ¿Has estado de traviesa diciéndole cosas cochinas al cura?—Ay Meli, insistía en qué me confesara, yo me negaba porque realmente no quería incomodar lo con lo que me hacía sentir, hasta que un día decidida a arriesgarme entré al confesionario y le conté de mi deseo, de mis sueños eróticos, de cómo me hacía sentir. —Pobre padr
—¡Ahora sí perdiste el juicio Ámbar!—gimió Jessie, mirándola a través de la pantalla— ¡No te lo puedo creer!—Nos amamos Jessie, no se trata únicamente de pasión. Nos amamos realmente, merecemos ser felices. —¡Pero es un sacerdote!— le dijo agitada. —Como si no lo supiera— rió.— es un hombre Jessie, el hombre que amo. No necesito nada más. —Ámbar, sé que dije que necesitabas acción, pero creo que te pasaste. —Jess, yo estoy feliz, él me hace feliz. Es lo único que debería importarte, eres mi mejor amiga.— le reprochó. —Y de verdad soy feliz con tu felicidad Ámbar, es solo que esto es un poco... extraño, turbio, eso se acostarte con un clérigo. —Es lo más normal del mundo, también es un hombre. ¡Y qué hombre, Jess!— dijo mordiéndose el labio inferior— resultó ser un excelente aprendiz, existe tal grado de excitación que un solo roce basta para encendernos a ambos— de inmediato se escuchó el sonido del celular. —una llamada. —Bien, yo debo ocuparme de algunas cosas que me encargó
Ámbar despertó sumamente emocionada, ansiaba el regreso de Samuel y esperaba darle el recibimiento que él se merecía. Salió de compras muy temprano, en busca de todo lo que necesitaría para realizar las recetas que busco por internet, volvió a casa en un taxi y cargada de bolsas de compras. Encendió el computador y se dedicó toda la mañana a preparar unos exquisitos platillos para recibirlo, se sentía muy feliz haciendo su maximo esfuerzo, en cocinar para él, era como gritarle lo especial que se habia vuelto para ella.Pasado el medio día, tenía todo listo, así como una buena botella de vino tinto enfriando, deseaba que todo fuese perfecto. Tomó una larga ducha y se puso un lindo vestido. Lindos zapatos de tacón y secó su cabello, dejó sus preciosos rizos sueltos, cayendo libres más allá de su media espalda. Serían poco más de las dos y treinta, cuándo el timbre sonó, Ámbar sonrió nerviosa mientras su corazón se aceleraba, se apresuró a abrir la puerta y si, allí estaba él, quería e
—¡Que alegría conocerla!— le dijo con una sonrisa forzada — estoy muy agradecida por lo que hizo por mi. —Nada de eso, hija. ¿Puedo pasar?¡Santo Dios!—Si, por supuesto, adelante — se hizo a un lado para permitirle el acceso a la mujer. — lamento mucho que me haya encontrado en estás fechas, yo... me había quedado dormida, aprovecho de descansar siempre que puedo.—No te preocupes—le sonrió. —Por favor, tome asiento—señaló el sofá— iré a colocarme algo de vestir y volveré para preparar un te o un café y así podamos conversar. —Claro querida, eres muy amable— se sentó en el sofá— te esperaré aquí.—Gracias—caminó apresuradamente hacia el pasillo que la llevaba a su habitación, entró rápidamente y cerró la puerta, un poco asustada. Samuel, seguía dormido, completamente desnudo y su intimidad cubierta apenas por las sábanas, corrió hasta él y susurró. —Samuel... Samuel, mi amor— el se removió y abrió los ojos, se encontró con aquella hermosa mirada y le sonrió. —Hola, que hermosa te
Samuel durmió poco, después de pasar por casa de sus padres, y saludar a su madre, se enteró que Aníbal estaba de viaje, cenó con Ana y pese a sus insistencias decidió marcharse a la iglesia. La noche fue larga y aunque Ámbar le había marcado en un par de ocasiones, decidió que lo mejor era no responderle, aunque intentara batallar contra todo lo que estaba sucediendo no podía, así mismo como no podia evitar la culpa y el remordimiento. ¿Sería buena idea solicitar su retiro?¿Sería mejor solicitar que lo enviaran fuera de la ciudad?, ¿del país?Se sentía hipócrita, estando allí como representante de la divinidad de Dios, mientras lo consumían los deseos de su carne. Porque no podía mentirse, deseaba a Ámbar con cada fibra de su piel, y hubiese querido quedarse a su lado, abrazada a ella toda la noche, envuelto en la bruma que produce hacer el amor. Pero la llegada de su madre había sido una bofetada moral, un recordatorio de que él no podía comportarse de aquella manera y nuevamente
Samuel, la observó sintiendo su corazón acelerado. —¿Por qué has estado evitandome?— le preguntó al borde de las lágrimas — entiendo que necesitabas tiempo, pero ¿Cuánto?, me estoy ahogando en ansiedad y desespero. —Para ti todo es más fácil— le dijo con dolor— tengo el alma y el corazón divididos, estoy ahogando en la misma ansiedad, pero ansiedad de no saber que decisión tomar, de no saber qué hacer. —Te entiendo, Samuel. Entiendo que estás pasando por un momento muy duro, pero alejarte de mí no lo soluciona. —Pero me hace falta, estar cerca de ti no me deja pensar con claridad, me cubre la bruma de mis sentimientos y emociones, pero cuando nos alejamos de nuevo estoy sumergido en estos sentimientos de culpas que me consumen de a poco, no lo soporto Ámbar, no puedo— le dijo con voz ahogada. —Entonces... ¿Quieres que... no quieres volver a verme?— preguntó con los ojos produciendo lágrimas que bajaban por sus mejillas. —Es lo mejor, al menos por ahora— Ámbar dió un paso hacia é
Matteo, estacionó la moto frente al café, Ámbar aún con el corazón destrozado, no lo dudó, si Samuel no estaba dispuesto a amarla, necesitaba matar ese amor que sentía por él, ¿Y que mejor manera que hacerlo de la forma que el mismo recomendó?Quería que ella se enamorara de alguien más, pues bien. Quizás debía hacerlo. —Estás ardiente— le dijo recorriéndolo desde los pies a la cabeza. Cuando se encontró con sus ojos cargados de tristeza, le demandó saber— Ámbar, ¿estás bien?—Por supuesto que estoy bien— respondió y tomando el casco que él le tendió se lo colocó y subió a la moto.— vámonos, antes de que cambie de opinión. A Ámbar, nunca el sexo le había dejado un amargo sabor de boca como ahora, no es que Matteo fuese malo en ello, no es que su cuerpo no lo hubiese disfrutado, era sencillamente que su mente estaba lejos, muy lejos de aquella cama donde Matteo daba su mejor esfuerzo por complacerla, hubiese querido cumplir la palabra que le dió a Samuel, pero no pudo, tras un par de
Ámbar llegó a casa con el corazón destrozado, sentía que no había nada que hacer... había perdido Samuel y eso la hacía sentir con un enorme vacío en el pecho... en el estómago, o quizás en ambos, la sensación de vértigo no se iba. Quería recueparlo, pero realmente no lo creía capaz y eso la entrustecia profundamente, porque no podía recordar cuando había sido la última vez que había estado tan enamorada... creo que nunca, o sea, sí, antes había amado pero, jamás con aquella intensidad...Ojalá, las cosas fuesen distintas para ambos...Ojalá, no fuese un amor prohibido...Ojalá, pudiese triunfar el amor...Ojalá, fuese cierta aquella frase de; "para el amor no hay impedimentos"*****************Anibal llegó a casa agotado, un largo día de trabajo, sumado a una cena con Melina, al entrar a casa le informaron que Ana estaba en su cuarto de oración, la verdad es que poco le importó, con cada día que pasaba, menos deseos tenía de volver a casa, menos deseos de batallar por aquel fallido