Diego miró a Yolanda y, en un tono de voz baja, dijo:—Si lo quieres, mejor pregúntale a Leticia.Luego de una rápida mirada hacia Marina, se dirigió directo hacia la salida.Frustrada, Yolanda se le acercó a Leticia y le propuso algo muy importante:—Señorita Leticia, le ofrezco el doble del precio por el Diamante Corazón Azul. ¿Podría vendérmelo?Leticia, al notar la generosidad de Yolanda y su familiaridad con Diego aceptó con agrado la oferta, comprendió que no era una persona común.Dudó por un momento y miró a Diego.—Diego, ¿quién es ella?—Es mi prima —respondió Diego.Entendiendo de inmediato la situación, Leticia sonrió con interés.—Este diamante es un regalo de cumpleaños de Diego para mí. Sin embargo, tengo un diamante rosa en mi colección que podría ofrecerte. ¿Te parece bien?Yolanda no insistió más acerca del tema. Si era un regalo de cumpleaños, no quería ser tan insistente.—No necesito el diamante rosa, gracias.Leticia, con un ligero toque de timidez, añadió:—Esta
Marina estaba medio cuerpo afuera de la barandilla, en una posición muy peligrosa. Un sedán plateado se detuvo tan cerca del lugar y luego retrocedió unos metros adelante.Diego observó fijamente a Marina desde el auto. Apagó el cigarro, abrió asombrado la puerta y se le acercó.—¿Piensas saltar? —preguntó.Marina se giró de repente sorprendida al oír su voz y vio a Diego. Tras un breve silencio, respondió:—Señor Diego.Diego la miró con su habitual frialdad y dijo:—Señorita Marina.—A esta hora de la noche, colgada de una barandilla, es peligroso siquiera pensarlo —comentó Diego con un tono relajado.Marina, sorprendida, sonrió divertida y respondió:—¿De verdad pensaste que iba a saltar? Para nada.Se apoyó en la barandilla y se rio de manera despreocupada.Diego contestó.—Entonces, fue un malentendido. Lo siento mucho.La ventana del auto se bajó y Leticia llamó desde adentro:—Diego, se está haciendo tarde.Ella observó a Marina con curiosidad.Marina se volteó hacia Leticia,
—Marina, ¿crees que el señor Camilo se sorprendería si te viera hoy? —preguntó Luis con asombro.Marina dejó el café y respondió: —No lo sé.Luis Santamaría, presidente de TechNova y el hijo mayor de la familia Santamaría, observaba a Marina con detenimiento. Ella llevaba un vestido rojo ajustado y una blusa blanca con dos botones desabrochados, muy distinta a la imagen tan reservada y elegante que él conocía. Ahora parecía más una secretaria que solo tenía apariencia.A pesar de su amnesia, Marina había demostrado una gran capacidad de aprendizaje a lo largo del tiempo. En tan solo una semana en TechNova, su desempeño ya había impresionado por completo a Luis.De repente, Luis se acercó a Marina y le susurró al oído:—¿Qué perfume usas? Huele muy bien.Marina colgó la llamada al instante, giró ligeramente la cabeza sin moverse y sonrió:—Es el perfume suave de Mr. D.Luis con agrado le comentó:—Compra una botella para Pilar y otra para mi prima Leticia.Pilar era la amante en secr
Luis lanzó una mirada audaz a Camilo. Entre ellos siempre había habido una tensión evidente. Sin la colaboración en curso, no se molestaría en sentarse a hablar con él.Camilo le devolvió la mirada con indiferencia. Luis tiró de una silla y se acercó.—¿Te molestaría, señor Camilo, si intentara cortejarla?Luis no seguía la norma de evitar relaciones con personas cercanas. Para él, entre hombres y mujeres, todo se resolvía con mutuo consentimiento entre ambos.Camilo respondió con un tono voz grave:—No lo lograrás.Luis se rio con desprecio.—¿Cómo sabes que no lo conseguiré? Soy mucho más accesible que tú, ¿no es así?Los otros empresarios rieron sin intervenir en la animada conversación.Camilo sonrió fríamente.—Ella sabe que tienes varias amantes.Luis se quedó en silencio por completo....Marina regresó con los cigarrillos y le pasó uno a Luis, encendiéndolo para él mientras se inclinaba suavemente. Su vestido rojo muy ajustado destacaba por completo con sus curvas de manera
Luis y Camilo tenían estilos de trabajo muy distintos. Camilo se dedicaba por completo y de lleno a su labor, mientras que Luis sabía equilibrar el trabajo con un leve descanso.Marina estaba en el sofá, jugando con su celular y cortando una sandía, con la puerta del dormitorio abierta. Luis, que disfrutaba de su tiempo libre en lo absoluto, estaba en el dormitorio con Pilar, su amante en secreto. Marina, como su secretaria, esperaba paciente en el sofá para acompañarlo a la fiesta, mostrando una dedicación muy ejemplar.Cuando el ruido en la cama cesó por completo, Marina miró detenidamente su reloj. Aún tenía tiempo suficiente. Luis, con una expresión muy decidida, colocó un cigarro entre los labios y se inclinó para recoger su pantalón que se encontraba en el suelo. Pilar, abrazándolo con sus delicados brazos, le preguntó con un tono de voz suave:—¿Te quedas esta noche?Ella observaba su enorme pecho musculoso y extendió un poco la mano para poder acariciarlo. Luis ajustó com
Marina sonrió y saludó:—Señorita Leticia.Luis y su hermano se sentaron, mientras Marina permanecía de pie detrás del sofá, para no interrumpir en ese momento su conversación. En un evento como este, una secretaria no podía simplemente unirse a ellos de manera tan fácil.Julio observó la cadena que Leticia sostenía en su mano.—¿Por qué no te la pones?—Llegaron demasiado pronto. Justo iba a pedirle a Diego que me ayudara con la cadena —dijo Leticia con un tono muy dulce y coqueto—. Qué pena.Julio, divertido, comentó:—¿Puedo ayudarte con la cadena?—No —Leticia le lanzó una mirada de desprecio y tiró apresurada de la manga de Diego—. Diego, ¿me ayudas?Marina, desde su posición, vio a Diego dirigirse al baño. Leticia se encogió un poco los hombros, sin lograr desanimarse.—Diego realmente no tiene clase alguna.Sus palabras indicaban que se conocían muy bien.Cuando Diego se fue, Marina le dijo a Luis:—Voy a saludar a mi exmarido.Luis afirmó y observó cómo Marina se alejaba del l
El estacionamiento estaba aún más silencioso. Los jadeos de ambos se escucharon claramente. Diego se apartó un poco, con el cuello de la camisa desabrochado y una expresión de indiferencia, observó a Marina, que tenía la mirada perdida y lo había llamado Camilo.Con una mirada intensa, Diego la levantó en sus brazos.—Abre la puerta —ordenó con un tono de voz severo.Un guardaespaldas se le acercó corriendo, sin atreverse siquiera a mirar, y abrió la puerta apresurado. Diego, cargando a Marina, se inclinó un poco para entrar en el auto.—Llévame al Residencial en El Paraíso —dijo.El auto arrancó y salió apresurado del estacionamiento. Las luces de la calle iluminaban intermitentemente todo el interior del vehículo. Diego miraba a Marina, acariciándole con gran delicadeza sus labios rojos.Al llegar al Residencial El Paraíso, Yolanda, que acababa de regresar, reconoció rápidamente el auto por la matrícula y se acercó por un momento. Al tocar la ventana, la puerta se abrió. Al as
—Al instante—Yolanda se fue a buscar analgésicos para el dolor de cabeza.Cuando Marina terminó de ducharse, se sentó en la sala, tomó el medicamento y se frotó las sienes, se encontraba mareada y con muchas náuseas. Yolanda le ofreció un vaso de agua.—Marina, ¿te sientes mal?—Sí, dame una mascarilla para la cara. —Marina se aplicó rápidamente la mascarilla y se acurrucó con la almohada.Yolanda notó las marcas de besos en el cuello de Marina.—¿Sabes quién te trajo a casa esta noche?—Sí.—¿Y qué pasó con Diego?—Tomé un poco y parece que lo confundí.Yolanda se quedó sin palabras.—Descansa, ya es muy tarde. —Marina acarició un poco la cabeza de Yolanda, cubierta completamente por la mascarilla negra, y se dirigió como pudo a su dormitorio.Cerró la puerta, respiró hondo y se acercó al cajón. Sacó temblorosa una foto de César, con el rostro desfigurado y ensangrentado.Esa noche casi nos matan…Se culpó en su interior: Lo siento, César, me equivoqué por completo.Marina guardó la