Vera vio que Augusto estaba profundamente dormido y no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa. Desde que había traído a los gemelos a Azoria para estudiar, se había propuesto convertirlos en unos verdaderos inútiles.Cuando Lidia terminó de bañarse y se puso un bonito vestido, Vera despertó a Augusto y le ayudó con esmero a arreglarse. Todos salieron juntos entusiastas para ir a recoger a Armando, mientras Daniela estaba afuera participando en una competencia de matemáticas.Armando salió del área de llegadas del aeropuerto, lleno de energía, y al escuchar la voz alegre de Lidia, la vio correr hacia él.—¡Abuelo! —gritó con alegría Lidia, soltando la mano de Vera y echándose a correr hacia Armando.Armando extendió los brazos y la atrapó en un amoroso abrazo, levantándola con una sonrisa llena de ternura.—¿Cómo es que nuestra pequeña princesa se ha vuelto aún más adorable? —le dijo, apretándola cariñoso contra su pecho.Lidia abrazó el cuello de su abuelo y, con una sonrisa de felici
En la habitación del hospital, Vera observaba en absoluto silencio mientras la enfermera cubría el cuerpo de Armando con una sábana blanca.Sabía muy bien que, Armando ya había dejado claro su testamento: el Grupo Herrera y todos los bienes de la familia irían a parar a manos de Augusto y Lidia. Incluso si Diego aparecía, no recibiría nada de la fortuna.Por dentro, Vera no podía evitar sonreír maliciosa al pensar en todo lo que había planeado.Flavio llegó angustiado al hospital desarreglado. En el camino, trató de llamar a Diego varias veces, pero no logró comunicarse. Cuando por fin entró al hospital, consiguió hablar con Diego.— Señor Diego, el señor Armando... acaba de llegar a Azoria hoy, y esta noche, mientras estaba en casa, se cayó por las escaleras. Lo trajeron al hospital, pero no logramos salvarlo... Ha fallecido.Diego, al escuchar la nefasta noticia, no pudo ocultar el golpe de sorpresa.— ¿Me puedes mandar la dirección? ¿Seguro que fue un accidente? Haz que los guardaes
Diego estaba sentado pensativo en su oficina, sumido en sus pensamientos, mirando con indiferencia los papeles sobre su escritorio. Sus dedos tocaban una y otra vez la mesa.Marina entró y se acercó a él. Tomó los papeles que estaban sobre la mesa y los revisó detenidamente.Cuando el cuerpo de Armando llegó a Estelaria, Diego había ordenado que lo llevaran en secreto al hospital para realizarle un exhaustivo examen. Ahora, esos documentos contenían los resultados del chequeo, pero no encontraron nada fuera de lo normal.Marina dejó los papeles sobre la mesa y se sentó justo frente a Diego.—La causa de su muerte solo puede ser una de dos cosas —dijo con un tono serio—. O fue un accidente, o alguien lo planeó. ¿Qué piensas tú, Diego?Diego giró la cabeza hacia ella, notando que llevaba una camiseta de manga corta. Un leve indicio de preocupación cruzó su rostro al pensar que podría tener frío, así que subió un poco el aire acondicionado. Aunque lo disimulaba muy bien, aún tenía muchas
—Sí, hace un tiempo vi a Yulia en Marbesol. La subió a un auto un hombre que no conocía —dijo Camilo, con un tono bastante sombrío—. Podemos usar esa información sobre Yulia para distraer a Marina y Diego, así no prestarán atención a lo que estamos haciendo.Vera se emocionó, reflexionando sobre lo que Camilo acababa de decir.—Yo me encargaré de eso. Camilo, confío en ti. Eres nuestra única esperanza. En cuanto te establezcas, ya no tendremos que temerle a Diego.Camilo esbozó una sonrisa débil, llena de un profundo resentimiento. Nunca olvidaría la terrible humillación que Diego le había causado. Se despidió y dijo:—Abuela, cuídate también.Colgaron y Camilo se quedó allí, esperando el autobús. Cuando finalmente llegó, subió y se dirigió al hotel, sumido por completo en sus pensamientos.Mientras tanto, Julia no podía dejar de sentirse frustrada. Había echado a Camilo de la casa, pero eso no la había calmado. Cada vez le caía peor. No era para nada atento, tampoco la valoraba. Se se
Marianela escupió con rabia hacia la casa de ese maldito que estaba enfrente y, furiosa, se dio la vuelta para regresar a su casa. En cuanto entró, marcó de inmediato el número de Camilo.Cuando Camilo contestó, Marianela no perdió ni un segundo y comenzó enseguida a despotricar, sin filtros, que Julia había pasado la noche en la casa de otro hombre.Camilo, que ya tenía en mente usar un viaje de negocios relámpago como excusa para irse al extranjero, escuchó el tono furioso de su madre y, con calma, le respondió:—Mamá, yo me encargaré de lo de Julia, no te metas más en eso.Marianela, al escuchar esto, explotó aún más:—¡Ay, claro! ¡Ahora soy yo la que me meto donde no me llaman! ¡Verdad? Si te gusta que te pongan los cuernos, sigue en lo tuyo y listo. ¡Y ella ya dijo que mañana se va a divorciar de ti!Camilo esperó a que Marianela terminara de gritar como loca y colgó la llamada. Su rostro se ensombreció. No podía divorciarse de Julia aún. Necesitaba que la familia Soler le siguier
Desde su monitor de seguridad, que tenía colocado en el pasillo de su casa, Mario vio a Camilo salir apresurado con una maleta.Rápido, le mandó un mensaje a Julia para saber qué estaba pasando.[Julia, vi a tu marido salir con una maleta... ¿Tuvieron acaso una pelea?]Un mensaje directo, pero bien lanzado, tal cual como a Mario le gustaba. Siempre tan hábil con este tipo de cosas, sobre todo cuando su objetivo era encontrar una mujer rica que lo mantuviera.Julia, al ver el mensaje de Mario y pensar en todo lo del divorcio, no dudó ni un segundo en mandarle un breve mensaje a Camilo.[¿Cuándo vas a regresar y sacar tus cosas?]Camilo, que ya estaba en el auto, vio el mensaje, pero decidió ignorarlo.Julia, un poco frustrada por eso, llamó a Darío, y fue él quien le confirmó que Camilo se iba mañana a Veloria por trabajo.Julia soltó un ligero suspiro, claramente molesta. ¿Cómo podía estar tan tranquilo y enfocado en el trabajo si ya está por salir del Grupo Soler? Pensaba que tal vez
Marina sonrió, apoyó su cabeza en el hombro de Diego y dió un ligero suspiró.—Diego, yo me voy a ir a buscarla primero. Cuando llegue, te unes a mí, que te parece.Diego no intentó detenerla. La respetaba y, con voz suave, respondió:—Está bien....Al día siguiente, en el Grupo Yulia,Marina llamó de inmediato a Fernando y Ricardo para que entraran en su oficina.Se levantó enseguida de su silla, caminó directo hacia el sofá y les indicó que se sentaran. Les sirvió agua personalmente, dejando la jarra sobre la mesa. Luego, levantó la mirada y los observó fijamente.—Desde que tomé las riendas del Grupo Yulia, quiero agradecerles por todo el inmenso apoyo que me han dado.El tono tan amable de la jefa hizo de repente que Fernando y Ricardo se pusieran nerviosos.Ambos pensaron: ¿Nos van a despedir?Marina, ajena a la tensión en el aire, continuó:—A partir de ahora, voy a dedicarme más a buscar a mi hija. Ya encontré a la persona adecuada para que tome las riendas de la empresa. Tiene
Martina escuchó atenta lo que dijo Luna y no pudo evitar sentirse feliz. Estaba segura de que Marina no podría regresar al Grupo Cabello.Miró de nuevo el diagnóstico del médico que confirmaba su embarazo y no pudo evitar sonreír, feliz. ¡Estaba embarazada!Al escuchar las quejas de Luna, se acercó a ella con una sonrisa dulce, abrazó su brazo y, con un tono tierno, dijo:—No te enojes por eso, el bebé en mi panza me pidió que te pidiera un favor. Quiere que le pongas el nombre.Luna, sorprendida por las palabras tan tiernas de Martina, no pudo evitar sonreír en este momento, sintiendo un ligero calorcito en el corazón. Le dio una pequeña palmada en la mano y, entre risas, respondió:—Ay, realmente tú, eres una traviesa. El nombre lo ponen los papás, no hay duda.Martina hizo un ligero puchero y, con un gesto aún más cariñoso, se colgó de su brazo, diciendo:—No puedo, no soy buena con los nombres, y el papá del bebé tampoco lo es. Por favor, te lo pido, ayúdame en esto. ¿Sí?Luna miró