Su voz sonaba tranquila, pero en sus ojos brillaba una chispa de gran emoción. Todo marchaba de acuerdo al plan original; pronto, recuperaría su lugar en la cima. No se arrepentía ni un poco de haber permanecido en las sombras durante todo este tiempo.Cuando colgó la llamada, Camilo dejó el celular a un lado. Sabía muy bien que su regreso estaba cerca, que pronto tendría de nuevo el poder en sus manos, que volvería a estar en la cima como siempre debió estar.Era la medianoche, ese momento especial en que la mayoría ya se encuentra sumida en un sueño profundo.Dentro del hotel, todo estaba en completo silencio. La cerradura de la puerta sonó levemente, y la puerta se abrió con cuidado. Dos figuras se deslizaron por la habitación como sombras, moviéndose con una precisión casi fantasmal. Se acercaron sigilosas a la cama de Camilo.Él, ajeno a todo, seguía tranquilo dormido.De repente, lo tomaron y lo arrastraron fuera de la habitación, aún inconsciente....Al día siguiente, el sol il
Justo cuando Vera estaba furiosa, pensando que algo le había pasado a Camilo, la puerta de la biblioteca se abrió de repente.Lidia entró en ese momento corriendo, como un torbellino, con cara de enojo y un toque de niña consentida:—¡Abuela, mi hermano rompió mi pulsera!Lidia hizo un ligero puchero y levantó su manita, mostrando con tristeza una pulsera delicada.En realidad, no estaba rota, solo un poco sucia, y con lavarla quedaría realmente como nueva. Pero en sus ojos brillaban las lágrimas.Vera la miró, furiosa, pero enseguida se controló y reprimió su enojo. Trató de sonreír.—Lidia, ¿qué te parece si luego te compro una pulsera nueva? ¿Qué dices ahhh?Lidia seguía molesta, porque esa pulsera era la que más le gustaba.Vera se agachó y acarició su cabello con dulzura, sonriendo con agrado.—Te voy a comprar una aún más bonita, ¿te parece?Lidia, aunque todavía algo molesta, aceptó.—Ok.—Ve a jugar con tu hermano. No peleen más, yo estoy por aquí ocupada —dijo Vera con tono s
Diego, con una mirada sombría, respondió tranquilo:—Pues yo no sé dónde está.—No me vengas con eso —dijo Víctor, su voz cargada de una gran ansiedad—. Estaba seguro de que Yolanda se había contactado con ustedes, contigo y con Marina.Diego sonrió con una ligera mueca y respondió con total indiferencia:—Víctor, si tu madre realmente estuviera muerta, ¿crees que Yolanda seguiría muy tranquila viviendo contigo? Ella está bien. Déjala en paz.Víctor estaba a punto de contestar cuando Diego colgó.Víctor miró el celular con frustración y apretó con rabia los labios.En ese momento Fátima tocó la puerta y entró con una sopa.—Sal de aquí —dijo Víctor, sin ni siquiera voltearse, con tono sombrío.Fátima, sonriendo con resignación, entró sin decir nada, dejó la sopa en la mesa y se acercó a él.—No has cenado, ya es tarde, ¿por qué no tomas un poco de sopa?—Te dije que salieras y punto—respondió él, su voz grave, rozando la impaciencia.Fátima sintió una leve punzada por sus palabras, per
A la mañana siguiente, Josefa se levantó muy temprano, pero al no ver a Víctor en la casa, pensó que ya se había ido a trabajar.Fátima estaba en la sala, esperando a que Josefa terminara de desayunar para acompañarla a dar un paseo.—Josefa, tengo una noticia buenísima que darte —dijo Fátima, mientras tomaba el brazo de Josefa, caminando juntas por el parque de la planta baja.—Es una gran noticia —Fátima sonrió con delicadeza. Unos minutos más tarde, Josefa dejó escapar una sonrisa. La tensión con su hijo, por la pelea reciente, ya empezaba a tranquilizarse un poco.—¿Qué noticia tan buena?—Víctor y yo vamos a casarnos —respondió Fátima, sonriendo de nuevo.—¿Casarse? —Josefa se detuvo en seco, sujetando con fuerza el brazo de Fátima, sorprendida y emocionada—. ¿De verdad? ¿Víctor aceptó?Fátima ignoró por completo el dolor en su brazo y sorprendida, dijo.—Sí, aceptó. Sabes que Víctor siempre ha sido muy respetuoso contigo y también quiere verte feliz.—¡Qué bien, de acuerdo! ¡Qué
Marina acababa de llegar al pequeño hotel del Vallecito cuando recibió una repentina llamada de Yolanda.—Marina, Víctor ya me encontró y me dijo que va a quedarse a vivir en este lugar, en la costa del Mar del Oeste, con el niño y conmigo.Renato abrió la puerta del auto y Marina bajó mientras seguía hablando con Yolanda.—Yolanda, ¿y tú qué opinas?Yolanda, con las manos sobre su panza, reflejaba una mezcla de emociones y esperanza. Su voz sonaba tranquila, pero decidida.—Quiero que mi bebé crezca en una familia completa. Si pudiera, no dudaría en tener al niño.Marina entendió con exactitud lo que Yolanda quería decirle. Sonrió con mucha ternura y le respondió con delicadeza.—Te deseo lo mejor, Yolanda.Yolanda sorprendida, mostró una ligera sonrisa.—Sí.Después de charlar un poco más, colgaron. Marina guardó el celular en su bolso y miró a su alrededor. El Vallecito estaba alejado, y los hoteles de la zona eran bastante antiguos, pero tenían su propio encanto.La dueña del hote
Aarón fue a entregarle unos brotes de bambú que había traído de la Aldea Robledo a los dos vecinos del piso de abajo, mostrando así una actitud amable y humilde.—Son brotes de bambú que cultivamos por mucho tiempo, no son costosos, pero quería que los probaran — dijo con una sonrisa amable.Los vecinos, al ver lo frescos que estaban los brotes de bambú y lo sencillo del gesto, no dudaron en aceptarlos.—¡Muchísimas gracias! Qué detalloso, justo nos encanta el bambú —respondió uno de los vecinos, sonriendo mientras tomaba los brotes de bambú.Después de entregárselos, Aarón regresó a casa.Al verlo tan sonriente, Belén no pudo evitar preguntarle.—¿Fuiste a regalar cosas? ¿Por qué a ellos? Si ni siquiera los conoces.Aarón se enfureció.—No sabes un carajo. Apúrate a organizar, ¿qué falta? Yo voy de compras regreso más tarde.Belén miró a Yulia, claramente molesta, y le gritó.—¡Feíta, apúrate a ordenar todo!Pero Yulia, siendo tan pequeña, no podía hacerlo todo tan rápido.Vicente, e
Ya era hora de buscar en otro lado. Diego tomó con firmeza la mano de Marina mientras subían al segundo piso y entraban a la habitación. Renato no los siguió.Después de ducharse, Marina salió y vio a Diego concentrado mirando fijamente un mapa. Ella tomó una botella de agua, se la pasó y se sentó a su lado.—Diego, ¿alguna idea al respecto?Diego tomó el agua, la miró un momento y contestó:—La siguiente parada, buscar en los barrios cercanos.Marina sorprendida, miró la ruta, dijo:—Mmm, entonces vamos a los Álamos.Diego encendió la computadora y revisó los archivos de las personas que ya habían estado por ahí.—Perfecto, intentémoslo una vez más.Luego la abrazó, acurrucándola contra su pecho. Marina se acomodó y cerró los ojos.A pesar de que el camino parecía largo y difícil de transitar, lo único que podían hacer era esperar y rezar para que algún día encontraran a su hija.A la mañana siguiente, empacaron sus cosas y partieron rumbo a los Álamos.El auto avanzaba a saltos por e
Cuando Aarón logró contactar la llamada del alcalde, no perdió más tiempo y, con urgencia, le preguntó:—¡Alcalde! ¡Vi a las dos personas que vinieron hace algún un tiempo a nuestra aldea a preguntar por las tierras de la montaña! ¡Han vuelto, y esta vez traen a un jefe importante! ¿Sabías algo de esto?El alcalde, al escuchar la noticia, se mostró emocionado:—Han pasado meses sin que nos contacten, así que lo del arrendamiento de tierras tal vez ya no se pueda concretar. Pero voy a llamar para saber cómo va lo de la escuela.A Aarón, al escuchar lo de la escuela, le cambió la expresión. Sabía que su hijo iba a estudiar en una mejor escuela, así que cortó la llamada al instante.Mientras tanto, Rufino les estaba contando a Diego y Marina sobre los avances que habían hecho en sus investigaciones previas.—Desde el barrio hasta las aldeas, casi todo el recorrido era extenso y agotador por esos estrechos caminos de la montaña. En muchos lugares ni siquiera pudimos entrar en auto. Estas s