—Si Daniel no encontró nada raro con Margarita, no la presiones demasiado —dijo Marina, pensativa.Diego aceptó.—Daniel ya revisó todo el historial de Margarita, parece estar todo en orden.Marina sonrió levemente.—Bueno, si no hay ningún problema, parece que es una persona capaz.Por la tarde, Diego y Marina estaban concentrados revisando los problemas financieros del Grupo Yulia.Diego señaló la pantalla de la computadora.—Si comparamos los datos financieros actuales con los de años anteriores, esta fluctuación podría indicar que algo raro está pasando, aunque no es tan evidente.Marina se concentró en los números, su rostro se tornó serio.—Voy a enviárselo de inmediato a Fernando y a Ricardo para que investiguen. Aunque no sea una fluctuación grande, necesitamos profundizar sobre esto.Hace unos días, Marina había enviado a Ricardo a Estelaria para que ayudara a Fernando con los asuntos de la empresa.Miraba los datos con atención, claramente preocupada por esos drásticos cambi
Lo único que se le ocurrió a Josefa fue hacer pasar por un problema de salud, pero para que su actuación fuera creíble, necesitaba en ese momento la ayuda de un médico.Sin embargo, se le ocurrió algo…Josefa ideó un minucioso plan.—Fátima, escucha bien, voy a fingir que me desmayo. Tú tienes que actuar preocupada. Y aunque los doctores no encuentren nada raro, diré que no tengo idea de por qué me desmayé....A la mañana siguiente, Victor recibió una inesperada llamada de Fátima, contándole que su mamá se había desmayado de repente.Él ya tenía todo planeado para viajar con Yolanda a Estelaria, pero ahora su itinerario iba definitivamente a cambiar.—Yolanda, mi mamá se desmayó. Tengo que regresar en este instante a Eldoria ahora, pero la próxima vez que vaya a Estelaria, te llevo conmigo.Yolanda, al escuchar eso, respiró aliviada. Aceptó y mostró una clara preocupación.—Está bien, ve tranquilo.Victor levantó suavemente la barbilla de Yolanda y, con ternura, le dijo:—Espera tranq
Ante los gritos inesperados de Luna, Marina se quedó al instante sin palabras. Se acercó a la cama de Eduardo, inclinó la cabeza en señal de respeto y salió apresurada de la habitación.Diego también se inclinó con rapidez y la siguió, sin mirar siquiera a Luna, que seguía maldiciéndola desde atrás.Los gritos descontrolados de Luna seguían resonando en sus oídos, llenos de odio y dolor.Cuando llegaron a la puerta, Marina miró a Matías, con una mirada cansada y triste.—Matías, te dejo todo lo que falta —dijo con voz suave.Matías aceptó en silencio.El peso en el ánimo de Marina era realmente palpable, y las lágrimas empezaron a asomarse poco a poco en sus ojos.Diego, preocupado, la abrazó con fuerza, la acomodó en la silla de ruedas y, en un leve susurro, le dijo:—Marina, no pienses en eso, esto no tiene nada que ver contigo.A pesar de las palabras de consuelo, los gritos de Luna seguían sonando como un eco en sus oídos. Marina cerró los ojos, tratando de calmarse un poco.Diego
—Puedo caminar sola, son solo unos cuantos escalones —dijo Marina al ver que Diego intentaba cargarla para subir las escaleras. No pudo evitar añadir—. Diego, mira hay gente observando.Diego echó un ligero vistazo alrededor, y al ver que las personas empezaban a desviar la mirada, respondió con tranquilidad:—Ya no hay nadie mirando.Y justo cuando terminó de decir eso, la levantó con cuidado y la llevó hacia la floristería.Una vez adentro, Diego la dejó suavemente, pero sin soltarla de la cintura, por si acaso se caía.El aire estaba lleno del dulce aroma de las flores. Marina eligió un hermoso ramo de crisantemos blancos, y la dueña de la tienda lo empaquetó con gran esmero antes de entregárselo.Esa tarde, irían al cementerio a rendirle homenaje a Eduardo.Al regresar al hospital, Marina vio a Fernando esperando en el pasillo. Le dio un fuerte nudo en el estómago. Sabía que algo pasaba en la empresa, o Fernando no habría venido él mismo.Fernando los siguió cauteloso hasta la habi
Diego levantó una ceja y se miraron, sabían muy bien que esto no era tan simple.—Si quieren verme, los veré mañana —dijo Marina con calma.Le pidió a Fernando que se pusiera al instante en contacto con Enrique y los demás....Cuando Martina fue al hospital a cuidar a Luna, casualmente mencionó el encuentro con Marina.—¿Qué le pasó? —preguntó Luna, con una voz sombría.—Parece que se sometió a una cirugía y está internada —dijo Martina, algo insegura.Luna, visiblemente molesta, se puso seria. Martina decidió no insistir en el tema.La verdad, lo había mencionado a propósito. Mientras más se pelearan madre e hija, mejor para su familia, especialmente para Matías.Una vez que Martina se fue, Luna pensó por un momento y luego hizo una llamada urgente.—Gabriel, necesito tu ayuda —dijo, con un tono apurado—. ¿Tienes algún hechizo o agua bendita que pueda quitarle la mala suerte a alguien? Al otro lado de la línea, Gabriel suspiró con calma.—Luna, no es tan fácil como un hechizo o agua
Enrique y su grupo entraron a paso firme al hospital con una expresión de confianza y satisfacción.Durante el camino, ya habían escuchado los rumores sobre el terrible conflicto entre Marina y su madre, Luna.Enrique sonrió con cierto aire de superioridad.—Pensaba que todavía podría contar con el Grupo Cabello como una salida, pero parece que no.Guillermo comentó con una sonrisa socarrona.—No esperaba que Luna fuera tan... supersticiosa.Su tono reflejaba una mezcla de sorpresa y burla.Aunque las familias de alta sociedad suelen creer en esas cosas, nadie en realidad llegaba al extremo de Luna.Pablo, por su parte, negó.—Luna no es supersticiosa, es simplemente egoísta.Ellos estaban seguros de que Marina compraría las acciones, por lo que ahora podían relajarse un poco y charlar con tranquilidad sobre el último chisme.Finalmente llegaron a la habitación de Marina.Adentro estaban ella, Fernando y el grupo de Enrique.Marina había pedido a Diego que se fuera antes de la llegada d
Después de que Yolanda se fue, Marina se puso a trabajar en algunos asuntos pendientes. Mientras lo hacía, se quedó pensativa, tratando de entender qué querían con todo esto.Realmente no le encontraba mucho sentido, así que levantó la mirada y le preguntó curiosa a Diego:—Diego, ¿por qué crees que quieren vender las acciones de la empresa?Diego, siempre tranquilo y algo distante cuando se trataba de los Zárate, respondió con calma:—No importa por qué lo hagan. Puedes comprarlas al precio del mercado.Marina afirmó, pensativa.—Eso tengo en mente. Esperaré a que pase la boda de Yolanda y luego hablaré bien con Enrique.Diego, viendo que ella seguía concentrada, no pudo evitar sugerirle:—¿No vas a descansar un poco? Podrías relajarte un rato.Marina estaba por aceptar cuando el guardia tocó la puerta para avisarle que Matías y una señora de apellido Ramírez querían verla en ese momento.Marina enseguida pensó en la familia Ramírez, la madre de Luna.—Si no quieres verla, no hay prob
—Tú... —dijo Nerea, mirando a Luna con reproche—. Luna, después de todo, Marina es tu hija, ¿cómo puedes hacerle esto? Llegaste al punto de convertirte en enemiga de tu propia hija, me has decepcionado muchísimo.Luna cambió de inmediato su expresión y, nerviosa, trató en ese momento de defenderse.—Mamá, el adivino dijo que su destino era malo, que nos traería una terrible desgracia. Yo solo tengo miedo de que termine perjudicándonos a todos.Nerea no podía creerlo. Gruñó con enojo y respiró hondo.—Deberías mejor ir al psiquiatra. ¿Cómo pudiste apartar a tu propia hija por algo sin fundamento? Es mi culpa por no haberte educado mejor.Luna, sintiéndose avergonzada por lo sucedido, bajó la cabeza y dejó de hablar.Su obstinación hacía que Nerea sintiera como si su cabeza fuera a estallar.Nunca se había dado cuenta de lo tonta que podía ser su hija.Nerea se puso en ese instante seria, y su tono se volvió aún más severo.—Marina es la única hija de Eduardo. ¿Qué vas a hacer ahora, tra